Cada
denuncia contra el embargo es una prueba de la ineficacia del sistema, una
prueba de incapacidad para ser autosuficientes como lo fueron los reinos en la
Edad Media.
Sería
demasiada ingenuidad creer que a estas alturas el régimen que se hospeda a la
sombra de la raspadura, en La Habana, tenga capacidad de pago para saldar las deudas
millonarias que mantiene con los miles de inversionistas que expropió en Cuba a
partir de 1959. Pero esto a veces se pierde de vista cuando del embargo se
trata, porque el régimen castrista, con su filosofía de la «guerra a largo
plazo» es capaz de sustentar una narrativa eficaz por su constancia y cumple a
veces el objetivo de engañar, pero sobre todo de confundir y sacar de sus
casillas al más pinto, de quemarle los fusibles al más flemático y de hacer que
en el fuego cruzado alguien termine diciendo: ¡¡¡Pues que le quiten el bloqueo,
qué carajo!!!
Eso es
lo más fácil, lo difícil es desempolvar documentos y descubrir las causas por
las cuales JFK no tuvo alternativa -porque la verdad sea dicha, la narrativa de
los liberales es pura porquería, los capitalistas empeñados en producir se les
va el santo al cielo y los comunistas los hacen pasar sobre carbones hirviendo,
les orinan en la boca, les azotan las nalgas y ellos tan campantes-, pues como
iba diciendo, JFK, con la intención de llamar a la cordura a un irresponsable -quien
terminó por hundir a su país y puso al mundo al borde de la conflagración
atómica-, emitió la Proclamation
3447, de 3 de febrero de 1962, en la que basado en la incompatibilidad de
las acciones de Castro con los principios del sistema interamericano y sus públicas
y peligrosas zalamerías con el comunismo soviético, prohibió el comercio entre Cuba
y los Estados Unidos.
Pero
esta fue la consecuencia de una cascada de leyes revolucionarias que comenzó, mucho
antes del embargo. Entre otras, la primera
Ley de Reforma Agraria promulgada el 17 de mayo de 1959, La Ley
Fundamental de 7 de febrero de 1959, un documento que refrendó olvidándose
de su promesa de cumplir y hacer cumplir la Constitución
del 40 y que, sustituyendo a aquella, utilizó para promulgar todas las
demás leyes hasta 1976.
Mucho
antes de la Proclamation 3447 de 1962, en la que el Presidente de los
Estados Unidos decretó el embargo comercial contra el régimen de Castro, ya Castro
había puesto en vigor una cascada de leyes que demolieron la propiedad privada
en Cuba -la que terminó por ser abolida-, y con ellas resultaron arruinados
cientos de inversionistas extranjeros y miles de cubanos. La Ley No. 851, de 6 de
julio de 1960, la que, haciendo uso de su potestad tribunicia leyó con tanta
furia desde las tribunas, a la sombra del Alma Mater, en la escalinata de la
Universidad de La Habana, que perdió la voz; y las Leyes 890 y
891 de 13 de octubre de 1960.
Todas
estas leyes fueron promulgadas, puestas en vigor y ejecutadas al pie de la
letra mucho antes de que JFK decretara el embargo al régimen de FC. Y fueron
todas las acciones provocadas por estas leyes las que cortaron toda posibilidad
de mantener la estabilidad en la economía cubana, provocaron que los niveles de
producción se desplomaron en una caída libre que dura por seis décadas.
Milicianos interviniendo las oficinas de Shell en La Habana |
El
régimen de FC se apoderó de todos los bienes de los inversionistas que durante 50
años y de manera legal habían mantenido sus industrias en Cuba, produciendo los
bienes y servicios que demandaba el mercado y que habían llevado el país de la
hambruna y devastación total que sufrió la isla en los albores del siglo XX a los
altos estándares de vida que exhibía el país en 1958. Fidel Castro despojó de sus
industrias a quienes con su laboriosidad habían construido un país civilizado en
menos de medio siglo. Y no solo se apoderó de ellas sino que las devastó. Todas
esas empresas que habían sido ricas y productivas durante décadas, en «manos
del pueblo» fueron arruinadas, pero peor aún, Él fue incapaz de cumplir con la
promesa de indemnizar a sus dueños, así que resulta absurdo pensar que estos inversionistas,
quienes fueron despojados de sus patrimonios, cooperarían algún día con el
verdugo.
Esta
absurda manera de interpretar la soberanía económica hubiera tenido alguna
posibilidad de triunfo si el dictador hubiera sido capaz, como en los reinos de
la Edad Media, de crear una economía interna autosuficiente, una economía absolutamente
independiente de los inversionistas extranjeros, pero eso no fue así, fue
incapaz de poner a producir los medios de producción que arrebató a los
capitalistas nacionales y extranjeros, fue incapaz de mantener las capacidades
productivas de una nación que en 1958, a pesar de los desórdenes ocasionados
por la insurrección armada comandada por él, exhibía los índices de desarrollo
y calidad de vida más altos del continente.
Ruinas de un central azucarero |
Las constantes denuncias contra el embargo no
hacen más que subrayar la incapacidad que ha tenido el sistema autoproclamado socialista,
para crear una economía y una sociedad autosuficiente. Cada
denuncia contra el embargo es una prueba de la ineficacia del sistema, una
prueba de incapacidad para ser autosuficientes como lo fueron los reinos en la
Edad Media.
El
aislamiento que le infligió Fidel Castro a la economía y la sociedad cubana al
promulgar aquella cascada de leyes que según sus dichos tenían como objetivo la
verdadera libertad e independencia de Cuba, no consiguieron más que la ruina de
la economía, y, sobre esas ruinas, la consolidación de su poder vitalicio y del
que pretenden disfrutar sus herederos al trono.
Castro
creó un reino absolutamente dependiente de las dádivas de quienes por intereses
geopolíticos estuvieran interesados en invertir en él, y no en la sociedad
cubana, así que nunca más me van a confundir. Mientras no sea autosuficiente
para producir las riquezas que demanda el mercado, mientras no tome chocolate y
pague lo que debe, ¡¡¡el embargo está bien puesto, qué carajo!!!
Excelente y objetivo articulo!...
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