viernes, 24 de agosto de 2018

NI UNA CORCHEA DE MÚSICA

(Este artículo lo publiqué en abril de 2012, pero se quedó fuera de este blog por algún motivo que aún no descubro; sin embargo, está tan actualizado como si lo hubiera escrito hoy, así que ahí les va)

Fernando Casado y Ghasmann Bissainthe basan sus tesis acerca de la música dominicana en la historiografía, desconociendo el análisis musical, por eso llegan a conclusiones erradas. El llamado cinquillo cubano y el ritmo de tango, de procedencia africana, están en las contradanzas cubanas y en el merengue dominicano, esa es una prueba documental imprescindible que ellos no toman en cuenta.


La música puede ser objeto de estudio de varias disciplinas; entre ellas, la sociología, la antropología, el mercadeo y la terapéutica. Algunas obras musicales alcanzan categoría de arte, otras de folclor, hay las que simplemente pretenden entretener y muchas que se realizan en el mercado como cualquier producto. La música tiene diversos usos y funciones.

El estudio de la música puede ser multidisciplinario; un sociólogo, puede analizar y llegar a conclusiones acerca del impacto que la música tiene en un conglomerado humano; un antropólogo, está en capacidad de emitir criterios acerca del origen y transformación de determinados instrumentos musicales y el valor de estos en ciertos contextos; un terapeuta, puede elaborar tesis acerca del uso de determinadas obras musicales en el tratamiento de trastornos conductuales; y un mercadólogo, está en capacidad de discernir el mejor o peor comportamiento en el mercado de determinadas piezas.

Sin embargo, el análisis musical, mediante el cual es posible determinar las esencias de la música de arte, folclórica, popular o comercial, el estudio mediante el cual es posible acercarse a los orígenes de los géneros musicales, e historiar la música, eso es de la sola incumbencia de los músicos académicamente aptos y entrenados.

Para hacer un análisis musical hay que conocer perfectamente la escritura musical, y además estar en capacidad de leer y descubrir el uso de cada uno de esos signos en las diferentes culturas; es imposible, absolutamente imposible emitir criterios musicales acertados si no se está en capacidad de leer el único documento que acredita la existencia de la música: la partitura. La historiografía viene a reforzar, no a sustituir la partitura.

Del mismo modo que saber leer y escribir es el requisito mínimo para iniciar un análisis cierto de cualquier obra literaria, para exponer una tesis o una hipótesis musicológica, hay que saber leer y escribir la música, y al igual que en la literatura, tener muchas competencias académicas que permitan la organización del pensamiento, la exposición metódica del tema que se trate y el uso adecuado de las fuentes.

Lo dicho hasta aquí puede parecer a muchos una verdad de Perogrullo, pero por lo que he leído en los artículos, los libros y las conferencias magistrales del cantante Fernando Casado, no lo es.

Todas sus fuentes son historiográficas, ninguna toma como objeto de estudio la música, no hay en sus análisis ni una célula rítmica, ni una armonía, ni un giro melódico, y eso es absolutamente inapropiado para emitir los criterios que emite y llegar a las conclusiones que llega, la música no se puede explicar con palabras.

Esta es la segunda oportunidad que escribo sobre este tema, pero esta vez tengo un nombre que agregar, alguien a quien no conozco, pero que tratando de polemizar con Casado incurre en los mismos errores que aquel. Ghasmann Bissainthe, en el artículo «El merengue en la isla Quisqueya», publicado en el suplemento Areíto del periódico Hoy el sábado 21 de abril escribe: «Insistimos con argumentos que ese género musical (el merengue) surge en África y llegó a Santo Domingo primero que a Haití y a Cuba, basándome en el hecho de que los colonizadores españoles fueron los primeros en traer esclavos africanos a la isla quisqueyana a partir de los años 1510 y 1520». El artículo es largo, pero se basa completamente en los dichos historiográficos, no analiza ni una corchea de música.

Los únicos argumentos que se pueden utilizar como válidos y demostrativos de que la música «fue», «estuvo», «vino», «se hizo» o «tornó» es la música misma y lamentablemente, con los conquistadores no viajó nadie que estuviera interesado en copiar los cantos y los toques de tambor de los esclavos, esclavos que además fueron cazados y llegaron al Nuevo Mundo con lo poco que tenían sobre sus cuerpos.

Existen estudios muy serios acerca del mestizaje de la música europea con la africana, tanto el que se produjo en la misma Europa como el que tuvo lugar en América, pero esos se basan completamente en el análisis de las células rítmicas utilizadas durante siglos por las diferentes culturas. Solamente el estudio de esos pequeños grupos de sonidos, de esas células que se transmitieron durante siglos de manera oral y que han llegado a nosotros gracias a las transcripciones hechas por decenas de musicólogos, es posible elaborar hipótesis y conformar tesis ciertas acerca del origen de tal o cual género musical.

El primer merengue dominicano se tocó en 1844, pero de aquel no se conservó nada, no fue sino años después que se vertió a la partitura; sin embargo, la historiografía recoge que ya en la tercera década del siglo XIX la prensa cubana, debido a la popularidad de la contradanza, publicaba partituras completas en las páginas de La Moda o el Recreo Semanal del Bello Sexo; entre ellas, La Matilde, que se publicó en 1829, y El abufar, de 1830, en las que se detectan células rítmicas de procedencia africana; entre ellas, el llamado ritmo de tango.

La música es un arte temporal, existe solamente mientras suena, y lo que no se recoge en el papel pautado se pierde y no existe para la Historia. Poco se sabe de los merengues que se tocaron hasta las primeras décadas del siglo XX, porque ni se escribieron ni se grabaron.

Tanto Casado -quien afirma que el merengue es auténticamente dominicano y de «insostenibles africanías»-(*), como Bissainthe -quien asegura que el merengue llegó de África en el siglo XVI-, cometen el mismo error al basarse en la historiografía, y no en la música escrita o transcrita.

El llamado cinquillo y el ritmo de tango están en los toques de procedencia africana, y aparecen, entre otros géneros, en contradanzas, danzas cubanas, habaneras, milongas, y tangos, y en casi todos los merengues dominicanos; entre ellos, Compadre Pedro Juan. Esta es una prueba documental de la africanía del merengue y de su nacimiento como consecuencia del mestizaje americano, que ni Casado ni Bissainthe toman en cuenta.


Digitado en Finale. ©ags


De tal modo, quien tenga oídos oiga -la música-, y quien tenga ojos lea -la música-.

(*) Cfr.: Tabloide Areito de 28 de enero de 2012. P. 4
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1 comentario:

  1. Fernando Rodríguez (Archi)5/5/12 9:30 a. m.

    Te felicito. Muy buen artículo. Lo considero fundamental porque también por estos lares te encuentras a menudo a sociólogos, periodistas, poetas, escritores, etc. etc. dando criterios musicales que se salen completamente de sus respectivas competencias. Así va la música por el mundo...
    Gracias. Abrazos.

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