Cuando la Fania se presentó en
el teatro Carlos Marx, en aquel memorable encuentro Cuba-USA, el público aprovechó
para ir al baño. Entonces, en todo el mundo la Fania arrasaba, Fania divulgaba
el Son cubano, el Son cubano que formó y forma parte de
los hábitos de escucha de disímiles culturas, el Son cubano que hace parte del Patrimonio de la Humanidad, pero en La
Habana de principios de los 80, aquellos sones del 50 eran música vieja.
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Foto: Fuente externa |
Hoy me entero -cuando la
solicitud en la página de la Internet Change.org ya ha recogido 2,113 firmas de las 2,500
que se propone obtener-, que hay buen número de personas que clama por incluir el
Son cubano en la lista del patrimonio
cultural inmaterial de la UNESCO.
Eso, a simple vista, está muy
bien, pero solo a simple vista, porque, en
mi opinión, después de haber leído algunos de los procedimientos que
utiliza la UNESCO y las listas en las que deben ser incluidos los bienes
patrimoniales que esa institución registra, se me presentan al menos dos
preguntas; una, ¿cómo se define el Son
cubano?; dos, ¿está el Son cubano
tan instalado en la cultura inmaterial de la humanidad como para inscribirse en
la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad?.
Para responder la primera
pregunta: ¿Cómo se define el son cubano?
Es imprescindible acudir a los
parámetros que han establecido los especialistas, es decir, musicólogos y
etnomusicólogos, porque solamente definiendo la estructura de la música que
genéricamente se define como Son cubano
podremos saber qué es lo que se quiere incluir en las listas de la UNESCO.
Haciendo un breve recorrido
por esas definiciones, dejándole muchos cabos sueltos a quienes los quieran
atar, o lo que es lo mismo, dejando muchas líneas de investigación para quienes
quieran llevar el tema hasta sus últimas consecuencias, tomo una de las
primeras definiciones de Son cubano,
la de más permanencia en la historiografía cubana, incluso, a pesar de que en
1971 fue vuelta patas arribas, desmitificada y descontinuada.
Según Alejo Carpentier, en el siglo XVI hubo en
Santiago de Cuba una negra horra, que se hizo famosa por sus canciones; entre
ellas, «la única composición que puede darnos idea de lo que era la música
popular cubana en el siglo XVI: el famoso Son
de la Má Teodora». De este Son,
Carpentier reproduce la partitura que Laureano Fuentes había publicado en su
obra Las Artes en Santiago de Cuba
en 1893, y a simple vista destaca que no está en 2/4 como los sones cubanos del
siglo XX, sino en 6/8.
Alberto Muguercia Mugercia, en un extenso ensayo, demostró
que la existencia de la Má Teodora era improbable por falta de documentación, y,
desbrozando muchas otras incongruencias
en los dichos de Carpentier y otros autores que también tocaron el tema, echó
por tierra la primera definición del Son
cubano, el que según Alejo se bailaba y cantaba en Cuba desde el siglo XVI.
En el Diccionario de la Música,
Elio Orovio nos anuncia que el Son cubano
es un género vocal, instrumental bailable que constituye una de las formas
básicas dentro de la música cubana.
Según Odilio Urfé, citado por
Orovio en la mencionada obra,
afirma que el Son cubano «es el
exponente sonoro más sincrético de la identidad cultural nacional».
Emilio Grenet, también citado
por Orovio, escribió que la
estructura del Son cubano «consiste
en la repetición de un estribillo de no más de cuatro compases».
Y Rosendo Ruiz y Vicente
González Rubiera (Guyún), en la obra Polirritmia
del Son, citados también por Orovio, afirman que en la
estructura del Son cubano «se
evidencia una constante y contrastante yuxtaposición de tres franjas rítmicas
independientes en proyección dinámica. La primera línea (sincopada) se
representa en el bajo anticipado. La
segunda la integran a un tiempo la guitarra acompañante, las maracas y el bongó
[…]. Ambas franjas se […] someten al módulo métrico
bicompasado del toque de claves».
Y finalmente citaré la
definición de Armando Rodríguez Ruidíaz, quien en su obra El origen de la música cubana. Mitos y realidades,
afirma que:
Dentro
del proceso evolutivo del son podemos identificar varias etapas sin mayor dificultad.
Una primera, en la cual su forma se limita a la repetición variada de una misma
frase o estribillo, llamado «montuno» por su origen campesino, y donde la voz
es usualmente acompañada por muy pocos instrumentos musicales, quizás uno o
dos, que pudieran ser: un cordófono como la guitarra o el tres, además de un
idiófono como el güiro o las claves. Una segunda etapa, más compleja, cuya
estructura formal incluye una copla o cuarteta (llamada regina en las regiones orientales de Cuba) además del «montuno», y
donde la instrumentación se amplía con otros instrumentos como la tumbandera, la botija, o la marímbula; y
la tercera etapa que se caracteriza por una forma más profesional y sofisticada
en el desarrollo de cada sección, además de mayores grupos, formados por seis o
siete instrumentos, los cuales incluyen timbres característicos, como los del
bongó y las claves, así como el del contrabajo y la trompeta. En esta tercera
etapa arribamos a una estructura y sonoridad del son que pudiéramos llamar
clásica, pero la evolución de este género no concluye en ese punto, sino que
prosigue hasta nuestros días generando nuevas y atractivas modalidades (tales
como el mambo, la timba y el songo).
Según esta definición de
Rodríguez, una de las más actuales que he podido leer, el Son cubano ha estado en permanente evolución, por lo que para
entender dónde está justamente no es asunto de coser y cantar, es decir, cuando
al público profano se le diga que el Son cubano
está también en los mambos de Pérez Prado, en el jazz, la música de Bernstein,
Gershwin o en las canciones de Pablo Milanés, no podrá precisar exactamente en
qué lugar.
Hasta aquí entiendo que por
definición el Son cubano se canta y
se baila, que tiene un estribillo y los instrumentos se desempeñan en tres
franjas sonoras muy bien definidas (contrabajo, o botija, o marímbula; guitarra
y clave) provocando una polirritmia muy sincopada que se ajusta con el toque de
clave cubana, que ejecuta el instrumento conocido como clave, al que Fernando
Ortiz definió como clave xilofónica,
por tener sus orígenes en los clavos, claves o pasadores de madera con los que
se ajustaban las maderas de los barcos que se construían en los astilleros de
La Habana.
Para responder la segunda
pregunta: ¿Cuál de las tres listas de la UNESCO debe integrar el son cubano?
La UNESCO tiene tres listas;
una, la Lista Representativa del
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, a la que pertenecen, por ejemplo,
«Al-Qatt al-Asiri», decoración mural tradicional de las mujeres de Asir. Un
tipo de ornamentación mural tradicional de Asir que practican las amas de casa
de manera espontánea y constituye un elemento vivo del patrimonio cultural,
«presente en la mayoría de los hogares de la comunidad».
Otra es la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas
urgentes de salvaguardia, y en ella están, por ejemplo, los cantos de trabajo
de Los Llanos de Colombia y Venezuela, debido a que «la práctica de este
elemento del patrimonio cultural se ha visto mermada paulatinamente por toda
una serie de cambios socioeconómicos y políticos que han modificado
considerablemente el universo cultural de las comunidades de Los Llanos» [11]
.
Y la tercera y última lista es
el Registro de buenas prácticas de
salvaguardia, en el que fue seleccionado en 2016, por ejemplo, la
protección que brindan los húngaros al método
Kodály, un sistema creado por el compositor Zoltán Kodály hace más de un
siglo y que hoy se mantiene vivo, gracias a las buenas prácticas en su
salvaguardia.
Entonces, ¿en cuál de las tres
listas cabe el Son cubano?
En mi opinión el Son cubano no cabe en la primera lista,
porque durante más de medio siglo, el mercado, que era el motor que impulsaba
la música en Cuba, fue demolido con las prácticas de la economía socialista
provocando que el Son cubano y todos
los demás géneros de la música cubana quedaran al pairo, y dejaran de tener la
influencia que tuvieron durante la primera mitad del siglo XX -desde Cuba y
como un producto cubano-, en el patrimonio de la Humanidad.
La
industria del entretenimiento que utilizaba la música cubana como materia prima
era muy próspera económicamente y no perdió por eso su profunda raíz cultural,
ni su autenticidad. Constantemente se estaba reciclando, era un proceso en el
que la sabia que la alimentaba circulaba por arterias expeditas. Entonces, el
contacto entre Cuba y el mundo, era directo. Pero todo este lujurioso acontecer
cultural y comercial tuvo un traumático corte, una contención abrumadora que
comenzó a erigirse el primero de enero de 1959 .
Como en realidad el Son cubano de entonces sí pertenecía al
Patrimonio de la Humanidad, otros grupos humanos lo hicieron suyo a través del
mundo, convirtiéndolo en Salsa en la
ciudad de Nueva York, y convirtiéndose así la Salsa en el reservorio más fiel que tuvo el Son cubano sin Cuba. La Salsa
fue la reserva de las formas del Son
cubano, desde aquel sencillo canto que consistía en la repetición de un
estribillo de no más de cuatro compases con el acompañamiento de uno o dos
instrumentos, hasta, La pachanga,
de Eduardo Davidson,
el último en pegar un hit en el mercado del disco, justo antes de que llegara
el Comandante y mandara a parar.
El daño que provocó aquella
ruptura es irreversible, por lo que tampoco tendría sentido incluir el Son cubano en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes
de salvaguardia. El Son cubano
tuvo una vida dentro de Cuba y otra en el resto del mundo. Dentro de Cuba, tuvo
la misma vida que los cubanos, la de
sobrevivencia, la de genios ignorados, muchas veces perseguidos por sus «malas
virtudes» o por sus «desviaciones ideológicas». El son y los soneros quedaron
varados en aquella isla, de la que habían salido miles de músicos durante la
primera mitad del siglo XX a plantar bandera y esparcir su patrimonio, pero después
de 1959 los músicos se quedaron en Cuba amasando un pan que enrumbó por otros
caminos, al margen del mercado, al margen del mundo, creando un Son cubano que es hoy ajeno al
Patrimonio de la Humanidad.
Tres imágenes de las vidas
paralelas del Son cubano
Cuando la Fania se presentó en
el teatro Carlos Marx, en aquel memorable encuentro Cuba-USA, el público aprovechó
para ir al baño. Entonces, en todo el mundo la Fania arrasaba, Fania divulgaba
el Son cubano, el Son cubano que formó y forma parte de
los hábitos de escucha de disímiles culturas, el Son cubano que hace parte del Patrimonio de la Humanidad, pero en La
Habana de principios de los 80, aquellos sones del 50 eran música vieja.
Otro caso ilustrativo de las
vidas paralelas que ha tenido el Son
cubano, es el hecho cierto de que la Orquesta los Van Van, de excelente
calidad artística y musical, única orquesta bailable que ha sobrevivido durante
más de medio siglo y arrasa en Cuba, apenas si tiene un reducido círculo de
seguidores fuera de la isla, a pesar de que en todos estos años no ha dejado de
viajar, pero el mercado desde Cuba no funciona, el sistema no lo permite y el
songo que creó Formell, como una evolución más del Son cubano, no forma parte aún del Patrimonio de la Humanidad.
Y un tercer ejemplo fue Buena Vista
Social Club, una orquesta que se creó con los músicos que el sistema había
descontinuado, con algunos que estaban fuera de los escenarios y otros que cargaban
en el recuerdo sus glorias pasadas. Esta orquesta se convirtió en un éxito del
mercado, en un producto que se vendió por un productor norteamericano en el
mejor estilo de las campañas capitalistas fuera de Cuba. Aún resuenan los sones
de BVSC, porque aquella música fue la que circuló frenéticamente en el mercado antes
de 1959, la que formó parte de los hábitos de escucha de medio mundo y se
convirtió, por eso, en Patrimonio de la Humanidad. Pero aquel experimento de
BVSC llegó tarde para casi todos sus integrantes, y hoy forma parte de la
Historia. Y BVSC nunca fue un éxito de público en Cuba, era música vieja.
En conclusión, solicitarle a
la UNESCO que declare el Son cubano como
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, es verdaderamente descabellado, no tiene
asideros ciertos, porque el Son cubano
que conoce la Humanidad es el mismo que mató el socialismo en Cuba, es en todo
caso el que divulgaron las orquestas de Salsa
y Buena Vista Social Club, proyectos que triunfaron porque en el marketing se tomó muy en cuenta las
leyes del mercado y las necesidades del público, quienes a fin de cuentas son la
Humanidad, es el público consumidor de la música el que goza de ese Patrimonio
Inmaterial. Ojalá que los solicitantes lo consigan, que la UNESCO acceda, pero
recuerden siempre: se los dije, es descabellado porque no se compadece con la
realidad.
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