No, yo no soy síquico, los síquicos no existen, solo
presto atención. El Mentalista.
El Quibú, antes de 1959, cuando Cuba era un país capitalista y a nadie le preocupaba el socialismo, era un río cristalino, de lo contrario la historia de la arquitectura en Cuba hubiera sido distinta.
Río Quibú, en su serpentear por el reparto Cubanacán, otrora uno de los más lujosos en Cuba. Foto: Fuente externa |
Claro, yo
tampoco soy psíquico, pero hago mi mejor esfuerzo por prestar atención. En eso,
prestando atención, hace seis años, cuando se suscitó un conato de altercado
entre el Instituto Cubano de la Música y algunos géneros musicales que estaban
aflorando con mucha fuerza en los barrios de La Habana, escribí el artículo Contra
el reggaeton y otras yerbas, en el que vislumbré que a todas esas
manifestaciones culturales se le vendría encima una censura -espasmódica,
violenta e hipnotizante-, como la que el socialismo le había impuesto en Cuba
al jazz, al rock y a todo el que por pito o por flauta disintiera con el pétalo
de una rosa de la voluble y monolítica política
cultural de la revolución cubana; vislumbré -no por psíquico sino
por haber prestado atención-, el fuerte gardeo
que le vendría a todas las ventanas de información que como hipidos pudieran
entreabrirse aquí o allí, tanto al muy tecnológico, «clandestino» y ultimageneracionista paquete
semanal, como a los que cantan bajo la ducha.
Y a
riesgo de perder el buen ritmo de este artículo debo hacer una digresión por si
las dudas: Digo «voluble», porque puede adaptarse a cualquier escenario, esa
licencia se la dan hasta los clásicos del marxismo, y como en Rebelión en la Granja es lícito y necesario
escribir «digo» donde decía «Diego»; y «monolítica», porque no se aparta un ápice del
dogma fundacional que reza: «Con la revolución todo, contra la revolución
ningún derecho».
Y
continúo: Después de seis años, en los que supongo el legislativo hizo estudios
detallados, académicos, jurisprudentes y jurisconsultos, el pasado día 10 de
julio, 14ymedio.com
lanzaba al ciberespacio la Gaceta de Cuba en pdf, conteniendo el Decreto
No. 349/2018, el que, después de leído, me resultó una
ejemplarizante pieza de lo que debe y no debe hacer el hombre nuevo con el
socialismo en Cuba, una icónica manera de apergollarlo, una vara para medir «quienes
sí y quienes no».
No es difícil comprender, teniendo en mente las
definiciones ya existentes en los manuales, discursos y propiamente en la PCRC,
que este Decreto es una pieza ilustre del «mecanismo» que permite «la selección
natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudica el premio y
el castigo a los que cumplen o atentan contra la sociedad (socialista) en construcción»[1], una pieza que «encaja perfectamente
en el concepto de institucionalización como el conjunto de […] aparatos bien
aceitados que permitan esa marcha»[2].
Hoy, la
noticia que voy a casar con el Decreto viene de la mano de Luz
Escobar, es una nota que aparece bajo el titulo: «Animales muertos, heces y plástico cubren el
río Quibú a su paso por La Habana».
Pero y ¿dónde,
se preguntará el lector, estará la compatibilidad de caracteres entre una
noticia y otra? Pues allá vamos: Ese río
Quibú no siempre estuvo así, no siempre fue fétido, putrefacto y
contaminante como documenta el artículo, porque, si la lógica no falla, si
hubiera sido así, los muy arquitectos e ingenieros que diseñaron el Country
Club de La Habana no lo hubieran construido en sus serpenteantes
riberas, jamás se les hubiera ocurrido crear en el curso de un río putrefacto uno
de los barrios más lujosos de toda Cuba, no hubieran asentado, los muy
capitalistas empresarios cubanos sus mansiones, muchas de las cuales son copias
fieles de casas de películas o castillos medievales, donde hoy aún anida una
buena parte de la rancia aristocracia en Cuba.
Country Club de La Habana |
Pero ojo,
si le prestamos atención a los textos, no es su vulgaridad o chabacanería lo
que más hiere los oídos del hombre socialista en Cuba -porque la timba se las
trae en eso de textos violentos, lenguaje de adultos y escenas que pudieran
herir la sensibilidad del público-, sino a sus disparos directos al mono, sin
jugar con la cadena, la verdadera ojeriza es a las denuncias sin ambages a los verdaderos
culpables del desastre, los fogonazos públicos contra el sistema, entre los que
puedo mencionar dos de certera puntería: Háblame,
de Tribu Mokoya[3], y Mi Hermosa Habana,
de Aldo y los Aldeanos.
No es a la
estética a lo que le teme el Estado Socialista, sino a la ética: quienes hayan
aprehendido la autocensura y jueguen con la cadena deben estar tranquilos,
pueden seguir cantando, como Frank Delgado, su popular Río
Quibú, e incluso, seguir escribiendo textos académicos, entre
ellos la tesis de maestría que cita Luz en su artículo, publicada por Edgar
Alexander Amaya Vázquez en 2015, en el que se afirma «que el
origen de la contaminación de la cuenca del Quibú es de origen tanto doméstico
como industrial».
Un texto en el que aparentemente no se avizora la
verdadera causa del desastre[4], al menos en el texto
citado por Luz y tampoco en lo que pudiera ser el resumen de la tesis que
aparece en el perfil de LinkedIn del
autor, donde se puede leer: «La investigación tiene como propósito contribuir
con futuras acciones de gestión integrada que se realicen sobre la zona costera
del municipio Playa, en La Habana, Cuba, para sensibilizar a la comunidad en
general por su manejo eficiente y se gestione la participación de
todos». Y aquí se declara que los culpables somos todos y de hecho la
acción política así lo establece cuando son los propios ciudadanos los
designados para limpiar la inmundicia[5], que no es más
que el resultado del abandono en el que dejó el Estado Socialista al río Quibú
y a la madre de los tomates. Menudo estudio.
Orillas del río Quibú |
Puede ser
que aún no quede clara la compatibilidad de caracteres para casar a estas dos noticias,
pero usted verá por dónde le entra el agua al coco: Simple, el Quibú, cuando
era lindo y sus aguas eran claras y cristalinas, formaba parte del imaginario
colectivo de los vates cubanos y muy probablemente, en uno parecido al Quibú,
cuando era lindo, se inspiró Pituko Rigual
para tirar su cariño al río. Para componer uno de los boleros más bellos de su
tiempo, con un
texto digno de cualquier antología.
Ahora,
cuando el rio Quibú es una fuente de contaminación también forma parte del
imaginario colectivo, es como el colectivo. Así que, a un Quibú contaminado
corresponde -y allá los marxistas con su materialismo histórico, su realidad
objetiva y su última instancia-, un arte que recrea esa contaminación. El
Decreto y el Quibú son la expresión genuina del socialismo y el hombre en Cuba.
[1] Guevara, Ernesto.
1988. El socialismo y el hombre en
Cuba, La Habana. Editora Política. 14
[2] Ídem.
[3] «Háblame de ti, de
tus mañas, tus estupideces,
Y de un comunismo fusionado con tus intereses
Del odio que crece por oírte hablar tantas sandeces
Y de la miseria porque el pueblo no se lo merece»
Y de un comunismo fusionado con tus intereses
Del odio que crece por oírte hablar tantas sandeces
Y de la miseria porque el pueblo no se lo merece»
[4] Debo advertir que el
texto íntegro de la tesis no lo pude encontrar en la Internet, pero sigo
buscándolo.
[5] Cfr. Ángela Corvea
Martínez. Acciones de limpieza en el
río Quibú. [En línea] [Consultado el 19 de agosto de 2018] Disponible
en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=146840
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Están permitidos todos los argumentos, sobre todo los que están en contra de los expresados en este blog. No están permitidas las ofensas personales por innecesarias para defender una idea. Así que me tomaré el trabajo de censurarlas.