jueves, 26 de julio de 2012

BENJAMIN ZANDER Y EDICSON RUIZ


Un suceso sin precedentes en Santo Domingo

El pasado 25 de julio, en la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, en Santo Domingo, tuvo lugar un concierto sin precedentes: Debutó la Joven Filarmónica, bajo la conducción del Maestro Benjamin Zander y actuó como solista el contrabajista Edicson Ruiz.

El programa estuvo integrado por la obertura de la ópera Los Maestros Cantores, de Wagner; el Concierto en Mi bemol Mayor, para contrabajo y orquesta, de C. D. Von Ditterdorf y la Sinfonía No. 9 en mi menor, Op. 95 “Desde el Nuevo Mundo”, de A. Dvorak.

El hecho de que coincidan en un escenario dominicano el director B. Zander, con el contrabajista Edicson Ruiz, es de por si algo estimable, pero si además, ese concierto es el resultado de muchas horas de trabajo con más de sesenta jóvenes dominicanos estudiantes de música, ese valor agregado convierte al evento en algo inusitado en nuestro país.

Convocado por la Fundación Sinfonía, tuvo lugar entre los días 17 y 23 de julio un campamento orquestal en el que participó un sólido y completo equipo de profesores, apoyando así la labor del ensamble. Y como los resultados finales son los que cuentan, a juzgar por el concierto inaugural, este primer campamento debe quedar como un buen comienzo de una labor que se deberá continuar por siempre, para que en los próximos años la música sinfónica se convierta finalmente en una actividad relevante en la sociedad dominicana.

Los niveles artísticos conseguidos fueron loables, pero mucho más meritorio ha sido lo que este concierto significó para cada uno de los jóvenes músicos que participaron en él, porque trabajar arduamente con uno de los directores más importantes del mundo y acompañar a un joven solista que destaca también entre los más reconocidos en todo el orbe, es un gran estímulo y compromiso.

El repertorio, aunque conocido, demanda mucho trabajo de todos los instrumentistas y he ahí uno de los grandes aciertos del Maestro Zander, gran conocedor de la pedagogía musical. El balance en el repertorio y la calidad de las interpretaciones fue loable en general, pero quizás, si tuviera que separar una obra del repertorio, esa sería el concierto para contrabajo -que fue un estreno nacional aunque no se anotó en el programa-. Destacaría esta obra porque el trabajo del conjunto de cámara que acompañó a Ruiz, lo hizo con una gran flexibilidad en el tratamiento de los matices, acompañando al solista con gran musicalidad, y, aunque según algunos comentarios el balance no fue satisfactorio en toda la sala, en la segunda fila sonaba perfectamente.

La posibilidad de ver directamente el trabajo de Edicson debió ser recibido por el público con mayor calidez, pero la poca costumbre de escuchar obras para contrabajo y orquesta quizás impidió, con los pocos aplausos, que el Maestro Ruiz nos ofreciera al menos un ancore.

El final de la fiesta comenzó con Barras y Estrellas, de John Philip Sousa, seguidamente Caña Brava, en arreglo de Jorge Taveras; y Compadre Pedro Juan. Hubo bailada y todo, hubo fiesta, el conjunto estaba feliz, feliz con el trabajo, duro y constructivo, esperanzador, y hubo lágrimas cuando el final final cerró el espectáculo.

Ojalá, esas ilusiones sembradas durante estos días de julio en todos esos jóvenes músicos dominicanos se mantenga, que esos conocimientos los puedan emplear con júbilo cuando sean profesionales, que puedan integrar orquestas sinfónicas respetadas y respetables, aquí o en cualquier lugar del mundo, ojalá que al llegar a la adultés cada uno de ellos tenga la posibilidad de ocupar un atril con el optimismo que lo hicieron en este concierto inaugural. 

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