Desde que Raúl sucedió en el poder a su hermano, comenzaron a levantarse por los cuatro puntos cardinales innumerables celajes que auguraban un cambio inminente en Cuba, si no del sistema político sí del socio-económico. Entonces, entre las primeras buenas nuevas apareció aquello de ajustar los salarios a las normas, o remunerar a cada cual según su capacidad ¿lo recuerdan?, y después todo un rosario de supuestos cambios.
Caminando en la luna, el paso espectacular de Michel Jackson: Parece que avanza, pero se mueve hacia atrás. |
Sin embargo, la realidad ha sido avasallante: Asesinatos políticos, represión sin control, destierros masivos, escalada de actos de repudio y una verdadera campaña mediática para «convertir el revés en victoria», para revertir el rechazo internacional que les cimbró en 2010 y borrar aquel trago amargo con muchos efectos especiales, con una muy bien calculada propaganda que haga parecer que están cambiando aunque no muevan un dedo. Bailan una trabajada coreografía, dan pasos en la luna y crean la ilusión de que avanzan.
Hace más de una semana, el más reciente efecto salido de la truca castrista vino por el lado de la cultura musical, y llegó con claras intenciones de sacar de los titulares la muerte -en circunstancias tan bien esclarecidas oficialmente que concitan a sospechas-, de Oswaldo Payá y Harold Cepero.
Tiraron al ruedo un hueso que anuncia la desaparición en Cuba de la censura, y que por fin Celia Cruz y Gloria Estefan podrán ser escuchadas como si tal cosa por Radio Rebelde, Radio 26, o Radio Progreso, que los cubanos, quienes desde hace más de medio siglo acceden a gran parte de la información de manera clandestina, podrán escuchar toda la música del mundo por la radio nacional.
La noticia se regó como incendio de pólvora. Según Diario de Cuba una fuente vinculada a la radio informó que «Hay una resolución del Instituto Cubano de Radio y Televisión que deja la decisión –de sonar los artistas- a los directores de las emisoras».
La periodista Sarah Rainsford en BBC Mundo afirmó que el gobierno de Cuba está a punto de acabar con la lista negra, que «nunca fue oficialmente publicada, pero aquellos que escaparon del país comunista y hablaron en contra de la Revolución de 1959 no sonaron más en las radios, como Celia Cruz o Gloria Estefan».
Según la misma fuente algunos empleados de emisoras de radio en La Habana dijeron que la lista había sido eliminada como parte de la apertura de la isla y que el periodista Reny Martínez había declarado que: «Algo ha cambiado en el partido. Creo que hay una nueva flexibilidad en la cultura».
En otras fuentes incluso se menciona la autocensura como freno para que estos artistas vuelvan a aparecer en las ondas del éter; parece, según los dichos, que en Cuba no pasa nada, que la censura ha desaparecido o desaparecerá. Pero eso no es cierto.
Primeramente todos los reportes reconocen que ninguno de los multiplicados por cero ha vuelto a sonar. Esta práctica de censuras en todos los medios cubanos ha sido una consecuencia lógica de un régimen tribunicio, y de un sistema que ha sabido utilizar de manera brillante el rumor; por tanto, es uno de sus más preciados poderes, algo que saben perfectamente que si sueltan no habrá el día después. En realidad el régimen sigue jugando al tenteallá, calculando el timing que les permita permanecer en el poder.
No creo que exista o haya existido una lista, no tiene ni siquiera que existir la resolución, el memorando o la reglamentación, nunca ha habido un Estado de Derecho en Cuba como para que tales documentos se exigieran. Estos no son necesarios, porque las percepciones se les crean a los ciudadanos desde la tribuna, se les dictan conceptos tales como: «diversionistas», «desviados», «lumpen», «bitongos», «representantes del imperio», «mercenarios», «enemigos de la revolución», y una larga lista de figuras que alcanzan la categoría de «delictivas».
De tal modo, si la percepción sembrada en los ciudadanos, funcionarios o dirigentes es que el país X es «enemigo de la revolución» y el cantante J.I, estuvo allí para presentar su espectáculo, la consecuencia lógica es que J.I es un «enemigo de la revolución» y para él la vida no puede seguir igual, su música y su figura han de ser censuradas, y eso ha de hacerse sin que medien comunicados, memorandos o listas.
Es a través de los medios de propaganda castrista que se siembran en los individuos los códigos, estos los asimilan y finalmente terminan por ejecutar las acciones, en este caso las censuras. Estos códigos alcanzan la categoría de órdenes irrevocables, cuyo incumplimiento está prescrito y sancionado, no necesariamente por la Ley, pero que quienes los violan lo pagan muy caro; entonces, no es necesario hacer ninguna lista, sino «alertar» a los «revolucionarios» y/o «desenmascarar» a los «contrarrevolucionarios», para que quienes tienen en sus manos los medios de difusión censuren a todos los «enemigos».
De tal modo, que acabar con la censura en Cuba, es un error que no se espera que cometan quienes han detentado el poder por más de medio siglo, tiempo en el que han aprendido que los medios son el cuarto poder y quizás en estos momentos el más codiciado de todos. Seguirán por tanto haciendo lo mismo que hasta ahora, irán quitando unos y poniendo otros, tomándoles a cada uno el timing, adivinando con precisión la capacidad de cada una de las obras y de cada uno de sus autores para crear catarsis. Es lo que hicieron con los Beatles, Pedro Luis Ferrer, Julio Iglesias, José Feliciano, Ernesto Lecuona y muchos otros que tuvieron desapariciones y apariciones, y es lo que pudieran hacer con los que nunca han pasado por los medios cubanos durante el último medio siglo; entre ellos, Celia Cruz, Gloria Estefan, Rolando Laserie, La Lupe, La Tremenda Corte, Olga Guillot y cientos de artistas que fueron borrados del Patrimonio Cultural de la Nación.
El poder de convocatoria de los artistas y sus obras, y la capacidad de producir catarsis colectivas ha sido el aspecto más valorado por los censores. No hubo escultura de Lennon, por ejemplo, hasta que los Beatles no perdieron su poder, hasta que la generación que les hubiera seguido para bien y para mal en cualquiera de sus majaderías e irreverencias libertarias, dejó de tener la edad y la adrenalina suficientes para hacer catarsis junto a sus ídolos.
Por eso, a otro perro con ese hueso, no sonará en la radio oficial cubana nada que a ellos les pueda afectar, y esas canciones que pudieran provocar catarsis colectiva no pasarán. No serán despenalizados los artistas ni los temas que abiertamente se oponen al régimen. Es otro celaje que fabrican, otro efecto especial para hacerle creer al mundo que hay cambios, que son buenos, que se aburrieron de ser dictadores y que están cansados de conculcarle los derechos a todos los nacidos en esa isla... -y a todo aquel que se le ocurra ir allí a decir esta boca es mía-. Allí habrá censura mientras el derecho a la libre expresión y a la propiedad privada les esté vulnerado a los cubanos en la isla.
Que pena que tanta gente alrededor del mundo esté necesitada de creerles a los tiranos, que tanta gente mire en otra dirección, se haga de la vista gorda, y se aferre a los efectos especiales, a una perfecta coreografía en la que al parecer avanzan cuando en realidad hacen todo lo contrario, es una gran pena que ni Celia Cruz ni Gloria Estefan suenen libremente en Cuba... mientras las libertades ciudadanas estén censuradas.
Lo felicito por su artículo, Desafortunadamente Raúl Castro solo ha hecho algunos cambios cosméticos y menores que no modifican la naturaleza totalitaria del insostenible sistema comunista cubano.
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