Benny no fue capaz de escribir la música, pero tenía el don de imaginarla internamente como cualquier compositor ilustrado, él dictaba las orquestaciones que después sonaban magníficamente.
Las academias son, desde la Antigüedad,
sitios imprescindibles para que los individuos adquieran las competencias necesarias
para ejercer una profesión u oficio; sin embargo, existen las excepciones que
confirman la regla. Benny Moré fue una de esas personas que con un alto grado
de intuición fue capaz de adquirir por transmisión oral y a una velocidad
pasmosa el inmenso caudal de conocimientos necesarios para crear una obra musical
que se convirtió en imperecedera e imprescindible en la cultura cubana; y por
eso, un día como hoy, 24 de agosto de 2012, en el que se cumplen 93 años de su natalicio,
seguramente se publicará más de un artículo en el que se recordarán escenas de
su paso por la vida, momentos de relumbre y de pobreza, y quizás también, como
muchas otras veces, se repita el desacierto de “que Benny, a pesar de lo grande
que fue, no sabía música”.
Nacido en un barrio pobre,
descendiente de afrocubanos, congo y guajiro de raíz, conoció en
sus primeros años de vida ese menjunje, ese ajiaco de culturas que se ha
formado entre los palos, las tonadas, los toques, los nengones y todo un amplio
abanico de músicas que durante siglos se fueron sintetizando en la mayor de las
Antillas.
Benny, desde muy niño sabía
improvisar décimas, lo aprendió de escucharlas a los poetas campesinos, así
como aprendió los múltiples toques y ritmos de la música afrocubana. Benny
aprendió a tocar el tres y la guitarra por haberla escuchado a otros que
también por tradición oral conocían lo más profundo de los elementos de la
música cubana. Aprendió a cantar y tocar sones, y cuando llegó a La Habana por
primera vez se bebió las mil y una tendencias que en los años cuarenta se
movían en la cosmopolita urbe, y algunas vueltas después, en 1952, de regreso
en la capital cubana, junto a Bebo Valdés tiró al ruedo aquel ritmo batanga, de
corta andadura, pero de imborrable importancia.
De cortador de caña en
Vertientes y músico ambulante, pasó a ser uno de los ídolos de todos los
cubanos. Una de sus primeras experiencias profesionales las vivió con el Trío y
el Conjunto Matamoros, con quien grabó varias piezas en vísperas de su primer
viaje a México. Con Matamoros adquirió sin dudas un nuevo grado de Maestría.
En tierra firme se vinculó
al matancero Pérez Prado, músico de alto calibre, genial compositor, arreglista
y pianista de quien Benny Moré indudablemente tomó nuevos conocimientos. Allá
participó en películas, grabó con las más reputadas agrupaciones mexicanas de
entonces y cuando el siglo XX iba a comenzar su segunda mitad, quien se había
ganado el epíteto de El Bárbaro del Ritmo, creó en La Habana una Banda Gigante,
y esta la integró con un grupo de los más reputados músicos de entonces, a
quienes asombraba por sus capacidades en la creación de arreglos, que si bien
nunca supo escribir, siempre demostró que había aprendido perfectamente todas
las reglas de la armonía tradicional, Benny no fue capaz de escribir la música,
pero tenía el don de imaginarla internamente como cualquier compositor ilustrado,
él dictaba las orquestaciones que después sonaban magníficamente.
Entre las decenas de
grabaciones que aparecen en su discografía, si tuviera que escoger una,
solamente una entre tantas piezas estupendas, para demostrar lo que digo, esa
sería Perdón, de Pedro Flores, a dúo
con Pedro Vargas, grabada en Cuba para la Victor
el 6 de abril de 1954.
La técnica vocal y la destreza
interpretativa del Benny, se colocan a la altura de la maestría de Pedro Vargas
y esta es una prueba más que fehaciente de que el Bárbaro del Ritmo fue un
músico de amplios conocimientos académicos. Benny Moré sí sabía música, y a
pesar de que los tiempos que corren inviten a olvidar esas glorias, tengo fe en
que existirá la música por algunos siglos más, y en el futuro estas joyas
volverán a brillar como parte imprescindible de una cultura y una época, y los
músicos académicos tendrán que tomarlas en cuenta e incluirlas en su bagaje cultural.
Benny murió el 19 de febrero
de 1963 en el Hospital de Emergencia, en La Habana, Cuba, cuando tenía
solamente 42 años de edad, pero la obra que nos dejó está hecha con lo más
acendrado del conocimiento musical de su época.
Gracias, muy interesante, no sabia nada de la vida del Benny. M
ResponderEliminarViva el Benny!
ResponderEliminarGracias, admirado artista, eminente y respetado musicologo e integro defensor del pueblo cubano....esta columa nos enriquece a todos. Ahora estoy buscando la coleccion de la musica del Benny...cuando le encuentre te aviso. Gracias por enriquecernos a todos con este homenaje a quien guiase nuestros primeros pasos en los bailecitos de barrio, inolvidable en su musica...te he pedido perdon ...