Desde que el Hombre como especie tuvo la necesidad de utilizar la palabra como llave para abrirse paso en el mundo, ancho y ajeno, necesitó inventar de inmediato la ganzúa. Para nadie es un secreto que la palabra, monda y lironda, cuando encierra verdades rampantes, cuando viene hacia nosotros con certezas que no queremos admitir son el terreno propicio para la debacle.
Nadie, absolutamente nadie, está dispuesto a escuchar la verdad sin que se le retuerzan las tripas y la lengua se le convierta en látigo; de tal manera que por lo general, y a estas alturas de la civilización, decir la verdad se ha convertido en un peligro o cuando menos en una ridiculez. Todos hemos asumido que la hipocresía es la diplomacia de la vida y así andamos utilizando en mayor o menor medida, con mayor o menor éxito, lo que “científicamente” llaman la “inteligencia emocional”.
Hemos admitido, hasta con un toque de cientificidad, que decir una cosa y pensar otra, tener una doble moral es por lo general lo correcto para no ofender al prójimo y obtener de él lo que necesitamos, hay consenso en que lo más acertado para abrirnos paso en esta vida es utilizar una ganzúa.
No son pocos los casos en la Historia que dan cuenta de sucesos en los que una palabra que se chipoteó dio origen a entuertos sin fin. En la Cuba colonial del siglo XIX, una actriz que llamó indios con levita a los cubanos recibió una multitudinaria reprimenda verbal y entre la muchedumbre ofendida la voz que más alto se escuchaba era la de José Martí; sin embargo, cuando la Bernhard llegó a La Habana para presentarse ante el público de una de las más codiciadas plazas de entonces y le preguntaron sobre sus dichos, ella respondió sin el menor rubor que jamás había declarado semejante cosa.
De lo que ahora mencionan estos cables lo más curioso son las reacciones, todas entre disculpas de un lado, airadas protestas del otro y ningún desmentido contundente. Creo que nadie podrá dudar de la incapacidad intelectual de Evo Morales, la pose poco cuerda de la presidenta Argentina, del reguero de heces que tuvo Fidel Castro en su abdomen, o de la megalomanía y desmedidos deseos dictatoriales de Hugo Chávez.
Y ahora, como si todo esto fuera poco, se destaparon los cables que hablan de la República Dominicana… y mire usted, qué descubrimiento, hoy revelan los Wikiecables que aquí hay corrupción… ¡qué co… pero que comentario tan tremendo! ¡Como si nadie aquí lo hubiera dicho, como si nadie lo supiera!
Si algo lamentable hay en este show es que todos saben, como lo reconoció un funcionario mexicano, que en off todos hablan mal de todos, pero al oído todos se cantan loas bonitas, todos, cuando las llaves no sirven, utilizan ganzúas.
Lo admirable de esta historia es que la nación más poderosa del mundo le preste tan poca atención a ocultar los bretes diplomáticos y que ideológicamente esté tan convencida del valor que tiene la libertad de expresión que, aun en medio de su desconcierto, sea incapaz de condenar a quienes dijeron en off lo que no se atrevieron a exponer en on.
Bien escrito, bien pensado, al grano y refrescante
ResponderEliminar