jueves, 23 de agosto de 2018

JOSÉ MARTÍ: EL ASTA CONTRA EL HACHA (*)


Por Roberto Sotolongo[1]

Donde nace una flor, nace el gusano; donde nace el entusiasmo, nace la censura; en cuanto se levanta un asta por el aire, ya están los hombres por todas partes buscando el hacha, pero en este combate quiere la naturaleza que las malas pasiones se cansen antes que la virtud, y que el hombre desdeñoso triunfe[2].

Monumento a José Martí en Cienfuegos, Cuba. ©ags
Así habló el más puro de los cubanos y tal parece como si predijera su destino iluminado. Nació flor y el gusano de la envidia mutiladora y la maldad enfermiza pretendió ensañarse con sus pétalos. El entusiasmo marcó su nacimiento y su vida toda, y la censura enervante quiso acallar su voz de profeta. En cuanto se erigió su espíritu como asta redentora, el hacha terrible de los hombres grises intentó partir en dos el corazón alumbrador de astas. Sin embargo, las malas pasiones agotaron sus recursos en el combate inútil en pro de la muerte. La virtud no conoció del cansancio y el hombre que despreció la inercia y la dictadura de la razón prepotente y aplastante triunfó por toda la vida y más allá de la muerte efímera.

Y como fue un espíritu iluminado genuino tuvo tendencia natural a la bondad y a la cultura, y en presencia de lo alto se alzó, y en la de lo limpio se limpió. Por eso en la búsqueda de sí mismo se confundió con el espíritu universal sin dejar de ser el grano fecundante que reposa inquieto en esta tierra tantos nacimientos y muertes.

Evocarle entraña más que una acción mimética un deber santo y una responsabilidad incondicional. Adentrarnos en su esencia para aquilatar su grandeza, penetrar su corazón para descubrir al hombre, atender a su palabra para aprender la lección: ese es el camino y no el de la repetición agotadora y vacía de sus más populares versos o de sus aforismos fuera de contexto o de fragmentos de sus más encendidos discursos. Quien fue desdeñoso y rebelde por excelencia no merece que lo abordemos con falsa devoción o que lo miremos como si fuera un Dios. No son los tiempos del politeísmo romano. Salvadores hay muchos, además de Jesús, y como salvador debemos tener a nuestro José: salvador de la bondad, de la verdad, de la nación nuestra, de Nuestra América, de la libertad, sagrada como la misma existencia, salvador del hombre y protector exquisito de la naturaleza, de esa misma de la que expresó en 1884:

la naturaleza no es más que un inmenso laboratorio en el cual nada se pierde, en donde los cuerpos se descomponen, y libres sus elementos vuelven a mezclarse, confundirse y componerse, pudiendo, en el transcurso de los siglos -que son instantes en la vida del mundo- volver a su antiguo ser, a colmar los vacíos que el hombre haya causado, por otra parte, imperceptibles en los inconmensurables depósitos del globo[3].

Hace 163 años emanó de la naturaleza con fuerza telúrica inusitada, le aportó su espíritu excepcional, transitó raudo y hondo por las entrañas hasta quedar confundido con el espíritu universal. Y así lo tenemos -a 120 años de su partida física- al alcance del corazón, cálido y humano, redivivo en cada instante, entrañable siempre, jamás desaparecido. Evoquémosle como flor nunca mustia, haciéndole la guerra a los gusanos, a los despreciables censores que aún hoy y aquí quieren ocultar las verdades que no les convienen; enterremos el hacha siniestra y levantemos el asta, persuadidos de que la naturaleza hará que las malas pasiones se agoten antes que la virtud, y que el hombre desdeñoso continúe triunfando.

(*) Tomado de la Revista Cultural de Cienfuegos Ariel. Año I, No. 1-2 Quinta época. 2015

Roberto Sotolongo (1957)
©ags

[1] Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es Licenciado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

[2] José Martí: «Otros fragmentos» (Fragmento 128), en Obras completas, t. 22, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 77.


[3] José Martí / Obras Completas, t. 8, p 448.

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