viernes, 1 de junio de 2018

«REGISTRO DE HUELLAS» O «PRESTIDIGITAR CON PALABRAS».

(Este artículo lo escribí cuando Maduro anunció el uso de un identificador biométrico para garantizar el reparto de los bienes y servicios, pero se quedó fuera de este blog por algún motivo que aún no descubro; sin embargo, a la luz de la intervención total de la banca y el anuncio del petro, este texto está tan actualizado como si lo hubiera escrito hoy, así que ahí les va)

La miseria que engendran las sectas marxistas, a causa de sus inservibles sistemas económicos, jamás ha sido reconocida por sus «líderes», «funcionarios», «secretarios del partido» o «grandes hermanos» y mucho menos alguno de ellos ha reconocido sus culpas en el desastre.

La digitalización del reparto en Venezuela
Foto: Fuente Externa
Las sectas marxistas -que según mis entendederas no académicas son todas aquellas que tienen en su centro como piedra filosofal-propagandística la utopía de los clásicos del marxismo-, desde que aparecieron sobre la faz de la tierra como un poder real, allá por los primeros años del siglo XX, siempre apuntaron a un lado y dispararon al otro. Con ellas murió toda transparencia en la cosa pública, la privada fue abolida y renació fortalecida la doble moral.

Ni las campañas económicas de Lenin, ni luego las de Stalin, como tampoco las de una larga descendencia dinástica en la extinta Unión Soviética, ni sus calcadores satélites alrededor del mundo hicieron algo distinto: prestidigitaron las palabras para ocultar la discapacidad económica del sistema. Y dueños de todos los medios para divulgar la magia, consiguieron pasar gato por liebre durante el tiempo suficiente como para que el espectador quedara congelado y zas, partirle la siquitrilla.

Nada esencialmente diferente está ocurriendo en Venezuela desde hace 14 años, solo que por estos días, según las noticias, se introducen adelantos científico-técnicos en áreas inusitadas. En el ex coloso petrolero de Sudamérica reeditan la Historia, y lo que Castro resolvió en la isla perdida con una cartilla –que dura más de medio siglo y es copia fiel de la utilizada por cortos períodos en algunos países que sufrieron las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial-, Maduro y su séquito de adelantados científicos lo intentan resolver mediante un sofisticado aparato digital que registra las huellas digitales. Haciendo valer el pleonasmo, el chavismo apunta a las huellas para no digitar las palabras disfunción económica.

La miseria que engendran las sectas marxistas, a causa de sus inservibles sistemas económicos, jamás ha sido reconocida por sus “líderes”, “funcionarios”, “secretarios del partido” o “grandes hermanos” y mucho menos alguno de ellos ha reconocido sus culpas en el desastre, y muchísimo menos han descubierto las causas en el propio sistema, por lo que en Venezuela, el jefe que dicta los rumbos de ese país, ha publicado reiteradamente que la causa de la escasez que sufren los venezolanos está en el contrabando y el desatino de los comerciantes, por lo que la solución está en el control de los productos.

Nada más lejos de la verdad, nada mejor prestidigitado para el público desprevenido, excelente paralogismo, nada mejor para olvidar que Colombia siempre estuvo ahí, para ocultar que si los productores de riquezas no hubieran sido agredidos y congelados con prestidigitaciones económicas de todo tipo, la escasez no existiría, nada mejor para ocultar que la clase media está en retirada y ha dejado de ser motor en la creación de riquezas. Nada mejor para olvidar que el chavismo dejó al pairo las decenas de empresas privadas que expropió, que la industria nacional disminuyó sus producciones a causa del pésimo manejo económico que ha hecho de ellas la secta marxista del chavismo, nada mejor para dejar pasar inadvertida la causa real del desastre socio económico que vive Venezuela hoy.

Esta digitalización del reparto de la miseria, no es más que una actualización tecnológica de un mal que tiene sus causas en la disfuncionalidad socio-económica de las sectas marxistas, no es más que un nuevo pase mágico en la larga carrera del escapismo socialista, una distracción que como es sabido no producirá más riquezas, sino que clavará más profundamente los pilotes del poder vitalicio en la tierra de Bolívar.

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