viernes, 10 de agosto de 2018

MANUEL SIMÓ: CUARTO DIRECTOR TITULAR DE LA OSN-RD (1959-1980)


Las Vanguardias Artísticas del siglo XX

Escuchar lo que no queremos y tolerarlo es uno de los principios más elementales de la democracia, pero también la bujía que enciende los motores que nos impulsan en el infinito camino del conocimiento.

Manuel Simó (1916-1988)
El 9 de agosto de 1959 Manuel Simó (1916-1988) fue nombrado Director Titular de la OSN-RD,[1] cargo en el que se desempeñó hasta el 28 de enero de 1980, cuando fue nombrado en ese puesto el maestro Jacinto Gimbernard[2]. Quizás uno de los logros artísticos más notables en la labor del Maestro Simó como director de la Orquesta fue su interés por llevar a los atriles las obras que marcaron la estética del siglo XX.

De tal modo, desde sus primeras apariciones como invitado en el podio, propuso obras de autores contemporáneos; entre ellas, Pastoral de verano, de Arthur Honegger (1892-1955) -que si bien es una obra con fuerte influencia del impresionismo, lleva el aroma de las vanguardias-; Sinfonía No. 5 para orquesta de arcos, de Carlos Chávez (1889-1974); Retrato de Lincoln, Rodeo y Obertura al aire libre, de Aaron Copland (1900-1990); La sinfonía de los salmos y la suite de El Pájaro de fuego, de Igor Stravinski (1882-1871); El Teniente Kije, de Serge Prokófiev (1891-1953); La sinfonía simple, Op. 4 y Matinées musicales, Op. 24 (Rossini suite No. 2), de Benjamín Britten (1913-1976); Homenaje a Federico García Lorca y Sensemayá, de Silvestre Revuelta (1899-1940); Suite San Pablo, de Gustav Holst (1874-1934); Sinfonía concertante para piano y orquesta, de Héctor Tosar (1923-2002); Intermezzo de Harry Janos, de Zoltán Kodály (1882-1967); Tres danzas del ballet Gayané, de Aram Jachaturián (1903-1978); Danzas del ballet La estancia, de Alberto Ginastera (1916-1983); Concierto en fa, de George Gershwin (1898-1937); y El Flautista increíble, de Walter Piston (1894-1976).

Tan alto llegó el interés del Maestro Simó por las vanguardias y los compositores vivos, no solamente dominicanos sino de todo el mundo, que presentó como parte de la Temporada de Primavera del año 1969 un ciclo de dos conciertos titulados «Fluxus Música de Vanguardia», que estuvieron precedidos por dos conferencias en el Auditorio del Palacio de Bellas Artes; una, el día 14 titulada Fluxus-Media, a cargo del pianista, compositor y crítico musical Francis Schwartz; y otra, el 15, titulada Técnica y estética de la música contemporánea, a cargo del compositor y pedagogo Rafael Aponte-Ledée, ambos codirectores del Grupo Fluxus.

El primero de estos conciertos fue el día 16 de mayo, en el Auditorio del Palacio de Bellas Artes y el programa estuvo integrado por: Sincronismo, de M. Davidevski; Ambage, de R. Reynolds; Seis piezas para piano, de Arnold Schönberg; Magna II para cuatro trombones, de G. Paraskevaidis; Time-Light, de F. Schwartz; Ekphonesis III, de A. Lanza; Tres piezas en forma de pera, de Erik Satie; y Presagios de pájaros y muertos, de R. Aponte Ledée.

El segundo concierto tuvo lugar el día 18 en el mismo lugar y estuvo integrado por las siguientes obras: Tres piezas del Chu-U, de Kaseu Fukushima; Density, de Edgar Varese; Un pájaro de papel en el pecho dice que el tiempo de los besos no ha llegado, de R. Aponte Ledée; Omagio a Joyce, de Luciano Berio; Juego uno, de Mariano Etkin; y Lectura sobre la nada, de J. Cage; y Auschwitz, de F. Schwartz.

Los objetivos y los resultados de aquellos empeños del Maestro Simó, los describe Arístides Incháustegui de la siguiente forma:

El movimiento Fluxus, originado en Estados Unidos bajo la influencia de John Cage, había actuado previamente en Buenos Aires, Montevideo y Puerto Rico.

Los responsables de estas presentaciones en el país las consideraron como una confrontación con la realidad local que serviría para planear futuras actividades en colaboración. Estos proyectos no llegaron a materializarse debido a la indiferencia del público y los profesionales de la música locales de entonces, y quizás en esa actitud de rechazo a lo nuevo se pueda encontrar la causa determinante de que músicos, público y críticos dominicanos se quedaran al margen de las inexorables corrientes de la intelectualidad musical vanguardista.[3]

A pesar de estos esfuerzos encaminados a sintonizar al público, los músicos y la intelligentsia dominicana con lo que acontecía en el arte musical en las plazas más importantes del mundo, Simó «enfrentaría, desde los días iniciales de su trabajo con Casal Chapí, críticas por su adhesión al lenguaje musical contemporáneo».[4] Estas críticas, que se basaban en la supuesta falta de elementos nacionalistas en sus obras, Simó las rebatía con argumentos como este:

¡Qué importa que las bases de nuestros conocimientos hayan tenido otro origen si somos nacionalistas y sentimos como dominicanos; por ende, tanto la música con base folklórica como la que usa métodos modernos, si es obra de un dominicano, pues es dominicana! [5]

Escuchar lo que no queremos y tolerarlo es uno de los principios más elementales de la democracia, pero también la bujía que enciende los motores que nos impulsan en el infinito camino del conocimiento; sin embargo, al día de hoy, agosto 10 de 2018, cuando se desgrana ante nosotros la segunda década del siglo XXI, todavía la música académica en la República Dominicana tiene esa asignatura pendiente con el arte musical del siglo XX, el repertorio que abordan los músicos, las academias y las orquestas, no incluye ese periodo tan importante en la Historia de la Música, y si no lo hacen sonar, sea este de vanguardia nacional o extranjera, nunca formará parte de los hábitos de escucha del pedagogo, el músico y el público.

Solo la abulia de la intelligentsia dominicana es responsable de eso, y el no haber querido estudiarla, escucharla e interpretarla a profundidad nos ha mantenido alejados de la estética de ese periodo -tan lejano ya-, de las Vanguardias Artísticas del siglo XX, donde se encuentran muchas de las claves de lo que suena hoy en los cuatro puntos cardinales del planeta.

Manuel Simó lo intentó, pero aún no ha sido escuchado, a pesar de haber escrito «las páginas académicamente más consistentes del repertorio culto dominicano».[6]



[1] Incháustegui, 1998 440
[2] Incháustegui, 1999 341
[3] Ídem. 92, 93
[4] Jorge. 2010 176
[5] Simó. 1982. Citado por Jorge. 2010 176
[6] Jorge. 2010 177

Bibliografía
Incháustegui, Arístides y Blanca Delgado Malagón. 1998. Vida Musical en Santo Domingo (1940-1965), Santo Domingo.

Incháustegui, Arístides y Blanca Delgado Malagón. 1999. Vida Musical en Santo Domingo (1966-1996), Santo Domingo.

Jorge, Bernarda. 2010. Caracterización del modernismo en la música dominicana 1940-1945. Santo Domingo. Editora Nacional.

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