Y la soledad, como
hilo conductor, como expresión de la existencia humana, como avatar a vencer
por cada uno de los personajes, es resuelto en el mejor sentido.
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@Ags |
Aquilatar esos estados de aislamiento en
los que transcurre la vida, ha sido un tema recurrente en la obra de artistas y
filósofos; entre muchas otras, Eleonor Rigby,
de Los Beatles, La Luna,
de Jorge Luis Borges; Cien
años de soledad, de García Márquez; la Ofelia, de Millais; Un niño, de Juan Bosch;
y la obra de teatro El
inconveniente, basada en el texto de 100 mts2, de Juan Carlos
Rubio, estrenada en 2009 en el Teatro 8, de Miami.
El pasado sábado 13 tuve la
oportunidad de verla en la sala Ravelo del Teatro Nacional Eduardo Brito, de
Santo Domingo y fueron dos horas muy agradables. Sus personajes Luis-Orestes
Amador, «el inconveniente»-Lola-Xiomara Rodríguez, y la «buscavidas»-Beba Rojas
se encargaron de la magia, y lograron hacerlo sin que el público notara que
aquello no era exactamente la vida real, sino su recreación, la magia fue conseguida
porque la risa y el nudo en la garganta, se hicieron públicos y notorios en las
carcajadas y en los largos silencios.
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@Ags |
Y la soledad, como hilo conductor,
como expresión de la existencia humana, como avatar a vencer por cada uno de
los personajes, es resuelto en el mejor sentido: derribando el muro que por
torpezas o temores se ha construido para desacreditar la soledad, ese estado
salvaje que si sabemos domar se convierte en fuente de riquezas. La transformación
de los cien metros cuadrados, al igual que el portazo de Nora en Casa de Muñecas, de
Ibsen, abre un nuevo camino y da a la obra un final optimista, como optimista
ha de ser la soledad cuando se vive como fuente de creación hacia afuera y
hacia adentro, cuando no se siente como luna colmada de antiguos llantos,
ni como si fuéramos enterrados junto a nuestro nombre, ni como si la aceptáramos
como el fatal destino, ni como si fuera el silencio atolondrado de una
soledad espantosa, sino como, al igual que a Borges, no nos duele porque bastante esfuerzo hemos hecho al tolerarnos a nosotros mismos y a nuestras manías. Derribar el muro no es derribar la soledad, sino convertirla en fuente de lo que está después. Lamentablemente no hubo programas de mano que dieran los créditos de todos y cada uno de los que empujaron el muro para hacer esa magia que, desde el escenario, tocó los sentidos del público, nos colocó delante de nosotros mismos y nos recordó que la soledad es un estado natural del ser humano, y que, a pesar de nuestra afición por ser gregarios, nacemos y morimos solos, y de eso no hay por qué hacer un bulto. Gracias a todos los que hicieron posible la magia de anoche. Santo Domingo, 14 sep. 2025
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