lunes, 28 de octubre de 2024

NO HAY QUE TEMERLE A LA PALABRA CAOS

 


Por Roberto Sotolongo

Es lo que se vive en Cienfuegos hoy y en buena parte del país. Por ello es que utilizo calificativos o adjetivos tales como «plaga maldita», «mugre», «suciedad», «mar de pringue», «porquería». «cochambre», «peste», «inmundicia» y «caos».

Es a los griegos a quienes le debemos la existencia de este vocablo, empleado comúnmente para designar lo impredecible, lo indefinido, supuestamente anterior a la ordenación del cosmos.

Al respecto se han elaborado diversas cosmogonías, que parten de ver al mundo como una generalidad amorfa, existente aun antes que los dioses y las fuerzas elementales, llámense aire, tierra, agua, espacio o vacío.

No pocos filósofos reflexionaron al respecto, como Tales de Mileto, Anaximandro (ápeiron), Anaxímenes (aire), Jenófanes (tierra y agua), etc., etc. Más cercanos a nosotros tenemos a Friedrich Nietzsche, quien habló sobre la distinción entre el espíritu apolíneo y el espíritu dionisíaco, aseverando que el espíritu griego originario está conformado por un elemento dionisíaco que concibe el carácter caótico de la existencia y por un elemento apolíneo, responsable de la creación de un mundo de formas límpidas. Para él la filosofía constituye la visión de la lucha entre estos dos opuestos. ¿De qué parte se sitúa Nietzsche?: de parte de la concepción trágica, caótica del mundo. Por ello arremetió contra la visión ascética de sacrificio y renuncia del cristianismo.

Volviendo a las teogonías, es con Ovidio con quien el caos empieza a verse como una «confusión elemental». Partiendo de aquí el criterio filológico sobre el caos presenta a este como la hendidura situada entre el cielo y la tierra.

Otras teogonías posteriores (la del huevo órfico, de la oscuridad, etc., etc.) han engordado a partir de la de Hesíodo y de «La Metamorfosis» de Ovidio. Tengamos presente que para el poeta latino el caos significa un bulto sin vida, una masa cruda y no digerible, informe, sin bordes. Justamente tomando como referencia este criterio es que se ha llegado hasta la presente concepción de «completo desorden».

Es precisamente asumiendo esta visión que empleo el término caos en el texto «La mugre que nos invade» recientemente compartido. En cualquier diccionario que revisemos aparece, entre otras, la acepción a la que me refiero. En el Pequeño Larousse Ilustrado se califica el caos como desorden, confusión; así también en el Diccionario Ideológico, sólo que invirtiendo los significados: confusión, desorden.

Es lo que se vive en Cienfuegos hoy y en buena parte del país. Por ello es que utilizo calificativos o adjetivos tales como «plaga maldita», «mugre», «suciedad», «mar de pringue», «porquería». «cochambre», «peste», «inmundicia» y «caos».

Como habrá podido apreciar, mi mirada crítica hace alusión sólo a una zona de nuestra compleja realidad: el contexto exterior, físico de la vida cotidiana en una ciudad que se deteriora visiblemente. En otras esferas también existe el desorden, la confusión, y si no se le pone freno con urgencia llegará el momento en que presenciemos, como víctimas y victimarios el caos generalizado.

Otros artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo
(1956)


Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

 

LA MUGRE NOS INVADE


Por Roberto Sotolongo

Un simple ciudadano sensibilizado con su entorno tiene toda la fuerza moral y el derecho para denunciar el caos; sobremanera cuando dirigentes y funcionarios del Gobierno y del Partido viven ajenos a esta agresiva realidad.

Un peligro se cierne sobre Cienfuegos, cual plaga maldita: la invasión masiva de la mugre. Lo que antes eran escasos oasis de suciedad, hoy es un mar de pringue que amenaza con ahogarnos en el hedor y liquidar el paradigma que siempre fuimos en cuanto a limpieza.

Poco a poco, ante la vista indiferente, ocupada o ensimismada de todos, la porquería ha ido ganando terreno, indetenible: aguas albañales convertidas en patronas de varias calles; basureros perpetuados en el tiempo; escombros que se sueldan lentamente a las superficies sobre las que fueron echados; las heces de animales y humanos visibles por doquier; los jardines de los parques (el de Villuendas, por ejemplo), enyerbados, saturados de basura y sin la atención de un vergelero; filtraciones, salideros de agua potable; insectos, roedores y animales callejeros, felices por la libertad con que viven, etc., etc., etc.

Tres ejemplos señalo que confirman la irrupción de la cochambre: el bulevar, con una sed de agua que nadie aplaca; los portales que dan al Prado, menos maltratados, pero igual de sucios (v. gr. el que está al pie de lo que fuera la sede de la Dirección Municipal de la UJC); y el llamado Panteón de Gil, abandonado a su suerte, asediado por enemigos tan vulnerables como desechos y hierbas, a 131 años de la muerte del corajudo mambí.

No hay que ser periodista, ni escritor, ni urbanista para observar y alertar sobre la peste que se nos echa encima. Un simple ciudadano sensibilizado con su entorno tiene toda la fuerza moral y el derecho para denunciar el caos; sobremanera cuando dirigentes y funcionarios del Gobierno y del Partido viven ajenos a esta agresiva realidad.

Y no es Cienfuegos una excepción: Cuba entera es un descomunal muladar.

Alguien dijo alguna vez que Cienfuegos es una ciudad que encanta; sin embargo, si no se ataja la embestida de la inmundicia, habrá que decir que la nuestra es una ciudad que desencanta y espanta.

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Roberto Sotolongo
(1956)


Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

 



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