Siro, Cueto y Miguel enlazaron sus nombres en un trío de voces, guitarras, maracas y claves para hacer lo que más les gustaba, para interpretar un ritmo cadencioso que, en Oriente, el oriente de Cuba, allá por las primeras décadas del siglo XX, comenzó a pujar, a lidiar por imponerse a otros géneros musicales cubanos ya establecidos.
Era el son, un género que iba a ocupar a bailadores e intérpretes durante todos los años del siglo XX, un género de la música cubana que profesionales ilustres moldearon una y otra vez. El Trío Matamoros, llegado a La Habana en 1928, se convirtió de inmediato en una agrupación mayor. Fueron sumados el bongó, la trompeta y el contrabajo llegando así al septeto, formato idóneo entonces para la interpretación del nuevo género que capeaba en los salones de baile.
El fonograma titulado «El Disco de Oro del Trío Matamoros», aparece en el catálogo Kubaney con el número 095-2 y pertenece a la línea Caribe del sello. La obra, es un compendio de las más representativas piezas, grabadas por algunas de las agrupaciones que Miguel Matamoros fundó durante las primeras décadas de la vigésima centuria. Aunque la cubierta no aporta datos al respecto, muy probablemente estas piezas vieron la luz originalmente interpretadas por El Trío Matamoros, El Cuarteto Maisí, El Conjunto Matamoros y el Septeto Matamoros. Cada una de estas agrupaciones, asumió un formato instrumental que se estableció como patrón en la historia posterior de la música bailable cubana. Tenemos también en este registro una curiosidad discográfica.
En la pieza Tú sí, Yo no, del propio Miguel Matamoros, se incluyen dos saxofones. Muy probablemente, fue esta una de las primeras ocasiones en las que esos aerófonos entraron a un estudio de grabación para interpretar un son. «El Disco de Oro del Trío Matamoros» que presenta Caribe, es una joya de la discografía latinoamericana, ante todo, por lo inusitado de su fidelidad, por el inapreciable valor de contener en un fonograma veinte piezas representativas de un género musical que, nacido en Cuba, se expandió por todo el orbe y pudo influir en la obra musical de autores muy diversos. Veinte piezas que han de conocerse, inevitablemente, para valorar el curso de la música popular bailable americana, para escudriñar los recodos en los que el son cubano aún se hospeda.(Santo Domingo, [A]hora, 29 may. 2000) (Revisado para El Tren de Yaguaramas 2da. Época 16 nov. 2024)
(*) Clásicos Populares en Discos Increíbles fue el título de la columna en la que publiqué las reseñas de algunos de los discos que Mateo San Martín vendía en su tienda Incredible CD´s de la calle El Conde, en Santo Domingo. Gracias a su generosidad, pude descubrir y obtener decenas de discos con la música que la tiranía castrista desterró y nunca más se volvieron a comercializar en Cuba.
Ignacio Piñeiro nació en la Habana, Cuba, en el año 1888 y ya en 1906 se le conocía como uno de los músicos más importantes que andaban alegrando las fiestas de entonces. En 1926 era contrabajista del Sexteto de Occidente de María Teresa Vera, poco después creó el Sexteto Nacional al que luego se le sumaría la trompeta para alcanzar el formato de siete integrantes. En 1929, el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro viajó a España, para representar allí a su país en la Exposición de Sevilla, donde obtuvo la Medalla de Oro y el Diploma de aquel legendario certamen. A partir de entonces la obra musical de la agrupación quedó en lo más profundo del acervo cultural americano.
Bienvenido Granda (Cuba 1915-México 1983) conocido en la farándula habanera de la primera mitad del siglo XX con el sobre nombre de «El bigote que canta», alcanzó su fama como vocalista de la Sonora Matancera, una agrupación por la que pasaron estrellas como Alberto Beltrán y Celia Cruz. Cultor de todos los géneros, Granda, dejó una extensa discografía en la que encontramos piezas increíbles.
El fonograma «Bienvenido Granda con el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro», del catálogo Kubaney, en su línea Torre, es un excelente compendio de obras emblemáticas en el repertorio sonero que, según aparece en la cubierta del compacto, fueron grabadas en Cuba durante el año 1936. Contiene también, y como grata sorpresa para el coleccionista, piezas en las que además aparecen las voces de Alfredito Valdez, Marcelino Guerra y Cheo Marquetti. Piezas antológicas en las que Bienvenido une su voz a la de otros grandes. Tiene además este disco increíble un par de piezas en las que Granda es acompañado por el Cuarteto Marcano con la inclusión de la inconfundible trompeta de Lázaro Herrera. Títulos imprescindibles en el repertorio del Son como Calla campanero, A gozar la conga, Carta de amor, Bardo, Desvarío y otros más hasta llegar a catorce, hacen que este disco de colección tenga un incalculable valor.
Estos son motivos más que suficientes como para incluir este fonograma en la colección del más exigente aficionado, es una razón contundente para que todo aquel que se interese por la música popular de nuestro continente, por conocer las raíces de lo que hoy llaman Salsa, se acerque a este disco increíble y lo disfrute, lo estudie en su riqueza rítmica y, por qué no, también lo baile. (Santo Domingo, El Siglo 3 jun. 2000 / Mundoclasico.com, 23 may. 2000) (Revisado para El Tren de Yaguaramas 17 nov. 2024)
(*) Clásicos Populares en Discos Increíbles fue el título de la columna en la que publiqué las reseñas de algunos de los discos que Mateo San Martín vendía en su tienda Incredible CD´s de la calle El Conde, en Santo Domingo. Gracias a su generosidad, pude descubrir y obtener decenas de discos con la música que la tiranía castrista desterró y nunca más se volvió a comercializar en Cuba.
«Celia Cruz, La Guarachera de Cuba», solista; Calixto Licea y Pedro Knigth, trompetas; Rogelio Martínez, voz y guitarra; Lino Frías, piano; Pablo Vázquez, contrabajo; Carlos Manuel Díaz Caito, voz y maracas; Ángel Alfonso Furias Yiyo, tumbadora; José Rosario Chávez Manteca, timbales. Grabado en los estudios CMQ. La Habana, 1950-1953. Recopilación de Tumbao Cuban Classics. TCD 91.
En la ciudad de Matanzas, Cuba, el 12 de enero de 1924 comenzó a dar sus primeros pasos una agrupación sonera que adquirió resonancia internacional. A iniciativa del músico Valentín Cané, surgió La Tuna Liberal, la que dos años después, con la entrada de Rogelio Martínez, se convirtió en la Estudiantina Sonora Matancera, y finalmente, en 1932, asumió el nombre de Sonora Matancera.
En los años que siguieron, voces de alto calibre actuaron al frente del conjunto. Daniel Santos, uno de los artistas más populares de América, contribuyó en gran medida a que la Sonora Matancera saltara a los primeros planos del mercado de la música bailable en todo el continente; Celio González, hizo de sus versiones de Vendaval sin rumbo y Total verdaderas piezas clásicas en el repertorio de La Sonora; y Alberto Beltrán, dejó en la memoria musical americana su inmortal interpretación del merengue de Héctor Díaz y Medardo Guzmán, El negrito del batey. Fueron estos algunos de los artistas que hicieron historia al frente del mítico conjunto, y fue a ese encumbrado puesto al que llegó Celia Cruz para unirse a la larga lista de imprescindibles de la música cubana.
Su inicio en la discografía de esa época legendaria se produjo el 15 de diciembre de 1950, fecha en la que Celia grabó la Guaracha Cao cao, maní picao, de Carbó Menéndez, que aparece en el corte número uno de este disco increíble del sello Tumbao Cuban Classics. Es a partir de ese momento, y de la gran popularidad que llegó a adquirir su versión, que Celia Cruz se impone con la Sonora Matancera, e inicia una carrera que dura ya más de medio siglo.
En este disco increíble, Celia Cruz, aparece con veinte piezas, la mayoría de las cuales son guarachas, un género que había aparecido en Cuba en los primeros años del siglo XIX como una forma alegre de canción en la que los textos giraban por lo general en torno a sucesos jocosos. Ese estilo de canción que utilizó la célula de la habanera o el ritmo de tango comenzó a sustituir las tiranas, las seguidillas, boleras etc. que en el teatro vernáculo se cantaban en los entreactos. La Guaracha siguió su curso, se apartó del ámbito teatral y en la primera mitad del siglo XX se convirtió en uno de los géneros más populares de la música bailable cubana.
Celia Cruz, desde los inicios mismos de su rutilante vida profesional, fue una de las figuras que con más éxito interpretó las guarachas, y es este disco increíble, un documento muy elocuente. En estas guarachas Celia Cruz hace gala de su potente y afinada voz, de su rebosante Salsa cubana, de su manera pícara de decir los textos, y de su fluidez en las improvisaciones. Esta recopilación contiene una veintena de argumentos que confirman que Celia Cruz es La Guarachera de Cuba. (Santo Domingo, [A]hora 26 feb. 2001) (Revisado para El Tren de Yaguaramas 2da. Época 17 nov. 2024)
(*) Clásicos Populares en Discos Increíbles fue el título de la columna en la que publiqué las reseñas de algunos de los discos que Mateo San Martín vendía en su tienda Incredible CD´s de la calle El Conde, en Santo Domingo. Gracias a su generosidad, pude descubrir y obtener decenas de discos con la música que la tiranía castrista desterró y nunca más se volvió a comercializar en Cuba.