Casi todos los que tenemos
la costumbre de leer libros, en más de una ocasión nos hemos saltado esas
páginas del prólogo en las que algún erudito, en su afán por edificarnos, nos pone
a algunas páginas de distancia de la trama que ansiosos queremos descubrir. Sin
embargo, hay un texto que en su primera edición, para evitar esas molestias al
lector, salió de la imprenta sin la más mínima nota, sin prolegómenos, sin
aclaraciones e incluso sin el nombre de la autora, y el contenido de sus
páginas convocó duraderas confusiones en la Historia de la Música.
Esa fue la obra de la
musicóloga inglesa Esther Meynell, titulada Pequeña Crónica de Ana
Magdalena Bach, en la que se narra la vida de Juan Sebastián Bach. El texto,
que vio la luz en Londres en 1925, en su primera edición y en muchas otras se
publicó de manera anónima, lo cual dio pie para que incluso en nuestros días se
tengan por hechos irrefutables las anécdotas que en ese hermoso libro se
cuentan. La Crónica, es contada en primera persona de manera imaginaria por Ana
Magdalena Wülken, quien fuera la segunda esposa de Juan Sebastián Bach. Narrada
de este modo, no deja lugar a dudas para el lector desprevenido de que cuanto
se lee en esas páginas fue escrito por un testigo excepcional de la vida del
músico que nació en Eisenach, en el año 1685.
Con
el correr del tiempo investigadores y musicólogos se dieron a la tarea de
enderezar el entuerto y aparecieron trabajos en los que se alertaba del
carácter apócrifo de la Pequeña Crónica, ensayos en los que se la despojaba del
carácter de prueba documental. Para los lectores cubanos, uno de esos textos
imprescindibles para comprender exactamente el significado de este libro, en el
conocimiento de la vida de uno de los más grandes genios del arte musical, es
el prólogo que escribió el profesor y musicógrafo Lic. Ángel Vázquez Millares
(La Habana, 1937) para la edición que la Editorial Arte y Literatura publicara
en 1984.
El acucioso prologuista,
nos comenta lo acertado de tener una buena biografía como preámbulo para el
estudio de personajes históricos y nos recuerda El mundo de Odiseo, de Finley y
las obras del género escritas por Stefan Sweig, pero nos advierte que La
Pequeña Crónica “se nos presenta como si se tratara de una reseña de la vida de
Bach [...] Y es precisamente ese aspecto el que requiere una explicación para
el lector...” Y continúa: “Hay ediciones tan poco escrupulosas que no sólo
proponen esta obra como un testimonio realmente salido de la pluma de Ana
Magdalena Wülken –o Ana Magdalena Bach-, sino que enfatizan la legitimidad del
relato como resultado de la privilegiada posición que ocupara esta mujer en la
vida del músico alemán. Esta desinformación o habilidad editorial ha rendido,
sin dudas, muy buenos dividendos en la difusión de la obra, a base de
escamotear al lector la polémica acerca de su autenticidad”.
Más adelante el señor
Vázquez Millares nos recuerda que fue el musicólogo español Adolfo Salazar,
quien divulgó la verdadera historia de la Pequeña Crónica, y que en su libro En
torno a Juan Sebastián Bach (México, 1951) hace mención de la autora y asegura
que no fue este el caso de un fraude intencional, de un crimen flagrante sino
que fue la conjunción de los dos factores ya mencionados –“el hacer creer que
la redacción de la crónica corresponde a la propia Ana Magdalena” y “el hecho
de que la primera edición de la obra no consignaba el nombre de la autora”, lo
que creó la falsa atribución del libro. Ambos factores no tienen connotación de
timo pero resultan peligrosos porque en cuanto a lo primero, es un recurso
literario válido utilizado incluso por Cervantes al presentarnos las aventuras
del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, como el testimonio de Cide
Amete Benengeli. Lo que sucede aquí es que Cide Amete no existió y en la obra
aparece el nombre del autor, mientras que Ana Magdalena es un personaje real y
el nombre de Esther Meynell no aparece en algunas ediciones de la Pequeña
crónica. “La Meynell -nos dice Millares-, acudió por lo tanto, a una ficción
más verosímil y peligrosa, si no es acompañada por la necesaria aclaración”. En
cuanto a lo segundo, el anonimato en la primera edición de 1925 y en muchas
otras ediciones fue un hecho decisivo para que con tanta seguridad se
atribuyera la obra a la mano de Ana Magdalena y crear así un apócrifo que es
sin dudas, como asegura el prologuista de la edición cubana de 1984, una obra
“que puede ser tan útil al estudiante de música como al aficionado a este arte
o al lector común, siempre que la curiosidad y el afán de penetrar más en la
creación de este compositor, los lleve a consultar otros textos más profundos,
enjundiosos y analíticos”.
Son
estas pues las páginas que no debe saltarse el lector que acuda a La pequeña
crónica de Ana Magdalena Bach, esa amena biografía de Juan Sebastián escrita
por Esther Meynell, son estos los prolegómenos indispensables para comprender
el verdadero significado de este libro y encontrar en la bella y amena
narración los elementos que nos acercan al personaje, al hombre y a su entorno.
Son estas las páginas que nos permiten comprender la historia como fue, pero
también como pudo haber sido.
Publicado en Santo
Domingo, el 16 de julio de 2001, en el número 1,211 de la revista [A]hora
Publicado en Mundo Clásico
el 7 de junio de 2002
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