Con la lengua muerta y la mente tropelosa
Bloqueo es otro fetiche esgrimido hasta la saciedad y ante el cual la lengua se le pone estropajosa a más de uno, y les confunde de tal modo que les impide pensar en la palabra embargo, palabra esta última que pudiera abrir las puertas del conocimiento.
Durante los últimos sesenta y
pico de años, la dictadura castrista impuso palabras que han
obrado como talismanes ante todos en mayor o menor grado, durante más o menos
tiempo, ante propios y extraños, talismanes ante los que hemos tenido que rendir
nuestros votos y hacer patente nuestra pleitesía.
Sin ánimo de anotar todo el
diccionario castrista me referiré solo a los talismanes más vistos, y el
primero que me viene a la memoria es el estado cubano, una máscara nada
sutil para encubrir lo que en toda regla es una dictadura, la cual
tampoco definiré porque esa la han de conocer quienes lean.
Bloqueo es
otro fetiche esgrimido hasta la saciedad y ante el cual la lengua se le pone
estropajosa a más de uno, y les confunde de tal modo que les impide pensar en
la palabra embargo, palabra esta última que pudiera abrir las puertas del
conocimiento.
Y para no hacer esta nota más
larga, mencionaré el talismán de los talismanes: la palabra revolución.
Ante esta, quien no presenta sus ofrendas corre el riesgo de ser reprimido,
perseguido y condenado. Ante este talismán, quien no es convencido es vencido, es
aplastado con fuerza, es sometido con intransigencia revolucionaria. Y
así ha sido, porque quien llegara a descubrir que cambiando en todos los
discursos la palabra revolución por dictadura, pudiera comprender
de qué lado están sus devociones, pudiera descubrir que ser revolucionario
es beatificar la dictadura.
Sin embargo, la única palabra
que escapa de los diccionarios de propios y extraños es la palabra derrocar,
única que convoca ideas capaces de descubrir el método para acabar con los
sufrimientos que padecen quienes son hostigados por la dictadura.
En Cuba existe una dictadura
y a las dictaduras se derrocan, mientras esas dos palabras, al
menos, no sean aprehendidas por propios y extraños, nos mantendremos en este
limbo en el que nada avanza ni retrocede, sino todo lo contrario.
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