(Este artículo lo publiqué en abril de 2012,
pero se quedó fuera de este blog por algún motivo que aún no descubro; sin
embargo, está tan actualizado como si lo hubiera escrito hoy, así que ahí
les va)
Fernando Casado y Ghasmann Bissainthe basan sus tesis acerca de la música dominicana en la historiografía, desconociendo el análisis musical, por eso llegan a conclusiones erradas. El llamado cinquillo cubano y el ritmo de tango, de procedencia africana, están en las contradanzas cubanas y en el merengue dominicano, esa es una prueba documental imprescindible que ellos no toman en cuenta.
La música puede ser objeto de estudio de varias disciplinas; entre ellas, la
sociología, la antropología, el mercadeo y la terapéutica. Algunas obras
musicales alcanzan categoría de arte, otras de folclor, hay las que simplemente
pretenden entretener y muchas que se realizan en el mercado como cualquier producto.
La música tiene diversos usos y funciones.
El estudio de la música
puede ser multidisciplinario; un sociólogo, puede analizar y llegar a
conclusiones acerca del impacto que la música tiene en un conglomerado humano;
un antropólogo, está en capacidad de emitir criterios acerca del origen y
transformación de determinados instrumentos musicales y el valor de estos en
ciertos contextos; un terapeuta, puede elaborar tesis acerca del uso de
determinadas obras musicales en el tratamiento de trastornos conductuales; y un
mercadólogo, está en capacidad de discernir el mejor o peor comportamiento en
el mercado de determinadas piezas.
Sin embargo, el análisis
musical, mediante el cual es posible determinar las esencias de la música de
arte, folclórica, popular o comercial, el estudio mediante el cual es posible
acercarse a los orígenes de los géneros musicales, e historiar la música, eso
es de la sola incumbencia de los músicos académicamente aptos y entrenados.
Para hacer un análisis
musical hay que conocer perfectamente la escritura musical, y además estar en
capacidad de leer y descubrir el uso de cada uno de esos signos en las
diferentes culturas; es imposible, absolutamente imposible emitir criterios
musicales acertados si no se está en capacidad de leer el único documento que
acredita la existencia de la música: la partitura. La historiografía viene a
reforzar, no a sustituir la partitura.
Del mismo modo que saber
leer y escribir es el requisito mínimo para iniciar un análisis cierto de
cualquier obra literaria, para exponer una tesis o una hipótesis musicológica,
hay que saber leer y escribir la música, y al igual que en la literatura, tener
muchas competencias académicas que permitan la organización del pensamiento, la
exposición metódica del tema que se trate y el uso adecuado de las fuentes.
Lo dicho hasta aquí puede
parecer a muchos una verdad de Perogrullo, pero por lo que he leído en los
artículos, los libros y las conferencias magistrales del cantante Fernando
Casado, no lo es.
Todas sus fuentes son
historiográficas, ninguna toma como objeto de estudio la música, no hay en sus
análisis ni una célula rítmica, ni una armonía, ni un giro melódico, y eso es
absolutamente inapropiado para emitir los criterios que emite y llegar a las
conclusiones que llega, la música no se puede explicar con palabras.
Esta es la segunda
oportunidad que escribo sobre este tema, pero esta vez tengo un nombre que
agregar, alguien a quien no conozco, pero que tratando de polemizar con Casado
incurre en los mismos errores que aquel. Ghasmann Bissainthe, en el artículo «El merengue en la isla Quisqueya», publicado en el
suplemento Areíto del periódico Hoy el sábado 21 de abril escribe: «Insistimos
con argumentos que ese género musical (el merengue) surge en África y llegó a
Santo Domingo primero que a Haití y a Cuba, basándome en el hecho de que los
colonizadores españoles fueron los primeros en traer esclavos africanos a la
isla quisqueyana a partir de los años 1510 y 1520». El artículo es largo, pero
se basa completamente en los dichos historiográficos, no analiza ni una corchea
de música.
Los únicos argumentos que se
pueden utilizar como válidos y demostrativos de que la música «fue», «estuvo», «vino», «se hizo» o «tornó» es la música misma y lamentablemente, con los
conquistadores no viajó nadie que estuviera interesado en copiar los cantos y
los toques de tambor de los esclavos, esclavos que además fueron cazados y
llegaron al Nuevo Mundo con lo poco que tenían sobre sus cuerpos.
Existen estudios muy serios
acerca del mestizaje de la música europea con la africana, tanto el que se
produjo en la misma Europa como el que tuvo lugar en América, pero esos se
basan completamente en el análisis de las células rítmicas utilizadas durante
siglos por las diferentes culturas. Solamente el estudio de esos pequeños
grupos de sonidos, de esas células que se transmitieron durante siglos de
manera oral y que han llegado a nosotros gracias a las transcripciones hechas
por decenas de musicólogos, es posible elaborar hipótesis y conformar tesis
ciertas acerca del origen de tal o cual género musical.
El primer merengue
dominicano se tocó en 1844, pero de aquel no se conservó nada, no fue sino años
después que se vertió a la partitura; sin embargo, la historiografía recoge que
ya en la tercera década del siglo XIX la prensa cubana, debido a la popularidad
de la contradanza, publicaba partituras completas en las páginas de La Moda o el Recreo Semanal del Bello Sexo;
entre ellas, La Matilde, que se
publicó en 1829, y El abufar, de
1830, en las que se detectan células rítmicas de procedencia africana; entre
ellas, el llamado ritmo de tango.
La música es un arte
temporal, existe solamente mientras suena, y lo que no se recoge en el papel
pautado se pierde y no existe para la Historia. Poco se sabe de los merengues
que se tocaron hasta las primeras décadas del siglo XX, porque ni se
escribieron ni se grabaron.
Tanto Casado -quien afirma que el merengue es auténticamente dominicano y de «insostenibles africanías»-(*), como Bissainthe -quien asegura que el merengue llegó
de África en el siglo XVI-, cometen el mismo error al basarse en la
historiografía, y no en la música escrita o transcrita.
El llamado cinquillo y el ritmo
de tango están en los toques de procedencia africana, y aparecen, entre otros
géneros, en contradanzas, danzas cubanas, habaneras, milongas, y tangos, y en
casi todos los merengues dominicanos; entre ellos, Compadre Pedro Juan. Esta es una prueba documental de la africanía
del merengue y de su nacimiento como consecuencia del mestizaje americano, que
ni Casado ni Bissainthe toman en cuenta.
Digitado en Finale. ©ags |
De tal modo, quien tenga
oídos oiga -la música-, y quien tenga ojos lea -la música-.
(*) Cfr.: Tabloide Areito de 28 de enero de 2012. P. 4
(*) Cfr.: Tabloide Areito de 28 de enero de 2012. P. 4
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Te felicito. Muy buen artículo. Lo considero fundamental porque también por estos lares te encuentras a menudo a sociólogos, periodistas, poetas, escritores, etc. etc. dando criterios musicales que se salen completamente de sus respectivas competencias. Así va la música por el mundo...
ResponderEliminarGracias. Abrazos.