viernes, 8 de julio de 2022

DERROCAR A LA DICTADURA CASTRISTA, ESA ES LA CUESTIÓN

El daño antropológico[1] que sufre la sociedad cubana, tanto la que reside en la Isla como la que vive en el destierro, ha impedido que se vislumbre como una condición sine qua non el derrocamiento de la dictadura castrista y sus engendros de Nicaragua y Venezuela para poder pensar en un tránsito verdadero hacia la democracia en América, y se ha incluido en casi todos los escenarios posibles a la dictadura como interlocutor, cuando esta posibilidad de diálogo está más que demostrada durante sesenta y tres años de tiranía castrista que quienes mantienen en sus manos los hilos del poder absoluto no están dispuestos a escuchar y muchísimo menos a actuar cediendo ante el más mínima reclamo de cualquier interlocutor que no demuestre tener mayor fuerza que ellos y sea capaz de arrebatarles el poder aplastando sus tropas y apoderándose de los capitales de sus generales.

Ante esa realidad es imprescindible tomar acciones que sin ambages se encaminen a esos fines, y que el derrocamiento de la dictadura por los medios que sean necesarios vuelva a ser interés de la oposición, porque esperar una implosión como la ocurrida en la antigua Unión Soviética, donde eventualmente los métodos pacíficos dieron resultados positivos, es una falacia. Con esas ideas en mente escribí sendos artículos, los que publiqué en este blog en 2017 y 2019 respectivamente.

En el primero de ellos, expuse que ante el golpe que entonces diera Nicolás Maduro a la Asamblea Nacional, se imponía la solicitud de una intervención de las Fuerzas de Paz de la ONU o las del Comando Sur; y en el segundo, que se imponía «una revisión urgente del concepto de intervención militar o injerencia humanitaria y democrática», y que se hacía necesaria «una responsabilidad de todos los países -sobre todo del gobierno de los Estados Unidos como principal potencia de la región-, con la salvaguarda de la democracia, so pena de perder todos y en muy poco tiempo, las libertades que sobreviven a duras penas».

Cinco años después el daño antropológico está hecho y la juventud cubana, palanca potencial para restaurar la Patria y la Vida, prefiere morir en el Estrecho de la Florida, en las selvas del Darién, en el Río Bravo o a manos de los traficantes de personas que enfrentando al castrismo, por lo que se hace imprescindible que quienes aún tienen voz y deseos de ver en Las Américas una comunidad de naciones libres y democráticas actúen lo más pronto posible con el objetivo de crear las alianzas necesarias y solicitar las ayudas imprescindibles para explosionar a la dictadura castrista y poder entonces comenzar, otra vez desde cero, a fundar pueblos que no sean comandados como regimientos. Esa es la cuestión.



[1] Cfr.: Toledo Valdés, Virgilio. 2009. El daño antropológico y los derechos humanos en Cuba. Madrid: Editorial Hispano Cubana.


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