La huella de Haití en la cultura
cubana
Sociedad Tumba Francesa La
Caridad de Oriente, fundada el 24 de febrero de 1862 |
La noche del 14 de agosto de 1791 se produce, en Santo Domingo, un gravísimo acontecimiento. Suenan los tambores del vodú en Bois Caimán. Bajo una lluvia torrencial, doscientos delegados de dotaciones de la Llanura del Norte, llamados por el iluminado Bouckman, beben la sangre tibia de un cerdo negro, juramentándose para la rebelión.
Así describe Alejo
Carpentier, en La Música en Cuba, el
inicio de la Revolución de Haití, un acontecimiento que estremeció el Caribe y
que tuvo enorme influencia en la conformación de la cultura cubana, sobre todo
en la región oriental de la isla. Las terroríficas degollinas que realizaron
los esclavos haitianos contra sus amos franceses y la destrucción del magnífico
emporio que entonces era la economía haitiana provocaron la estampida de miles
de colonos franceses y negros criollos haitianos, muchos de los cuales llegaron
a Santiago de Cuba en la más desoladora miseria.
Los criollos haitianos,
arrastrados junto a sus amos por fidelidad o en calidad de esclavos domésticos,
cargaron con sus hábitos, cantos y danzas y con una lengua propia conocida como
creole o patois, resultantes de un proceso de transculturación, y se les
conoció como «franceses», incluso se le llamó «francés» a todo su entorno.
A pesar de que hubo
algunos que con el tiempo se desplazaron por toda la isla, en su mayoría se
establecieron en la región oriental, donde permanece la huella de su cultura.
Según algunos historiadores fue el precio de la tierra la causa de que los «franceses»
se arraigaran en esta región. Afirma Julio Le Riverand, en su Historia económica de Cuba, que mientras
en Oriente la caballería de tierra valía 100 pesos, en La Habana no bajaba de
1000 y según los datos existentes se sabe que la hacienda Santa Catalina,
propiedad del Marqués de Jústiz, localizada en la región de Guantánamo, fue
vendida a colonizadores franceses emigrados de Haití, al precio de 20 pesos la
caballería.
Descendientes de estos
criollos haitianos, interesados en conservar sus costumbres y protegerse unos a
otros, crearon las sociedades de Tumba francesa, las que según el Dr. Olavo
Alén, «constituyeron y constituyen aún hoy, una fuente constante de elementos
culturales de ese folklore primario o antecedente cuya interacción conformó los
primeros rasgos de la cultura cubana».
A principios del siglo XXI, se mantenían tres de
estas sociedades, dos de ellas en zonas urbanas y una en un poblado campesino. La Sociedad Tumba Francesa La Caridad de
Oriente, fundada el 24 de febrero de 1862 con el nombre de Sociedad La Fayette y declarada por el
Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)
Patrimonio Intangible de la Humanidad en 2003, está ubicada en el número 501 de
la calle Los Maceos, esquina a San Bartolomé, en el barrio Los Hoyos, en
Santiago de Cuba.
Uno de los eventos más significativos de estas
sociedades son las fiestas en las que se baila en parejas sueltas, con figuras
que rememoran gestos y actitudes de los bailes del Cabo y Port-au-Prince, y se
entonan cantos afrohaitianos acompañados por tambores, que se denominan: premier o redoblé, sécond y bula o bebé, catá tambora, chachá o maruga.
Estos instrumentos son anchos y chatos y se
tocan con baquetas, muy semejantes a los del vodú haitiano. Los cueros, según
se afirma en el Diccionario de la Música
Cubana, de Helio Orovio, «se tensan por medio de cuerdas y tarugos
ganchudos, yendo algunas cuerdas ensartadas en el aro, del cual descienden
diagonalmente a pasar por debajo de una estaca o cuña y ascienden otra vez al
cuero, formando ángulos».
El cinquillo cubano
Una de las células rítmicas que con más fuerza
influyó en la música cubana fue el llamado cinquillo,
un figurado que proviene de África y que llegó a Cuba también junto a los «franceses»
de Haití. Esta célula, que seguramente se encontraba en los barracones de
esclavos en Cuba desde mucho antes, no tuvo real influencia en la música
profesional hasta entrado el siglo XIX, cuando las contradanzas venidas de
Haití comenzaron a difundirse primero en la región oriental y luego por toda la
isla.
Fernando Ortiz, en su libro La africanía de la música folklórica de Cuba, la recoge como una de
las siete células rítmicas afrocubanas más importantes y la considera como la «célula
rítmica africana del Danzón, llamada cinquillo». También utilizada en las
antiguas contradanzas cubanas y que se diseminó en casi todos los géneros de la
música popular cubana.
Cinquillo cubano |
«Al ser introducido en la isla –nos comenta
Alejo Carpentier-, el cinquillo se hizo uno con la Contradanza oriental. Las
orquestas de baile se apoderaron de él para salpimentar sus ejecuciones».
Está
muy difundido en la historiografía cubana el suceso que protagonizó el
compositor catalán residente en Santiago de Cuba, Casamitjana, y que diera un
enorme impulso a la difusión de los cantos de los negros «franceses». Según se
cuenta, cierta noche de 1836, el músico, que había compuesto un buen número de canciones
cubanas, pudo escuchar, al paso de una comparsa, los cantos del Cocoyé. Anotó
las coplas y los ritmos y compuso una partitura que muy pocos días después
colocó en los atriles de la banda del Regimiento de Cataluña. En esa
oportunidad, la retreta, en la que habitualmente se escuchaban los clásicos del
repertorio universal, se convirtió en una invaluable difusora de los cantos y
ritmos afrohaitianos y dio un verdadero impulso a la mezcla de éstos con las
células rítmicas afrocubanas.
Las coplas y los ritmos del Cocoyé (o Cocuyé),
con sus cinquillos, transitaron por
las partituras de un buen número de compositores, incluso llegaron a las salas
de conciertos en obras como Obertura
sobre temas cubanos, y en la Oriental,
de Tres pequeños poemas, de Amadeo
Roldán.
La cultura afrohaitiana, con el paso de los
siglos, sufrió en Cuba una nueva transculturación, marcó su huella indeleble, y
se convirtió en una de las fuentes que contribuyeron a la conformación de la
cultura cubana.
Ver el documental Tumba Francesa, de Néstor Almendros y Orlando J Leal.
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