Cuando iba a la escuela me enseñaron que debía ser como el Che, pero aquella enseñanza no pudo durar, cuando pude ver con ojos de adulto y leer todo lo prohibido el ícono se desinfló, me bastó entonces ser como mi padre y mi abuelo, nada más. Y fue una suerte que Ernesto Guevara tuviera ayer su justa dimensión en mi ideario, que hubiera dejado de ser el ícono impoluto que me inculcaron.
Ayer, cuando estuve en Jacaranda, fue una suerte no estar fanatizado, no tener motivos para arremeter contra enemigos ficticios en pos de una victoria sobre la nada, fue una dicha mi estadio ideológico, porque si fuera un “intransigente revolucionario” y aun quisiera ser como el Che, aquella imagen en una vitrina del paradero me hubiera dolido mucho. Chocar con un remedo de la foto que un día le tomó el publicista Korda hubiera sido demoledor. Allí estaba su imagen en venta, bordada sobre una gorra con etiqueta, anunciándose como un artículo made in USA, allí estaba doblemente muerto, hecho añicos su ideología y su acción.
Si aun creyera que el Che rastrilló su adarga contra un imperio por el bien de la Humanidad y que fue capaz de dejar la vida en el intento, me hubiera causado mucha pena, me habría retorcido las entrañas, sacado de quicio y quizás hubiera cometido un desaguisado.
Pero visto el andar de quienes le rodearon y al puerto que llegaron todos los que han sido como él, no he podido encontrar un solo indicio para pensar seriamente que ofrendó su vida por la libertad y la democracia; por eso, cuando lo vi en la vitrina, bordado en una gorra made in USA, saqué mi cámara Lumix de Panasonic made in China y le tomé una foto.
Está donde se merece estar. Gracias por la foto y el post.
ResponderEliminarDisculpa por la tardanza para responder, pero na, se me pasó en su momento, pero como dice el refrán: «Más vale tarde que nunca». Gracias por el comentario.
Eliminar