¿Debería
la Asamblea de Venezuela solicitar públicamente la intervención de las Fuerzas
de Paz de la ONU, o llamar en secreto al Comando Sur?
Esa solicitud es un gesto preciso para
llamar la atención de la comunidad internacional, un gesto que, con el apoyo que
ya tiene esa Asamblea en la Organización de Estados Americanos, pudiera sentar
un precedente en el área y encaminar el debate hacia la conformación de una fuerza
militar regional.
El
pasado 28 de julio se consumó el golpe madurista y hay constituyente en
Venezuela, así que en el poco tiempo que le queda a la Asamblea Nacional como instancia
del poder democrático -antes que Maduro y su cohorte acabe por defenestrarlo
también, y todos los miembros de la bancada opositora legítimamente elegidos
por los venezolanos vayan a la cárcel, al destierro o a la tumba-, esa instancia,
a través de su Presidente Julio Borges, tiene, como alternativa a estas horas, la
posibilidad de solicitar formal y públicamente, al Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, la intervención en Venezuela de los Cascos Azules, una fuerza
militar que tiene entre sus funciones «Proteger a la población civil (dando
medicinas y alimento a los más pobres) y realizar el mantenimiento de la ley y
el orden».
Lo
lento y azaroso de este proceso no garantiza en lo más mínimo su efectividad, y
en las circunstancias actuales son pocas las posibilidades de materializarlo;
sin embargo, esa solicitud es un gesto preciso para llamar la atención de la
comunidad internacional, un gesto que, con el apoyo que ya tiene esa Asamblea en
la Organización de Estados Americanos, pudiera sentar un precedente en el área
y encaminar el debate hacia la conformación de una fuerza militar regional,
dependiente de la OEA, como los Cascos Azules lo es de la ONU, una fuerza capaz
de actuar con rapidez y poner freno a la destrucción del curso democrático de
los países de América, un gesto que llame la atención sobre la
necesidad de actualizar el concepto de «injerencia democrática» y reconsiderar el
«principio de autodeterminación» de los pueblos, cuando estos, los pueblos, no
son en realidad los que pueden determinar.
Entre las
miles de resoluciones del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones
Unidas está la 2134 (2014),
refrendada en su sesión 7103ª, del 28 de enero de 2014, que autoriza la
permanencia de BINUCA en la República
Centroafricana. Este documento expresa, entre sus fundamentaciones, la profunda
preocupación de ese Consejo por el hecho de que siga deteriorándose la
situación de seguridad en aquel país de África, un deterioro que se caracteriza,
según expresa el escrito, por el colapso total del orden público, la ausencia
del estado de derecho y los asesinatos.
¿Acaso no es esto precisamente lo que ha estado sucediendo en Venezuela durante las
últimas dos décadas?, ¿acaso no se ha dejado inermes a los votantes que son en
definitiva el pueblo? ¿acaso no se impone una rápida intervención de fuerzas
externas para recomponer el Estado que ha sido demolido con las eficaces
herramientas de las dictaduras marxistas del siglo XXI?
Solicitar
en secreto la intervención del Comando Sur
sería muchísimo más rápido y efectivo; sin embargo, esa es tan improbable como
la anterior, y yo diría que muchísimo menos, basado solamente en que esa
variante es a la que apuntaron los medios de distracción masiva, con Telesur
al frente. La teoría de la conspiración y el substrato ideológico «antimperialista»,
sirve de caldo de cultivo para que esta noticia haga efecto en esa gran masa
indecisa -que vaga por nuestro continente haciendo aún parte del idiotismo
latinoamericano, como dirían Plinio, Álvaro y Montaner-, y condene a la Mesa de
la Unidad Democrática por conspirar con el «imperio».
Es cierto, solicitar la intervención del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas en el asunto, no arrienda las ganancias y
mucho menos la del Comando Sur; pero entiendo, desde mi ordenador y mi más profundo
sentimiento de impotencia, que, pensando en la historia pasada, cotejándola con
el presente -y con Cuba en la memoria-, no concibo más camino que el uso de una
fuerza internacional que detenga a los violadores, y Julio Borges, con la aprobación de la Asamblea, está a tiempo aún para hacer eso por todos nosotros.
Ojalá que así sea. Ojalá.
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