Estimado lector, con este
artículo comienzo una serie en la que compartiré algunas de las fotos que el
Maestro Piantini me dejó en custodia, y las ilustraré con sus propias palabras,
las que me dijo para crear sus memorias. Espero que FOTOS Y MEMORIAS te acerquen a la vida y obra de uno de los artistas dominicanos más sobresalientes
de su tiempo. AGS
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Mi primer «recitalito» (*)
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Carlos Piantini 1927 |
A aquel «recitalito» que hice a los diez años de edad asistieron distinguidos músicos y connotados amantes de las artes en Santo Domingo. Toqué acompañado al piano por doña Josefita Heredia... eso fue en la casa de unos tíos que vivían en la calle 16 de agosto, ellos eran José Ernesto Acevedo y Altagracia Piantini, hermana de mi padre. A partir de ese día continué tocando y haciendo música sin parar hasta hoy. De aquel concierto, el músico y crítico musical dominicano Enrique de Marchena escribió un artículo en el que predijo mi futuro.
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Carlos Piantini Espinal Nació el 9 de mayo del 1927. Retratado el 13 de enero de 1937. Edad 9 años y 8 meses |
(Enrique de
Marchena. Listín Diario.
Santo Domingo. may. 1937). Entre nosotros, el domingo en la noche, se nos reveló
que tenemos un niño-artista digno de mejor suerte, de una educación profunda, y
sobre todo, de la disciplina de cualquier Conservatorio extranjero en el cual sea un Maestro el que tome
la dirección de esa capacidad juvenil, aun inocentemente infantil, que ya sabe
a sus diez años, con gracilidad encomiable arrancar al violín sonidos
ajustadísimos: nos referimos al niño-artista Carlos Alberto Piantini y Espinal, quien ofreció un recital que fue un
verdadero acto público –en la residencia de sus tíos los esposos Acevedo-Piantini en esta ciudad-, admirado por grandes y chicos y aplaudido calurosamente en
aquella inolvidable fiesta musical.
Carlos Alberto, hombrecito en ciernes,
artista temperamental, tiene un sentido rítmico como pocos grandes pueden
tenerlo o adquirirlo a fuerza de método. Esta, su gran condición, sea quizás la
que le llevará más lejos dentro de un estudio riguroso de Conservatorio. Luego
reúne otras dos condiciones esencialísimas para triunfar: su tono, fuerte,
afinadísimo para su poca edad, su
alcance de posiciones; y luego, la más difícil aún, como es la de no
temer al público y ejecutar ante él con absoluta naturalidad y despejo.
Oír como Carlos Alberto Piantini,
pequeñito con sus ojos vivaces, con ese rostro de musicalidad, toma el violín
en sus manos y con todo el estilo de un violinista hecho, ejecuta un grupetto
de obras, entre ellas el Minueto en sol de Beethoven, La Serenata de los
Ángeles, de Braga[i]
y con ellas muchas
otras composiciones, es de pensar
que no debe perderse tiempo en procurar un mejor
ambiente ya que, está predestinado a convertirse
en luminaria de nuestra
cultura pudiendo ser
con el tiempo,
y siempre y cuando salga a cursar estudios fuera del
país, uno o tal vez el más grande violinista que haya producido la República.
Hasta el presente Carlos Alberto ha
recibido su instrucción de un miembro de nuestra sinfónica: del Profesor
Guillermo Jiménez, discretísimo maestro que teniendo en sus manos la piedra
natural de arte del niño-violinista, le ha forjado ya un porvenir y le ha
inculcado el sentido de la interpretación y la técnica preparándole para entrar
en la férrea disciplina del Conservatorio... Para éste unas felicitaciones
cordialísimas, porque en verdad, modestamente, ha hecho despertar en el alma de
Carlos Alberto el amor a la música desde temprana edad... tan difícil hoy en
estos tiempos mecánicos en los cuales la juventud no detiene su espíritu por
las cosas hermosas del arte.
¡La impresión de Carlos Alberto en nosotros ha sido de gozo indecible, y de tristeza! Lo primero porque en él podríamos tener algo grande si se le estimula, se le prepara, se le cultiva; de tristeza de pensar que tal vez la apatía de nuestro medio, contra la cual ya tantos golpes hemos dado, no les permita a sus progenitores llevarle más allá, donde únicamente pueden arribar los que han tenido una firme ayuda pedagógica y una disposición temperamental –que de antemano ya tiene Carlos Alberto-, hacia los grandes misterios de la música del violín.
¡Un voto de anhelos y un estímulo al niño violinista!
(*) Tomado de Los Sonidos y el Tiempo, las memorias de Carlos Piantini.
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[i] La Serenata de los Ángeles, de Braga, la estrenó el violinista cubano Brindis de Salas en uno de los conciertos que éste hizo en Santo Domingo en noviembre de 1895. La parte vocal y la del piano estuvieron a cargo de Juanito Vásquez y Claudina Amparo Vásquez Meléndez respectivamente, dos hermanos puertorriqueños residentes en la capital dominicana. (N. del A.)
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