Una pieza indispensable en la Cultura Cubana
Hoy,
7 de agosto de 2017, Julián
Orbón cumpliría 92 años, pero la muerte,
intempestiva, se le atravesó en Miami el 21 de mayo de 1991. Él no estará más,
pero su obra permanecerá ahí, mientras los Humanos disfrutemos con la música:
una entre todas las artes que, al parecer, es inherente a la condición humana,
una entre todas las artes que Orbón supo producir como el resultado de un
profundo conocimiento de todas las músicas que le tocó vivir. Él había nacido
asturiano, en Avilés, pero muy joven emigró a Cuba y allí se hizo parte de una
generación fundamental en la Cultura Cubana.
Orbón
se alimentó «de las raíces de la historia para propiciar la vivencia del pasado
en el presente», afirma Julio Estrada
en el prólogo del libro En la esencia de los Estilos,
y es así como su obra es síntesis de todas las músicas: las antiguas y las
modernas, las africanas, las cubanas y las españolas, las académicas y las
populares. Un compositor que, según Eduardo
Mata, fue el «único verdaderamente
hispanoamericano de su tiempo, por la absoluta integración estilística de su
música con los elementos más puros de ambas orillas»[1].
Él
fue un compositor investigador, un intelectual que integró el Grupo
de Renovación Musical y el Grupo
Orígenes, «un erudito en varios
órdenes» con amplios conocimientos que abarcaban «la filosofía, la religión, la
historia, la política, la literatura o las artes». Pero todo ese conocimiento,
en su gran mayoría, aún permanece disperso, y solamente se han recopilado los
trabajos que aparecen en el ya mencionado libro, En la esencia de los estilos, que publicó la editora Colibrí en el
año 2000.
Su
obra es una pieza indispensable en el constructo de la Cultura Cubana, una
pieza que, al haber permanecido inhabilitada por ser criminalizado el autor con
la figura de «contrarrevolucionario» -condenado a perder todo su patrimonio por desobedecer los mandatos de la llamada «revolución
cubana» permaneciendo con su familia en el extranjero más tiempo del permitido[2]-, ha
provocado un vacío en el curso del pensamiento musical cubano, pero como entre
cielo y tierra no hay nada oculto, cada vez más, las nuevas generaciones de
músicos e intelectuales cubanos van redescubriendo, poco a poco, a Julián Orbón
de Soto.
El
pasado 8 de junio de 2017 se cumplieron 56 años del estreno en público de la
canción Guantanamera, compuesta por
Julián Orbón (1925-1991), basada en la tonada que popularizó Joseíto Fernández,
pero hasta hoy, esa pieza, que es un himno de cubanía, se le atribuye en los
medios de toda Cuba solamente a Joseíto Fernández; incluso, cuando en la página
EcuRed, algo así como la Wikipedia oficial del PCC, se reproduce la entrada dedicada
a Orbón en el Diccionario
Enciclopédico de la Música Cubana,
donde se afirma que es el músico avilesino el autor de la Guantanamera. Pero en Cuba, pocos tienen acceso a la Internet y
quien lo tiene no pierde el tiempo en «nimiedades» como esta.
En
1994, para celebrar el cincuentenario de la creación del Grupo Orígenes, al
cual perteneció Orbón, se estrenó su Cuarteto de Cuerdas; años más tarde, en 1997, el Maestro Iván del Prado, siendo
Director Titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, llevó a los atriles
de esa institución Tres Versiones Sinfónicas[3];
en 2001 aparecieron sendos artículos en la revista Clave; uno, de Leonardo
Acosta, bajo el título Homenaje a Julián Orbón; y otro, de Gina Picart Baluja, titulado Julián Orbón: la música inocente; en 2014 se anunció que el disco
producido por el sello Colibrí, dedicado a la obra de Julián Orbón, como parte
de la colección Renovación Musical,
había alcanzado el premio
Cubadisco en la categoría Solista
Concertante; sin embargo, a estas alturas, tres años después de premiado el
disco, aún no han podido fabricarlo y colocarlo en el mercado, un hecho que, en
mi opinión, tiene como causas directas; por una parte, la ineficacia absoluta
del sistema para producir nada; y por la otra, ser este producto la obra de un
inhabilitado y desterrado por sus convicciones políticas; y lo más reciente que
he podido conocer, ha sido un artículo publicado por la musicóloga Ana Casanova
en el No. 2 de la revista Espacio Laical de 2016, bajo el título Julián Orbón: El silencio del exilio.
No
es ningún secreto que la vida y obra de Julián Orbón han sido censuradas en
Cuba durante más de medio siglo, no ha formado parte del pensamiento académico
durante varias generaciones porque se le inhabilitó por su abierta «resistencia
a coincidir en todo con la Revolución Cubana», según afirma Julio Estrada en el
prólogo del libro que mencioné; sin embargo, han aparecido estos chispazos que
acabo de relacionar, furtivas presencias de la obra de Julián Orbón mientras la
censura bosteza.
Pero
esta modorra tiene despertares violentos, porque la fundamentación jurídica,
basada en una ideología monoteísta, está viva, así que no basta con rehabilitar a Julián Orbón, ni siquiera a toda
la Cultura Cubana en el exilio, se impone denunciar a quienes inhabilitaron a
miles de cubanos, es necesario condenar a quienes borraron una parte de la Historia
de Cuba, es necesario sancionar a quienes cometieron tantos crímenes de lesa
cultura y habitan este mundo con la impunidad que han impuesto a sangre y fuego,
con la impunidad que les permite una dictadura constitucional.
Hoy, en su nonagésimo segundo aniversario, Julián, si
pudiera ver, no estaría feliz con el mundo que nos rodea, no tendría mucho que
celebrar, pero, no obstante, podría comprobar que su obra camina sola -algo que
muy probablemente dudó-, que su obra se defiende de todos los avatares, que su
legado estético y su música, como las grandes obras de arte, van convenciendo a
todos los que, en Cuba, furtivamente, puedan encontrarla.
A pesar de todo, hoy es un día feliz porque es la fecha
en la que nació un hombre bueno, como diría Martí, un músico que, cuando sea
repuesto al lugar que le corresponde, completará el constructo de las culturas cubana, española e hispanoamericana.
[1]De
la Torre, Ricardo, Pauta. Cuadernos de teoría y crítica musical, vol.
33, núm. 133, enero-marzo 2015, pp. 22-33.
[2] «Según la
Resolución 454 del Ministerio del Interior con fecha 29 de septiembre de 1961,
los cubanos que abandonaban el país con rumbo a Estados Unidos tenían
veintinueve días para regresar a Cuba; los que viajaban a otros lugares del
hemisferio occidental tenían sesenta y nueve días para hacerlo, y los que
viajaban a Europa tenían noventa días. Si los que viajaban no retornaban a Cuba
dentro de dichos plazos se consideraría que habían abandonado definitivamente
el país y sus propiedades quedarían sujetas a confiscación. Aunque la Ley No.
989 fue derogada por el Decreto-Ley 302 de 2012, aun los que deciden residir
permanentemente en el extranjero pierden sus derechos hereditarios en la isla
como lo establece el artículo 470 de la Ley No. 59 de 1987 (“Código Civil”)
vigente». Anillo, Rolando. «Reclamaciones de propiedades expropiadas en Cuba», Cuba in Transition . ASCE 2014. [En línea]
[Fecha de consulta 6 de agosto de 2017] Disponible en: http://http://www.ascecuba.org/c/wp-content/uploads/2015/01/v24-anillo.pdf
[3] Tres Versiones Sinfónicas
es
una de sus obras de juventud, y una de las más emblemáticas de su
catálogo, le valió un premio de composición en 1954 en Caracas. En 1958
Antal Dorati la grabó y en 1992, Eduardo
Mata, uno de sus exalumnos en México, la grabó
otra vez en los Estados Unidos.
Excelente y necesario articulo... una valiosa contribucion a la maltratada cultura cubana... congratulaciones al autor...
ResponderEliminarMaestro, gracias por tu comentario.
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