La obra más visible de
Leonel Fernández
En casi todas las ciudades
del mundo, la ampliación de los viaductos contribuye a la mayor fluidez del
tráfico vehicular; sin embargo, el moderno entramado vial que se construyó en
la ciudad de Santo Domingo durante los tres gobiernos de Leonel Fernández, y en
el que se invirtieron cuantiosos recursos, es totalmente inoperante en las
horas que más falta hace.
Y esto se debe, sin
necesidad de ser ingeniero ni perito en tráfico, a la incapacidad de los
agentes del orden para imponer las leyes, y a la indolencia de los choferes, es
decir a la conducta de los que en la vía pública rodamos todos los
días.
En cuanto a la incapacidad
de imponer las leyes, el asunto comienza con la revista. Este trámite en el que
supuestamente se califica la calidad de los vehículos para transitar con
seguridad, ya ni siquiera existe por lo que en su inmensa mayoría los carros
públicos o conchos, que transportan a millones de pasajeros diariamente, son
verdaderas chatarras que acarrean un peligro real.
Estos vehículos, además de
no contar con las condiciones técnicas mínimas, transportan -incumpliendo todos
los reglamentos-, tres personas delante y cuatro detrás, y sus choferes son capaces
de hacer las maniobras más temerarias por conseguir un cliente o adelantar unos
centímetros, incluso ante los ojos risueños de un policía.
Por su parte las fuerzas del
orden están integradas por un personal que desconoce las Leyes del Tránsito, tiene
como interés supremo lucrarse de las temeridades de los conductores, y la
prevención de accidentes les importa poco. Por ejemplo, durante los últimos
meses se han podido ver a los “AMET” situados -más bien emboscados-, en las
bajadas de los elevados cazando a los motoristas, quienes pagan la temeridad de
transitar por una vía que les está prohibida con una montada en la grúa, un
viaje al “canódromo”, una charla y algunos centenares de pesos. Esta
disposición que pretende prevenir un accidente fatal y preservar la vida, los
agentes la utilizan para conseguir sus “cuartos” de la manera más clara posible
¿no sería más apropiado que se situaran a la subida de los elevados para
impedir que cometan la infracción? Ah, y los equipos pesados que tampoco pueden
transitar por esas vías, nadie les dice nada y circulan a todo dar por allá
arriba, al parecer por lo imponentes y temibles que se ven.
Son muy pocas las
contravenciones en las que se fijan los agentes del orden en Santo Domingo,
pocas y siempre a manera de operativos, sin continuidad, intermitentes,
medalaganariamente, por lo que es imposible que puedan establecer el orden en
la vía pública.
Y como si todo esto fuera
poco, para elevar el caos en los elevados y hacerlos más inoperantes, la
incapacidad de la gran mayoría de los conductores para hacer la fila, convierte
la entrada de estos en verdaderos embudos, en los que quienes vienen desde el
final tratan a las buenas o las malas de incorporarse al carril que no les
pertenece, perturbando el flujo vehicular, sin la menor intervención de las
fuerzas del orden.
También otras lindezas
adornan la vía: vehículos ligeros o pesados que se dañan constantemente -debido también a la indolencia ante las malas condiciones técnicas-, y que
obstruyen la fluidez del tráfico, y las inundaciones parciales de la vía,
debido a la obtusa manera de construir las calles, aceras, contenes y drenajes
pluviales.
Además de lo antes dicho,
elevados y túneles fueron construidos sin antes ordenar el transporte público,
nudo gordiano que ata de pies y manos todas las posibilidades de modernización
de la capital dominicana. El Estado fue incapaz de propiciar un sistema de
transporte público con ómnibus modernos, cómodos y con una frecuencia capaz de
responder a las demandas, algo que a todas luces estuvo originado en la
incapacidad del gobierno para lidiar con los “sindicalistas”, dueños de casi
todas esas chatarras que navegan y obstruyen el embravecido asfalto dominicano.
Ni siquiera los taxis se salvan del desparpajo, cada vez -por la larga cadena
de indolencias-, es más difícil encontrar uno confortable y con aire.
Hoy Leonel Fernández acaba
su tercer período de gobierno, y sin dudas una de las obras más visibles
construidas en todos esos años son el Metro, los túneles y elevados con los que
consiguió adornar y cambiar definitivamente la faz de la capital dominicana; sin
embargo, en estas monumentales obras también se reflejan su incapacidad como
Jefe del Estado, en ellas está todo lo que le faltó para que esas vías pudieran
ser utilizadas a plena capacidad.
Ojalá Danilo Medina, quien
se abrochará la Ñoña hoy, tenga en su lista de lo que nunca se ha hecho, esto
del ordenamiento vial, comenzando por la creación de una institución capacitada
para hacer cumplir las leyes y sembrar en los choferes el respeto a los demás
en la vía pública, y la conformación de un equipo de ingenieros competentes que
construyan bien y corrijan las chapucerías en el drenaje pluvial, las
calles, aceras y contenes. Ojalá que el 16 de agosto de 2016, podamos despedir
a Medina con una ciudad más amigable.
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