Los cambios en Cuba
La última “reforma” propuesta por Raúl Castro, que desde los cuatro puntos cardinales recibió loas, demuestra cuanta desmemoria somos capaces de acumular los seres humanos: Castro II, anunció la buena nueva de que se ajustarían los salarios de los trabajadores cubanos al rendimiento laboral. Anuncio que voló como las palomas que salen de la chistera de un mago, anuncio de una “reforma” que para nadie en Cuba es novedad. Es cierto que la década del 70 del siglo XX nos queda muy lejos en el recuerdo, y más aun la del 20; sin embargo, puedo tolerar el olvido, pero no lo comparto.
En 1975, Castro I celebró el I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), del que salieron los planes del quinquenio 75-80, y entre la multitud de “reformas” que brotó del aquelarre, estuvo El Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), un remedo de la más olvidada aun, Nueva Política Económica (NEP) con la que Vladimir Ilich Lenin pretendía “reformar”, a principio de los 20’s, la depauperada economía soviética.
La última “reforma” propuesta por Raúl Castro, que desde los cuatro puntos cardinales recibió loas, demuestra cuanta desmemoria somos capaces de acumular los seres humanos: Castro II, anunció la buena nueva de que se ajustarían los salarios de los trabajadores cubanos al rendimiento laboral. Anuncio que voló como las palomas que salen de la chistera de un mago, anuncio de una “reforma” que para nadie en Cuba es novedad. Es cierto que la década del 70 del siglo XX nos queda muy lejos en el recuerdo, y más aun la del 20; sin embargo, puedo tolerar el olvido, pero no lo comparto.
En 1975, Castro I celebró el I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), del que salieron los planes del quinquenio 75-80, y entre la multitud de “reformas” que brotó del aquelarre, estuvo El Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), un remedo de la más olvidada aun, Nueva Política Económica (NEP) con la que Vladimir Ilich Lenin pretendía “reformar”, a principio de los 20’s, la depauperada economía soviética.
Entre los mecanismos que ambos sistemas proponían para el desarrollo acelerado de la economía socialista, se contemplaba la vinculación del salario de los trabajadores con el rendimiento y la productividad de estos en la jornada laboral, algo que se resumía en el precepto: De cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo.
Algunas de estas “reformas” fueron practicadas en Cuba, y como consecuencia de ello aparecieron el mercado libre campesino, los mercados paralelos, el trabajo por cuenta propia y hasta una Ley de la Vivienda que permitía, en ciertas condiciones, arrendar, vender y comprar solares, azoteas y bienes inmuebles.
Por supuesto, que la primera que voló como Matías Pérez fue esta última Ley, que ni siquiera llegó a ser puesta en vigor completamente; y más tarde, todos los demás consecuentes de las “reformas” promulgadas por el I Congreso del PCC y reafirmadas en 1980 por el II Congreso.
A mediados del II quinquenio, Castro I promulgó nuevas “reformas”, las que bautizó con el castizo nombre de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, y que anulaban todas las “reformas” anteriores, poniendo fin a eso que hoy Castro II anuncia: La vinculación de los salarios con el rendimiento laboral.
Ciertamente, en los 80’s se elevó la producción y mejoró relativamente el poder adquisitivo de los ciudadanos, quienes utilizaban entonces el peso cubano para sus obligaciones fundamentales. Pero más de tres décadas después, las “reformas” que propone Castro II, tienen un panorama muy distinto: Cuba no tiene moneda nacional, por más eufemismos y trucos lingüísticos que el régimen utilice para expresar lo contrario. Los trabajadores cubanos obtienen sus salarios en una moneda que le llaman “peso cubano”, pero todas las obligaciones fundamentales, incluidas las cacareadas y aplaudidas “reformas” del género celular o teléfono móvil, deben cubrirlas con un papel moneda innombrable, conocido como CUC, que por supuesto se adquiere a precios superiores al dólar norteamericano.
Esta espiral sin fin, esta infinita resurrección y muerte de “reformas” ha sido el modo de vida y de operaciones de una de las dictaduras más largas de América, y todavía en sus laberintos, los herederos del trono insisten en los mismos métodos, en las mismas “reformas”, porque las desmemorias e ingenuidades atrapan a los seres humanos, los anulan, y les impiden ver que nada se reformará en Cuba mientras gobiernen quienes la devastaron.
Algunas de estas “reformas” fueron practicadas en Cuba, y como consecuencia de ello aparecieron el mercado libre campesino, los mercados paralelos, el trabajo por cuenta propia y hasta una Ley de la Vivienda que permitía, en ciertas condiciones, arrendar, vender y comprar solares, azoteas y bienes inmuebles.
Por supuesto, que la primera que voló como Matías Pérez fue esta última Ley, que ni siquiera llegó a ser puesta en vigor completamente; y más tarde, todos los demás consecuentes de las “reformas” promulgadas por el I Congreso del PCC y reafirmadas en 1980 por el II Congreso.
A mediados del II quinquenio, Castro I promulgó nuevas “reformas”, las que bautizó con el castizo nombre de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”, y que anulaban todas las “reformas” anteriores, poniendo fin a eso que hoy Castro II anuncia: La vinculación de los salarios con el rendimiento laboral.
Ciertamente, en los 80’s se elevó la producción y mejoró relativamente el poder adquisitivo de los ciudadanos, quienes utilizaban entonces el peso cubano para sus obligaciones fundamentales. Pero más de tres décadas después, las “reformas” que propone Castro II, tienen un panorama muy distinto: Cuba no tiene moneda nacional, por más eufemismos y trucos lingüísticos que el régimen utilice para expresar lo contrario. Los trabajadores cubanos obtienen sus salarios en una moneda que le llaman “peso cubano”, pero todas las obligaciones fundamentales, incluidas las cacareadas y aplaudidas “reformas” del género celular o teléfono móvil, deben cubrirlas con un papel moneda innombrable, conocido como CUC, que por supuesto se adquiere a precios superiores al dólar norteamericano.
Esta espiral sin fin, esta infinita resurrección y muerte de “reformas” ha sido el modo de vida y de operaciones de una de las dictaduras más largas de América, y todavía en sus laberintos, los herederos del trono insisten en los mismos métodos, en las mismas “reformas”, porque las desmemorias e ingenuidades atrapan a los seres humanos, los anulan, y les impiden ver que nada se reformará en Cuba mientras gobiernen quienes la devastaron.
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