viernes, 13 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (6 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

Un improvisado y voluntario médico.

Y aquel que también vaticinó que: «La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave», se vio forzado a convertirse en un sanador, por aquello de que es casi imposible prevenir las consecuencias físicas y espirituales de los embates de una guerra.

Ante la presencia de Martí, o desde el conocimiento de su vida y de su obra, la estupefacción es inevitable; no es posible quedar impasible ante la grandeza enmascarada en aquel cuerpo aparentemente endeble. Una de las niñas que le conocieron en su andar por los montes de Oriente, Mariana, ya anciana, recuerda: «Y fue más que nada por eso, por lo que Modesta, aunque Martí no era un hombre muy físico, se impresionó con él». Lo que sorprende a todos, en especial a la adolescente Modesta y a Mariana era que: «A Martí no le daba pena preguntar como nosotros decíamos los nombres. (Se refiere a los nombres de las pequeñas criaturas del bosque) Apuntaba en una libretica. Lo agarraba un entusiasmo cuando descubría algún saber. Quien iba a decirlo, siendo él el que era aquilatado, sapiente. ¡Habrase visto!».

Asombro ante la sencillez de aquel sabio, que sin proponérselo quedó para siempre sembrado en las entrañas de aquella tierra y en la memoria de los que gozaron del privilegio de sentir su respiración y su palabra. Mucho y diverso pudiéramos contar al respecto; sin embargo, nos gana el interés de atraer la mirada hacia una de las más elevadas manifestaciones de la conducta del Apóstol: la que lo llevó a hacer de médico y enfermero de las huestes insurrectas.

Sabemos que al desembarcar por Playita de Cajobabo, Martí cargaba, además de su mochila, con un revólver Smith and Wesson, un fusil Winchester, dos mil cápsulas y un machete de hoja curva. La mochila contenía, entre otras cosas, sus libros y los imprescindibles medicamentos.

El pensador, el escritor, el estratega de la guerra necesaria y de la futura república, el fundador de un partido nuevo, el soldado que rompía monte como cualquiera, el traductor, el periodista y el Mayor General, devino en un improvisado y voluntario médico. Mas, no un improvisado cualquiera. Como leyó y estudió de todo, no podía hurtarse a la curiosidad por la medicina.

No es este el momento de escribir sobre sus vastos conocimientos al respecto. Me limito sólo a remitirlos a los siguientes tomos de sus Obras Completas: 1, 2, 3, 21, 22, 23 y 28; y para mayor facilidad en la búsqueda, al Diccionario del pensamiento martiano, en sus páginas de la 426 a la 430. En estas fuentes podrá el interesado descubrir hasta donde llegó la sapiencia martiana en lo tocante a este menester.

Sin embargo, me complace ponerlos al tanto de lo que él meditaba en 1875, con sólo 22 años de edad, acerca del rol de la medicina en la sociedad humana, y su admiración por los que ejercían esta sagrada profesión. En un texto publicado en la Revista Universal, decía: «Es la medicina como el derecho, profesión de lucha; necesítase un alma bien templada para desempeñar con éxito ese sacerdocio; el contacto de las diarias miserias morales y materiales, el combate con la sociedad y con la naturaleza, hacen mal a las almas pequeñas, mientras que es revelación de cosas altas en almas altas y hermosas.

Y aquel que también vaticinó que: «La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave», se vio forzado a convertirse en un sanador, por aquello de que es casi imposible prevenir las consecuencias físicas y espirituales de los embates de una guerra. Y él asumió el reto con hidalguía, porque justamente fue también y siempre un hombre de alma alta y hermosa.

Veamos, en sus anotaciones del día 25 de abril como se ocupaba de los heridos:

25.__......Hamacas, candelas, calderas, el campamento duerme; al pie de un árbol grande iré luego a dormir, junto al machete y el revólver, y de almohada mi capa de hule, __ahora hurgo el jolongo, y saco de él la medicina para los heridos. Cariñosas las estrellas, a las tres de la madrugada.

A las 5, abiertos los ojos, colt al costado, machete al cinto, espuela a la alpargata y a caballo. __¿Y a dónde, al acampar estaban los heridos? Con trabajo los agrupo, al pie del más grave, que creen pasmado, y viene a andas en una hamaca, colgando de un palo... Bebe descontento un sorbo de Marrasquino. ¿Y el agua, que no viene, el agua de las heridas, que al fin traen en un cubo turbio_ ¿Y el practicante, dónde está el practicante?, que no viene a sus heridos? Los otros tres se quejan, en sus capotes de goma.

 Al fin llega, arrebujado en una colcha, alegando calentura. Y entre todos, con Paquito Borrero de tierna ayuda, curamos la herida de la hamaca, una herida narigona, que entró y salió por la espalda: en una boca cabe un dedal, y una avellana en la otra: lavamos, iodoformo, algodón fenicado. Al otro, en la cabeza del muslo: entró y salió. Al otro, que se vuelve de bruces, no le salió la bala de la espalda: allí está, al salir, en el manchón rojo e hinchado; de la sífilis tiene el hombre comida la nariz y la boca; al último, boca y orificio, también en la espalda:... A Antonio Suárez de Colombia, primo de Lucila Cortés, la mujer de Merchán, la misma herida. Y se perdió a pie, y nos halló luego. 

Tres son las décimas en las que Ramón Guerra evoca aquellos instantes de curación bajo el cielo de la manigua:



35

Hacemos alto, a esperar

a los de los pies llagados,

que se acercan rezagados

y mi deber es sanar.

Desde el apacible altar

nos custodian las estrellas,

murmurando, triste y bellas

mientras busco en mi jolongo

y medicinas dispongo

al piadoso uso de ellas.

36

En la necesaria guerra

a Alcil Duvergie, el valiente

un mal plomo dio en su frente

y cayó a abonar la tierra

que ahora lo mira y lo encierra.

Traen el agua turbia, oscura;

no hay otra para la cura.

Los heridos ya me esperan

y, algunos, se desesperan.

Borrero a ayudar se apura.

37

Aplico el desinfectante

a una herida narigona;

entró y salió por la zona

de la espalda el plomo errante.

¿Y dónde está el practicante

que no viene a sus heridos?

Afriebrados y dolidos,

penden de la hamaca herida

y no poder con mi vida

aliviar a estos sufridos.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

(*) Tomado de Facebook. Publicado el 9 de mayo a las 5:18 am  

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1957)
@AGS



(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

miércoles, 11 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (5 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**) 

Pero ¡qué triste noticia! ¿Será verdad que ha muerto Flor? ¿el gallardo Flor?

Una hermosa relación de amistad entre Martí y Crombet explica el profundo golpe que significó para el líder del PRC la muerte en combate de Flor, ocurrida el 10 de abril de 1895, cuando un balazo destrozó su cabeza.

Flor Crombet (1851-1895)

Durante la guerra grande Martí se granjeó la amistad de muchos hombres: a unos los conoció durante el estallido bélico; a otros, en medio de la vorágine de la guerra. Uno de esos patriotas que alimentaron sus simpatías fue Flor Crombet, persona noble, valiente en sus criterios y en el fragor del combate. Un año y cuatro meses mayor que el Apóstol, pues había nacido un 17 de septiembre de 1851, tenía como nombre Francisco Adolfo Flor Crombet Tejera y era oriundo de El Cobre, Santiago de Cuba. 

Guerrero de las tres contiendas, llegó a alcanzar el grado de General de Brigada. Sintió por Martí un cariño y admiración proverbiales, que demostró en más de una ocasión, como aquella en que, gracias a su disposición, salvó los destinos de una expedición. Fue una de las previstas en el exilio en pro del comienzo de la guerra necesaria.

El 19 de enero de 1895 le propone a Antonio Maceo que aliste su expedición, para lo cual le hará llegar dos mil pesos; sin embargo, para sorpresa de todos y de manera absurda e inexplicable, el General le solicita cinco mil pesos oro en vez de los dos mil disponibles, de lo contrario no podrá organizar la expedición. De esta manera el Titán de Bronce hace caso omiso de la situación creada por la traición de Fernando López de Queralta, que provocara el aborto de las expediciones del Amadís y el Lagonda, y el hecho de que ya la guerra había comenzado anticipadamente en la Isla.

Y es justamente en estos momentos de tensión y desespero que Flor Crombet se ofrece al Delegado para dejar listos los preparativos del viaje a Cuba con el dinero que se cuenta. Apoyado por Gómez, Martí decide que sea el santiaguero quien dirija la expedición, en la que también irá Maceo subordinado a este.

Esta hermosa relación de amistad entre los dos patriotas, explica el profundo golpe que significó para el líder del PRC la muerte en combate de Flor, ocurrida el 10 de abril de 1895, cuando un balazo destrozó su cabeza.

La noticia llegó a Martí en plena manigua el día 21 de abril. Así la recogió en su Diario:

21.__ A las 6 salimos con Antonio, camino de San Antonio.... A poco, sale por la vereda el anciano negro y hermoso, Luis González, con sus hermanos, y su hijo

Magdaleno, y el sobrino Eufemio.... Luis me levanta del abrazo. Pero ¡qué triste noticia! ¿Será verdad que ha muerto Flor? ¿el gallardo Flor?: que Maceo fue herido en traición de los indios de Garrido: que José Maceo rebanó a Garrido de un machetazo..........___El médico preso, en la traición a Maceo, ¿no será el pobre Frank? ¡Ah, __Flor!__"

26.__ .... José Maceo, formidable, pasea el alto cuerpo; aún tiene las manos arpadas, de la maraña del pinar y del monte, cuando se abrió en alas la expedición perseguida de Costa Rica, y a Flor lo mataron, y Antonio llevó a dos consigo, y José quedó al fin solo, hundido bajo la carga, moribundo de frío en los pinos húmedos, los pies gordos y rotos: y llegó, y ya vence.

El poeta de Corazón a diario, atrapó el dolor de Martí en estos diez versos:

28

Llegó una noticia triste,

a Flor Crombet lo balearon.

Él lo vio, lo acribillaron.

De penas, mi voz insiste.

_ Juan, le preguntó, ¿lo viste?

_ Le vi el pecho destrozado

y el labio roto, cortado.

Pienso en su cabeza muerta,

bella y fría, ya desierta.

Me deja un dolor callado.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.

(*) Tomado de Facebook. Publicado el 7 de mayo a las 11:15 am

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

Roberto Sotolongo (1957)
@AGS



(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

domingo, 8 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (4 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

Y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos.

Mucha desazón sembró en el alma de Martí aquel difícil encuentro: su vida continuó siendo un calvario, aun estando entre sus propios compañeros.

La Junta de la Mejorana, óleo sobre tela
de Juan Emilio Hernández

Habían transcurrido veinte días, desde aquel 15 de abril en que Martí fue investido del grado de Mayor General del Ejército Libertador, cuando el 5 de mayo ocurre la controvertida entrevista de La Mejorana, protagonizada por él, Gómez y Maceo. Sobre el hecho existen diversas y controvertidas opiniones. Algunos historiadores edulcoran el encuentro, haciendo más énfasis en los resultados del mismo que en el proceso de las conversaciones; otros, mencionan como de pasada el suceso. Contribuyen a tales consideraciones la increíble ausencia de un documento que diera testimonio de lo acontecido, ni siquiera se redactó un acta que dejara constancia de la tan importante entrevista. Sólo contamos con los apuntes del día 5 hechos por Martí en el Diario.

Tres aspectos, como bien se sabe, se abordaron en la reunión: el momento oportuno de efectuar la invasión a occidente, la distribución de los mandos del ejército, y el tipo de gobierno que debía tener la Revolución y la manera de nombrar los delegados a la asamblea, encargados de elegir dicho gobierno. Justamente fue este último asunto el que desencadenó las asperezas y los disgustos entre aquellos hombres.

El Apóstol fue transparente en su concepción: un gobierno civil que representara dignamente al país y el Ejército con total libertad en sus movimientos y operaciones militares, sin que sufriera, como en la guerra del 68, interferencias de las estructuras civiles. Para Maceo esto era un disparate, ni siquiera creía oportuno crear un gobierno de esa naturaleza; abogaba por una Junta de Generales con mando pleno que dirigiera la contienda y una Secretaría General subordinada a esta.

Mientras Martí buscaba el equilibrio en la dirección de la Revolución, Maceo prefería el mando único, es decir los dos poderes, el civil y el militar, en una sola mano. ¿No era esta posición una clara evidencia del peligro que se corría -de acatarse la misma- de que en Cuba se enseñoreara de la guerra el caudillismo, que tanto daño hiciera en las repúblicas latinoamericanas, y provocara a la larga el surgimiento de una odiosa dictadura? Nadie lo duda, y el Apóstol estaba consciente de ese riesgo.

Al respecto no se ha agotado el tema de discusión, quien lo ha tratado con más lucidez es Rolando Rodríguez en su ineludible obra: Cuba. La forja de una nación.

Mucha desazón sembró en el alma de Martí aquel difícil encuentro: su vida continuó siendo un calvario, aun estando entre sus propios compañeros.

He sido somero en el comentario de este asunto, a pesar -y por ello mismo- de las tantas aristas que tiene. Prefiero, en cambio, que sean las palabras del propio Delegado las que nos trasmitan las impresiones que tuvo sobre aquella entrevista, según constan en sus anotaciones del 5 de mayo. Les advierto que no aparece en su Diario todo lo que escribió al respecto, por la sencilla razón de que, tras su muerte, alguien se hizo del mismo y le arrancó cuatro páginas, las correspondientes a las enumeradas 28, 29, 30 y 31, todas del día 6 de mayo. Misterio del que también escribiremos en otra ocasión.

5.__ Maceo nos había citado para Bocuey. De pronto unos jinetes. Maceo en un caballo dorado, en traje de holanda gris: ya tiene plata la silla, airosa y con estrellas. Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno; una junta de generales con mando, por sus representantes, -y una Secretaría general: -la patria, pues, y todos los oficios de ella..., como secretaría del ejército. Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante. Lo veo herido- «lo quiero menos de lo que lo quería»... Insisto en deponerme ante los representantes que se reúnan a elegir gobierno.... él mandará los cuatro de Oriente: «dentro de 15 días estarán con ustedes… y serán gentes que no me las pueda enredar allá el doctor Martí». En la mesa opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvese al asunto: me hiere, y me repugna: comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. A caballo, adiós rápido. «Por ahí se van ustedes.». y seguimos... sin rumbo cierto. Y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos»

En tres excelentes décimas encierra Ramón Guerra, como una ofrenda hacia el histórico 5 de mayo, parte de lo sucedido aquella tarde de entuertos:

47

En el ingenio es la cita.

Maceo, en corcel dorado

y de gris uniformado,

a la reunión nos invita.

Todo en derredor se agita

en curiosa animación.

Hay goce y admiración

en los criados y en todos.

Nos miran con buenos modos

Se cita a confrontación.

48

En la mesa me estremezco;

se me ha intentado tomar

como el que quiere abogar

de tutor ciudadanesco

de trabas, no pertenezco

a la casta leguleya.

Me repugna esta querella

pero sin enflaquecer

mi cargo he de deponer,

si en ello nada atropella.

49

Maceo y sus ayudantes

ya se aprestan a partir.

La tarde empieza a cernir

vapores turbios, flotantes.

De los bejucos colgantes

la quietud pende en racimos.

A los caballos subimos

sin rumbo fijo, azaroso.

Damos a un rancho fangoso

y apiñados nos dormimos.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.  

(*) Tomado de Facebook. Publicado el 5 de mayo a las 8:51 pm  

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:




Roberto Sotolongo (1957)
@AGS




(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.

viernes, 6 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (3 de 12)

 Por Roberto Sotolongo (**)

La noche bella no deja dormir

A lo alto, de mata a mata colgaba, como cortinaje tupido, una enredadera fina, de hoja menuda y lanceolada... 

La Jungla. Wilfredo Lam. Museo de Arte Moderno, NY

Se ha insistido mucho en los valores desde el punto de vista sociopolítico y militar, del Diario de Campaña de José Martí; sin embargo hay una zona deslumbrante del mismo que no debiéramos ignorar: aquella en que la belleza de la palabra se desborda para expresar el arrobamiento del hombre ante las manifestaciones, casi divinas, del entorno natural. Es un mundo sorprendente donde interactúan animales y plantas y en el que los seres humanos, como criaturas creadas, se mueven afanosos en la lucha por la existencia, sin dejar de apreciar la hermosura del resto de las criaturas, también hijas del Todopoderoso.

Sorprende la manera en que el Maestro observa, atento, ese universo que palpita a su alrededor. Y mucho más asombra el tiempo que le dedica para escribir sus impresiones. ¿Cómo lo logra ese hombre tan cargado de responsabilidades, ahora también Mayor General de Ejército Libertador? Escribe desde la selva circulares, cartas, instrucciones, asiste a reuniones de campaña, atiende a los enfermos, rompe montes, machete en mano y lee con frecuencia...Claro, duerme poco y vive más.

Veamos algunos fragmentos de sus apuntes del 18 de abril. 

18.__ A las 9 y media salimos.... .__Gómez lee las promociones.__ El sargento Pto. Rico dice: «Yo muero donde muera el General Martí». ...Por altas lomas pasamos 6 veces el Río Jobo.__ Subimos la recia loma de Pavano, con el Pomalito en lo alto, y en la cumbre la vista de naranja de China... A lo alto, de mata a mata colgaba, como cortinaje tupido, una enredadera fina, de hoja menuda y lanceolada... La noche bella no deja dormir.

Silba el grillo; el lagartijo quiquiquea, y su coro le responde: aún se ve, entre la sombra, que el monte es de cupey y de paguá, la palma corta y espinuda; entre los ruidos estridentes, oigo la música de la selva, compuesta y suave, como de finísimos violines; la música ondea, se enlaza y desata, abre el ala y se posa, titila y se eleva, siempre sutil y mínima: es la mirada del son fluido: ¿qué alas rozan las hojas? ¿qué violín diminuto, y oleadas de violines, sacan son, y alma, a las hojas? ¿qué danza de almas de hojas?.__ Se nos olvidó la comida; comimos salchichón y chocolate, y una lonja de chopo asado._

La ropa se secó a la fogata.__ 

La décima de Ramón Guerra sintetiza las notas de Martí de ese 18 de abril, haciéndose eco de la centelleante belleza de las mismas:


20

El grillo silba en la rama,

y quiquinea el lagartijo.

La selva es un acertijo de

susurrante amalgama,

que en las copas se derrama

o baja y se echa a gemir

como doloso fakir

sobre una alfombrosa estrella.

La noche se alza tan bella

que no me deja dormir.

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí.  

Tomado de Facebook. Publicado el 4 de mayo a las 9:17 pm  

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

La mugre nos invade.

La ofrenda del primogénito (1 de 12)

La ofrenda del primogénito (2 de 12)

Roberto Sotolongo  (1956)
@AGS


(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.





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miércoles, 4 de junio de 2025

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (2 de 12)

Por Roberto Sotolongo (**)

Arriba por piedras, espinas y cenagal

¡Oh, Dios, cómo un hombre de apenas 1,68 metros de estatura, con un peso de 140 libras, de hombros estrechos, de manos finas, como de dama, pudo llegar a protagonizar aquel esfuerzo titánico!

El mismo día en que le escribió a su hijo la breve, angustiosa y premonitoria carta a la que hacíamos referencia ayer, Martí parte de Montecristi en la goleta Brothers. Lo acompañan en la peligrosa cruzada Máximo Gómez, Francisco Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario.

El 6 de abril todos desembarcan en Cabo Haitiano. El Apóstol se hospeda en casa de Ulpiano Dellundé, cubano amigo y miembro del PRC, exiliado en Haití. El 9 de ese mismo mes regresan al carguero alemán Nordstrand, que los llevará a Cuba. Desde el balcón de su casa los despiden Ulpiano y su esposa Doña Dolores Aran, a quien Martí nombra en el Diario como Lola. Hay lágrimas en el rostro de ella.

Durante la travesía son perseguidos por un buque de guerra inglés y por el cañonero Partridge, a los cuales logran burlar. Y cuando están a una milla de la costa sur oriental, en medio de una noche cerrada y bañados por un violento aguacero, echan un bote al mar y, abordado este, reman exasperadamente. 

Para mayor infortunio pierden el timón. Martí esgrime el remo de proa...¡Oh, Dios, cómo un hombre de apenas 1,68 metros de estatura, con un peso de 140 libras, de hombros estrechos, de manos finas, como de dama, pudo llegar a protagonizar aquel esfuerzo titánico! 

De él, dijo Marcos del Rosario: «Cuando lo vi, creí que era demasiado débil, y después vi que era un hombrecito vivo, que daba un brinco aquí y caía allá».

Finalmente logran llegar a La Playita. Desembarcan, cada uno cargando un arma y dos mil cápsulas, además de sus mochilas. Se adentran en el monte, pasadas las diez de la noche. Se tiran sobre el suelo a dormir. Están cerca de un bohío. En la madrugada se deciden a llamar a sus moradores.

Así reflejó el Maestro en su Diario estos luminosos momentos de alegrías y riesgos:

9 Abril.---Lola, jolongo, llorando en el balcón. Nos embarcamos.

10.---Salimos del Cabo. Amanecemos en Inagua.---Izamos velas.

11.---Bote. Salimos a las 11. Pasamos rozando a Maisí, y vemos la farola.

Yo en el puente. A las 7 y media, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres.---Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras. ( La Playita, al pie de Cajobabo). Me quedo en el bote el último, vaciándolo. Salto. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos Málaga. Arriba por piedras, espinas y cenagal.

Oímos ruidos, preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, por el suelo.

12.---A las 3 nos decidimos a llamar.

Y estos son los versos alegóricos del autor de Corazón a diario:


1

Lola se asoma al balcón

con las pupilas mojadas

y las manos enlazadas

elevando una oración.

Se echa al mar la expedición

salida de Cabo Haitiano,

y escucho un clamor lejano

en la noche oscura cuando

nos baña el cielo tronando

en un forcejeo lejano.

2

Gómez lumina en la popa

a la luz del rayo urgido

y el remo se hunde al bramido

del oleaje que nos copa.

El aire hiere y se arropa

como empecinada hiedra;

y ya nada nos arredra.

Bajo una luna bermeja,

mi patria a la mar se queja

desde una playa de piedra.

3

Después que bote viramos

los revólveres nos ceñimos.

Al leve ruido que oímos

en guardia nos preparamos.

Las seis sombras caminamos

sobre espinas, cenagal,

el trecho se hace infernal.

Cerca de una talanquera

descansa la tropa entera.

Dormimos sobre el terral.

4

Bajo el cielo como abrigo

la expectativa nos bulle

y el extenuamiento huye.

Atisbo un bohío y digo

¿será amigo o enemigo?

Muy sigilosos tocamos.

Prenden la luz, esperamos.

¡Como de sus corazones

brota amor a borbotones!

¡A viejos leales nos damos!

(*) Los 12 artículos que conforman esta serie fueron publicados por su autor en su página de Facebook entre el 1 y el 19 de mayo de 2025, como un homenaje de recordación a la caída en combate de José Martí. 

Tomado de Facebook. Publicado el 2 de mayo a las 8:35 am· 

Otros Artículos de Roberto Sotolongo en este blog:

La mujer de su vida.

José Martí: El asta contra el hacha.

La reseña como parte de la crítica literaria.

La ofrenda del primogénito (1 de 12)

La ofrenda del primogénito (3 de 12)

Roberto Sotolongo (1957)
@AGS




(**) Roberto Sotolongo (Aguada de Pasajeros 1956) Es graduado en Filosofía por la Universidad Lomonósov de Moscú. Narrador, poeta e investigador. Miembro de la Sociedad Cultural «José Martí». En 1976 Obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. En 1987 obtuvo Primer Premio en el Concurso Provincial «Raúl Aparicio». Ha publicado cuentos, poemas y artículos en Conceptos, Creación, Revista cultural Ariel y en el Boletín Literario Mercedes Matamoros.






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martes, 3 de junio de 2025

EL SILENCIO DEL EXILIO (*)

Por Ana V. Casanova (**)

Aún hoy se mantiene la ignorancia pública con relación a que La Guantanamera fue ideada en música por Julián Orbón con los textos poéticos de Martí, y en conjunción con el conocido estribillo de la guantanamera que había sido utilizado y popularizado con anterioridad por Joseíto Fernández

Julián Orbón (1925-1991)
@Fuente externa

Si algún cubano no adiestrado en el arte de la música, le fuera enunciado que Julián Orbón de Soto fue uno de los más importantes compositores de Cuba durante la segunda mitad del siglo XX, acaso no mostraría asombro alguno porque no se considera un experto en el tema. Sin embargo, si a aquella afirmación añadimos que Julián Orbón fue el autor de la muy famosa canción La Guantanamera con texto de los Versos sencillos de José Martí, de seguro su semblante se tornaría estupefacto y entonces sobrevendría un invariable cuestionamiento: ¿Quién es Julián Orbón?

Hoy día en el contexto cubano la situación hipotética descrita, no es una extraordinaria. Y ese hecho se complica aún más en su significación cultural si consideramos que esas mismas informaciones dirigidas a especialistas cubanos en música ‒entiéndase musicólogos, intérpretes y compositores‒ acaso también obtengan la ignorancia y el asombro por respuesta. No hay lugar a dudas en el hecho de que varias generaciones de cubanos desconocen y por ello son incapaces de valorar la obra y los aportes a nuestra historia de compositores y ensayistas como Julián Orbón, cuyos puntos de vista creativos y de pensamiento han sido silenciados en Cuba tras su exilio en 1959.

Es de amplio dominio público, que el discernimiento de los aspectos históricos es substancial para el desempeño actual y futuro de la nación, y esto también se hace extensivo a nuestra cultura, y en especial a la música. La propagación de saberes en cuanto a tradiciones y acontecimientos históricos debe definirse por su carácter integral y no por la exposición de un devenir parcializado, ideado bajo criterios ahistoricistas como argumentos para su historicidad, concepciones que son a la vez irremediablemente transitorias; porque, de todas maneras, al final y más temprano que tarde -como señala una conocida frase- la historia pasará de manera inevitable su propio recuento.

La música, como una parte esencial del alma y el espíritu de los pueblos, tiene la posibilidad de viajar más allá de las contingencias de sus propios creadores. Muchas veces, como con lo ocurrido en el caso de la famosa Guantanamera, la ironía puede convenir una mala jugada en los caminos insospechados de los símbolos en la historia. En el caso particular de esa obra y su autor, me viene a la mente una frase que es popular entre muchos cubanos: «Dios traza líneas rectas sobre sendas curvas...», y otra propia del folclore popular: «al que no quiere caldo, dos tazas»…. Y para ilustrarlas, en una apretada síntesis, contaré solo una pequeña parte de una larga y enjundiosa historia.

El compositor, pianista, ensayista, y pedagogo Julián Orbón de Soto es un músico hispano-cubano, por orígenes y pertenencias culturales. Mitad asturiano, por su padre el pianista y compositor Benjamín Orbón; y mitad cubano por la parte materna, la también pianista Ana de Soto, ex discípula de Benjamín.

Su padre, un joven y talentoso intérprete con una incipiente pero prometedora carrera, decidió instalarse en la isla después de realizar varias giras por países de América a inicios del siglo xx. Continuó su carrera artística en Cuba y con rapidez se dio a la tarea de fundar su propia institución pedagógica, el Conservatorio Orbón uno de los más prestigiosas centros dedicados a la enseñanza de la música durante los años republicanos, que llegó a tener más de doscientas filiales en todo el país y jugó un rol significativo en las tradiciones y la memoria identitarias de la enseñanza musical en Cuba, como «expresión estética-ética de su tiempo […] [y] fuente nutricia del patrimonio tangible e intangible de nuestro archipiélago».[1]

No obstante la seguridad económica que brindaba este plantel privado para la familia Orbón, Julián fue uno de los pocos casos de descendientes de un matrimonio de padre asturiano y madre cubana, nacidos en Asturias y no en Cuba, hecho acontecido de tal manera por circunstancias de índole familiar. El nacimiento de Julián se produjo en Avilés el 7 de agosto de 1925, y su niñez y primera adolescencia transcurrió en su pueblo natal y posteriormente en Gijón. Al quedar huérfano de madre a los seis años y mientras Benjamín seguía establecido en Cuba y viajaba esporádicamente a Asturias; su tío también llamado Julián, periodista y ensayista, y su abuela paterna se ocuparon de su crianza.

Algunos miembros del Grupo de Renovación Musical. De izquierda a derecha: Serafín Pro, Edgardo Martín,
Julián Orbón, Hilario González, Virginia Fleites, Harold Gramatges, el pianista Alberto Fernández y Juan
Antonio Cámara. 
Lyceum y Lawn Tennis Club del Vedado, La Habana, 1943. Fondos del Museo Nacional
de la Música, La Habana. @Fuente Externa

Con 15 años Julián el músico fue traído a Cuba por su padre. En el conservatorio habanero de la familia se graduó como profesor de piano, y de teoría y solfeo en 1941. Realizó estudios posteriores de composición en el Conservatorio Municipal de La Habana (hoy Amadeo Roldán) en la clase de José Ardévol, profesor de origen catalán establecido en la isla. Alrededor de ese maestro se nucleó un círculo integrado por sus más aventajados discípulos, conocido como Grupo de Renovación Musical (1942-1948) entre los que se hallaba el propio Orbón y también Harold Gramagtes, Edgardo Martín, Argeliers León, Hilario González, Serafín Pro, Gisela Hernández, Juan Antonio Cámara, y Enrique Bellver. Fue en este contexto que Julián comenzó a expresarse por primera vez a través de sus creaciones musicales.


Paralelo a ello se destacó en su labor como conferencista y como crítico musical en el periódico Alerta, y escribió varios ensayos que aparecieron en Orígenes, revista en torno a la cual se nucleaba el grupo homónimo al que también perteneció y en el que encontró a algunos de sus más entrañables amigos; entre ellos, Lezama Lima, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego y el Padre Gaztelu. A la par mantuvo fuertes relaciones de amistad con otros intelectuales y artistas cubanos como Alejo Carpentier y la filósofa exiliada española María Zambrano. Sus actividades como pedagogo se intensificaron tras la muerte de su padre, Julián con solo 19 años enfrentó la dirección del Conservatorio Orbón con todas sus academias en el interior del país y prosiguió la encomiada labor iniciada por Benjamín desde hacía más de tres décadas.

Tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, Julián decidió establecer su residencia fuera de la isla como consecuencia de sus profundas convicciones católicas y anti marxistas-leninistas, sustentadas en los amargos y traumáticos recuerdos de su niñez durante la Revolución asturiana de 1934 y en los inicios de la Guerra Civil española.

A finales de la década de 1950, en Cuba Julián ya había alcanzado la madurez, gran estabilidad e independencia, había contraído matrimonio con la cubana Mercedes Vecino y habían nacido sus dos hijos. De nuevo, y esta vez por decisión propia, se lanzó a un segundo exilio cuyo destino se evidenciaba incierto. Primero viajó a México, invitado por el gobierno de ese país como profesor asistente del Taller de Composición Musical del Conservatorio Nacional y después se trasladó hacia Nueva York, Estados Unidos, país donde falleció el 21 de mayo de 1991.

Eugenio Florit, Julián Orbón, Fina García Marruz
y Cintio Vitier. NY 1980 @Fuente externa

De Cuba se marchó solo con lo puesto y las más imprescindibles pertenencias. En este nuevo exilio, al desarraigo y la tristeza se sumaría la incertidumbre de una situación económica insegura, dilema que no padeció a su llegada a La Habana. Ahora perdía todo su patrimonio, sus libros, su hogar, sus partituras, sus discos, los manuscritos de casi todas sus obras compuestas durante sus años en Cuba y además sus más entrañables amistades. Todo ello incrementó sus desequilibrios emocionales pues era entonces responsable máximo de la familia que había creado y llevaba consigo.

Mientras vivió en la isla no faltaron polémicas con relación a sus identidades personal y creativa. Muchos lo criticaron por su hispanidad y no vieron, por incapacidad o porque sencillamente no quisieron, la trascendencia de las obras de Orbón,  primero para nuestra música y después para la música de América Latina. Julián fue un peculiar caso de transculturación entre lo hispano y lo cubano, entre España y América y esto lo demuestran composiciones como Preludio y Danza para guitarra y su Cuarteto de cuerdas, ambas de 1951; además de sus Tres versiones sinfónicas, obra con la que como representante de Cuba obtuvo el Premio Landaeta en el Primer Festival y Concurso de Composición de Caracas en 1954. En todas esas creaciones están presentes junto a su hispanidad muchos rasgos de su otra mitad identitaria: la música folclórico- popular cubana, con especial presencia del son cubano y la guaracha.

Con posterioridad empezó a aflorar en su creación desde su residencia en Cuba, la presencia de rasgos musicales de otras culturas americanas, como ocurrió tras su visita a Venezuela con las melodías de los llanos venezolanos, inspiradoras en particular del último movimiento de sus Danzas Sinfónicas; una obra que prueba la voluntad consciente del compositor de asimilar la cultura americana más allá de lo cubano.

Pero si alguien tenía alguna duda de la cubanidad de Orbón la respuesta más notoria y concluyente está en su Guantanamera. A partir de 1963, mientras Julián residía en el exilio en los Estados Unidos, su obra y nombre habían sido borrados de la historia de la música de Cuba tras su decisión de trasladarse a residir fuera del país, aquella canción inundaba los medios de comunicación masiva nacionales y del mundo.

Solo dos años antes de esos acontecimientos se había evidenciado una consecuencia directa del exilio de Julián con relación a la difusión de su obra en Cuba. Y esto aparece en un informe oficial de José Ardévol, que en una de sus partes responde el cuestionamiento de la omisión de la música de Orbón del programa del Primer Festival de Música Cubana realizado en junio de 1961. Ardévol en su rol de Presidente de la Comisión Nacional de Música y máximo responsable de la organización del evento, contestó en aquella ocasión: «Orbón  […] está fuera de Cuba, y en los presentes momentos no sabemos con exactitud cuál es su posición con la Revolución».[2]

Este enfoque es solo una pequeña evidencia de la política de censura que desde 1959 y durante varias décadas, vedó y desapareció el nombre y la obra de aquellos intelectuales o artistas disconformes con las medidas y métodos de aquel proceso revolucionario. Y esa censura fue aplicada tanto a aquellos que se encontraban dentro del país, como los que lo habían abandonado la isla, como era el caso de Orbón.

Imprevista por la reprimenda política, otra fue la vía a través de la cual llegó algo de la música de Orbón a Cuba y se divulgó de manera indetenible, pues venía con gran fuerza desde los predios internacionales que apoyaban las protestas contra la guerra en Vietnam y los movimientos revolucionarios de izquierda, como era la revolución cubana. Y esa fue una canción popular, representante de una ínfima parte de la creación orboniana, pero no por pequeña deleznable en su significación cultural y simbólica, como se evidencia en los siguientes hechos.

Es conocido que la música popular por su forma de comunicar tiene mayor cantidad de consumidores que la música de concierto o académica. Y la canción La Guantanamera de Julián Orbón, conocida por el músico y cantante folklórico estadounidense Pete Seeger a través del compositor cubano Héctor Angulo, discípulo de Orbón y por aquellos momentos en los Estados Unidos, se generalizó en la voz de Seeger en su país, el resto del mundo y en Cuba, como una de las muestras de los ideales más revolucionarios, nacionalistas y raigales de la música y cultura cubanas.

En nuestro país, no pudo detenerse una popularidad llegada de los escenarios internacionales más progresistas, pero nunca se mencionó a Orbón. Él formaba parte de la lista de desafectos y traidores, y por tanto era uno de los innombrables. Aún hoy se mantiene la ignorancia pública con relación a que La Guantanamera fue ideada en música por Julián Orbón con los textos poéticos de Martí, y en conjunción con el conocido estribillo de la guantanamera que había sido utilizado y popularizado con anterioridad por Joseíto Fernández para alternar con sus décimas cantadas. Orbón fue quien creó la melodía adecuada a los Versos sencillos, escritos en cuartetas; una nueva estructura musical para ello; y realizó los cambios armónicos pertinentes para yuxtaponer los versos de Martí con la música creada por él, al ya conocido estribillo. La canción creada de tal forma por Julián es la que hoy reconocemos como la popular Guantanamera y la que se hizo célebre en el mundo.[3] Y esto quizás puede hacerse evidente para cualquier persona no enterada en música, solo por el simple hecho de reconocer la diferencia entre las estructuras poéticas de las décimas, empleadas por Joseíto; y las cuartetas de los versos de Martí, utilizadas por Orbón.

Un testigo presencial de la adecuación de los versos martianos, la creación de la melodía y el empleo del estribillo, en la versión realizada por Orbón, fue su entrañable amigo, el poeta y ensayista cubano Cintio Vitier, quien plasmó su testimonio sobre aquel hecho ocurrido en la casa de Julián en 1958: «Una noche […] él nos dijo que había descubierto cómo se podían cantar los versos de La Guantanamera, y aquella noche la tocó por primera vez en Cuba».[4] Este acontecimiento lo refirió también como una «experiencia inolvidable, verdadera iluminación poética»[5] en su libro Lo cubano en poesía. Fue por esto que la práctica de esa canción se hizo habitual en los asiduos encuentros de amigos en el hogar de Julián ‒al que todos denominaban «el palacio Orbón»‒, en los que participaban los integrantes del grupo Orígenes entre otras amistades. Todas esas reuniones terminaron a partir de entonces «con un gran coro loco cantando La Guantanamera […]».[6]

El desconocimiento de la creación orboniana en Cuba es una de las consecuencias de la censura política tras su exilio. Orbón nunca más regresó a suelo cubano. En la isla, su nombre y obra musical, sus ensayos y puntos de vista musicológicos fueron borrados de la historia y como consecuencia son desconocidos por varias generaciones de músicos y estudiosos cubanos, así como por la población en general. Sin embargo, su obra como un relevante exponente de la música cubana; constituye sin duda alguna y a más de dos décadas de su fallecimiento, uno de los más grandes enigmas en cuanto a la real trascendencia para nuestra historia.

Las composiciones de Julián Orbón creadas tras su salida de Cuba estuvieron permeadas por una constante sensación de desarraigo, incrementada aún más a partir de su residencia definitiva en los Estados Unidos, país al que nunca pudo adaptarse. Julián cayó en una gran crisis creativa que solo le permitió concluir algunas pocas obras hasta su fallecimiento. El período de mayor fecundidad creativa de su no extenso catálogo había ocurrido durante su residencia en la isla. Con relación a ello, su sobrino el guitarrista español Armando Orbón comentó durante una visita a La Habana: «… el exilio lo marcó de una forma absoluta y definitiva. Toda su música posterior se volvió más desquerida, como si no aceptara la pérdida, y que se me perdone la redundancia, del paraíso perdido que era para él Cuba».[7]

No fue hasta la década de 1990 que uno de sus más entrañables amigos, el poeta y ensayista cubano Cintio Vitier, tras el fallecimiento de Julián, pudo convertirse en su principal promotor. No obstante la destacada presencia internacional de la música de Orbón durante de la segunda mitad del siglo xx, en Cuba, en todo caso, transcurrieron numerosos años hasta que fuera quebrantado el total silencio con relación a su obra, gracias al denuedo de Vitier y la participación posterior de artistas e intelectuales cubanos.

Durante la conmemoración del cincuentenario del Grupo Orígenes en 1994, fue estrenado su Cuarteto de Cuerdas por el cuarteto Brindis de Salas, y tuvo también su premier las Tres versiones sinfónicas interpretadas por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Iván del Prado, en 1997.

A finales de la década de 1990 se develó una placa conmemorativa como homenaje a Orbón, en la fachada del edificio donde radicó el último de los tres locales habaneros del antiguo Conservatorio Orbón, sito en Calzada no. 1010, entre las calles 10 y 12 en el Vedado, lugar en el que también vivió Julián por un corto tiempo y donde acontecieron algunas de las primeras reuniones con sus amistades. El reconocimiento fue auspiciado por Ión de la Riva, en ese momento consejero cultural de la embajada de España en Cuba, en conjunto con los miembros de la revista Orígenes, entre ellos Cintio Vitier y Fina García Marruz.

A inicios del 2000, se gestó en Cuba un proyecto discográfico dirigido y concebido por el pianista y compositor Ulises Hernández, para la Casa discográfica Producciones Colibrí del Instituto Cubano de la Música, que estaría integrado por varios Cds, cuyos objetivos estaban dirigidos a rescatar, grabar y difundir la música de todos los integrantes sin excepción del Grupo de Renovación Musical. En el año 2013, algún tiempo después de haberse iniciado la serie y tras la edición de varios de sus discos, se realizó la grabación del CD Grupo de Renovación. Julián Orbón, primer fonograma dedicado por un sello discográfico cubano a la creación musical de ese compositor.

Todas las obras fueron grabadas por jóvenes intérpretes cubanos. El disco inicia con la última composición de Orbón, un ciclo de piezas para voz y piano escrito en Nueva York en el año 1987, cuya partitura se obtuvo gracias a la colaboración del músico e investigador avilesino José María Chema Martínez Sánchez, uno de los principales promotores de la obra y personalidad de Orbón en Asturias, quien la enviara a la autora de este escrito con ese propósito. La composición en cuestión se titula Libro de Cantares (De un Cancionero Asturiano) y fue interpretada por la soprano Bárbara Llanes y la pianista Ana Gabriela Fernández de Velazco. Prosigue el CD con la Toccata (1943) para piano ejecutada por Fidel Leal, y concluye con las Tres versiones sinfónicas tocadas bajo la dirección de José Méndez por la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Arte, adscrita al Liceo Mozartiano de La Habana y a la Oficina del Historiador de la ciudad.


No solo por las excelentes interpretaciones de los músicos cubanos sino también por el elevado nivel artístico de las obras de Julián Orbón, ese disco compacto fue Nominado y obtuvo el Premio Cubadisco en la categoría Música de Concierto en el año 2014. No obstante, a esta fecha el CD no ha sido producido y aún no se oferta en el mercado nacional ni internacional.


(*) Tomado de Revista Espacio Laical No.2 - 2016. [En línea] [Fecha de consulta 2 de jun.  de 2025] Disponible en: https://espaciolaical.net/julian-orbon-y-el-silencio-del-exilio/ 

 



(**) Ana Victoria Casanova Oliva (La Habana, 23-12-1959). Musicóloga y profesora. Obtuvo el Premio de Musicología Casa de las Américas en 1986 con su libro Problemática Organológica Cubana. Es una de las autoras principales de la obra Instrumentos de la música folclórica popular de Cuba. Atlas que obtuvo Mención Honorable en el Premio Robert Stevenson (1999). Decenas de artículos, ensayos, monografías y trabajos de investigación de su autoría sobre música cubana y caribeña integran diversos proyectos enciclopédicos, compendios y revistas nacionales y extranjeras. Ha realizado varias producciones discográficas y notas especializadas a Cds que han sido galardonas en varias ocasiones con el Premio Cubadisco. Ha impartido clases magistrales y conferencias en numerosos congresos y eventos de musicología así como en distintas universidades en Cuba y otros países.


[1] Pacheco Valera, Irina. (2013-06-29). “Una aproximación al Conservatorio Orbón desde la memoria pedagógica musical”. http://archivo.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/una-aproximacion-al-conservatorio-orbon-desd

[2] Ardévol, José (1966). “Algunos aspectos del trabajo de música en el CNC”. En Introducción a la música”. Instituto Cubano del Libro. La Habana, Cuba, p. 193.

El escrito en cuestión formaba parte del Informe que Ardévol, como Presidente de la Comisión Nacional de Música y Director General de Música del Consejo Nacional de Cultura (CNC), dirigió al Director del CNC el 22 de noviembre de 1961.

[3] Ver Gómez Sotolongo, Antonio (2006). “Tientos y diferencias de laGuantanamera compuesta por Julián Orbón. Política cultural de la RevoluciónCubana de 1959”, en Cuadernos de Música, Artes Visuales, Artes Escénicas, núm. 2, Bogotá, Colombia, Pontificia Universidad Javeriana, abril–septiembre, 2006, pp. 146–175. Ese estudio realizado por Gómez Sotolongo, músico e investigador cubano residente en República Dominicana demuestra a partir del análisis musical exhaustivo, cómo la obra que todo conocemos como La Guantanamera pertenece a Julián Orbón y no a Joseíto Fernández.

[4] Picart Baluja, Gina. (2001). “Julián Orbón, la música inocente”. Revista Clave año 3 no. 1, Instituto Cubano de la Música, La Habana, p. 46.

[5] Vitier, Cintio. (1970). Lo cubano en la poesía. Instituto del Libro, La Habana, p. 251

[6] Entrevista a Cintio Vitier. Picart Baluja, Gina (2001). “Julián Orbón, la música inocente”. Revista Clave año 3 no. 1, Instituto Cubano de la Música, La Habana, p. 46.

[7] Entrevista a Armando Orbón en Picart Baluja, Gina. (2001) “Julián Orbón, la música inocente”. Revista Clave. Año 3, número 1, Instituto Cubano de la Música. La Habana, Cuba, p 48.


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