martes, 3 de junio de 2025

EL SILENCIO DEL EXILIO (*)

Por Ana V. Casanova (**)

Aún hoy se mantiene la ignorancia pública con relación a que La Guantanamera fue ideada en música por Julián Orbón con los textos poéticos de Martí, y en conjunción con el conocido estribillo de la guantanamera que había sido utilizado y popularizado con anterioridad por Joseíto Fernández

Julián Orbón (1925-1991)
@Fuente externa

Si algún cubano no adiestrado en el arte de la música, le fuera enunciado que Julián Orbón de Soto fue uno de los más importantes compositores de Cuba durante la segunda mitad del siglo XX, acaso no mostraría asombro alguno porque no se considera un experto en el tema. Sin embargo, si a aquella afirmación añadimos que Julián Orbón fue el autor de la muy famosa canción La Guantanamera con texto de los Versos sencillos de José Martí, de seguro su semblante se tornaría estupefacto y entonces sobrevendría un invariable cuestionamiento: ¿Quién es Julián Orbón?

Hoy día en el contexto cubano la situación hipotética descrita, no es una extraordinaria. Y ese hecho se complica aún más en su significación cultural si consideramos que esas mismas informaciones dirigidas a especialistas cubanos en música ‒entiéndase musicólogos, intérpretes y compositores‒ acaso también obtengan la ignorancia y el asombro por respuesta. No hay lugar a dudas en el hecho de que varias generaciones de cubanos desconocen y por ello son incapaces de valorar la obra y los aportes a nuestra historia de compositores y ensayistas como Julián Orbón, cuyos puntos de vista creativos y de pensamiento han sido silenciados en Cuba tras su exilio en 1959.

Es de amplio dominio público, que el discernimiento de los aspectos históricos es substancial para el desempeño actual y futuro de la nación, y esto también se hace extensivo a nuestra cultura, y en especial a la música. La propagación de saberes en cuanto a tradiciones y acontecimientos históricos debe definirse por su carácter integral y no por la exposición de un devenir parcializado, ideado bajo criterios ahistoricistas como argumentos para su historicidad, concepciones que son a la vez irremediablemente transitorias; porque, de todas maneras, al final y más temprano que tarde -como señala una conocida frase- la historia pasará de manera inevitable su propio recuento.

La música, como una parte esencial del alma y el espíritu de los pueblos, tiene la posibilidad de viajar más allá de las contingencias de sus propios creadores. Muchas veces, como con lo ocurrido en el caso de la famosa Guantanamera, la ironía puede convenir una mala jugada en los caminos insospechados de los símbolos en la historia. En el caso particular de esa obra y su autor, me viene a la mente una frase que es popular entre muchos cubanos: «Dios traza líneas rectas sobre sendas curvas...», y otra propia del folclore popular: «al que no quiere caldo, dos tazas»…. Y para ilustrarlas, en una apretada síntesis, contaré solo una pequeña parte de una larga y enjundiosa historia.

El compositor, pianista, ensayista, y pedagogo Julián Orbón de Soto es un músico hispano-cubano, por orígenes y pertenencias culturales. Mitad asturiano, por su padre el pianista y compositor Benjamín Orbón; y mitad cubano por la parte materna, la también pianista Ana de Soto, ex discípula de Benjamín.

Su padre, un joven y talentoso intérprete con una incipiente pero prometedora carrera, decidió instalarse en la isla después de realizar varias giras por países de América a inicios del siglo xx. Continuó su carrera artística en Cuba y con rapidez se dio a la tarea de fundar su propia institución pedagógica, el Conservatorio Orbón uno de los más prestigiosas centros dedicados a la enseñanza de la música durante los años republicanos, que llegó a tener más de doscientas filiales en todo el país y jugó un rol significativo en las tradiciones y la memoria identitarias de la enseñanza musical en Cuba, como «expresión estética-ética de su tiempo […] [y] fuente nutricia del patrimonio tangible e intangible de nuestro archipiélago».[1]

No obstante la seguridad económica que brindaba este plantel privado para la familia Orbón, Julián fue uno de los pocos casos de descendientes de un matrimonio de padre asturiano y madre cubana, nacidos en Asturias y no en Cuba, hecho acontecido de tal manera por circunstancias de índole familiar. El nacimiento de Julián se produjo en Avilés el 7 de agosto de 1925, y su niñez y primera adolescencia transcurrió en su pueblo natal y posteriormente en Gijón. Al quedar huérfano de madre a los seis años y mientras Benjamín seguía establecido en Cuba y viajaba esporádicamente a Asturias; su tío también llamado Julián, periodista y ensayista, y su abuela paterna se ocuparon de su crianza.

Algunos miembros del Grupo de Renovación Musical. De izquierda a derecha: Serafín Pro, Edgardo Martín,
Julián Orbón, Hilario González, Virginia Fleites, Harold Gramatges, el pianista Alberto Fernández y Juan
Antonio Cámara. 
Lyceum y Lawn Tennis Club del Vedado, La Habana, 1943. Fondos del Museo Nacional
de la Música, La Habana. @Fuente Externa

Con 15 años Julián el músico fue traído a Cuba por su padre. En el conservatorio habanero de la familia se graduó como profesor de piano, y de teoría y solfeo en 1941. Realizó estudios posteriores de composición en el Conservatorio Municipal de La Habana (hoy Amadeo Roldán) en la clase de José Ardévol, profesor de origen catalán establecido en la isla. Alrededor de ese maestro se nucleó un círculo integrado por sus más aventajados discípulos, conocido como Grupo de Renovación Musical (1942-1948) entre los que se hallaba el propio Orbón y también Harold Gramagtes, Edgardo Martín, Argeliers León, Hilario González, Serafín Pro, Gisela Hernández, Juan Antonio Cámara, y Enrique Bellver. Fue en este contexto que Julián comenzó a expresarse por primera vez a través de sus creaciones musicales.


Paralelo a ello se destacó en su labor como conferencista y como crítico musical en el periódico Alerta, y escribió varios ensayos que aparecieron en Orígenes, revista en torno a la cual se nucleaba el grupo homónimo al que también perteneció y en el que encontró a algunos de sus más entrañables amigos; entre ellos, Lezama Lima, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego y el Padre Gaztelu. A la par mantuvo fuertes relaciones de amistad con otros intelectuales y artistas cubanos como Alejo Carpentier y la filósofa exiliada española María Zambrano. Sus actividades como pedagogo se intensificaron tras la muerte de su padre, Julián con solo 19 años enfrentó la dirección del Conservatorio Orbón con todas sus academias en el interior del país y prosiguió la encomiada labor iniciada por Benjamín desde hacía más de tres décadas.

Tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, Julián decidió establecer su residencia fuera de la isla como consecuencia de sus profundas convicciones católicas y anti marxistas-leninistas, sustentadas en los amargos y traumáticos recuerdos de su niñez durante la Revolución asturiana de 1934 y en los inicios de la Guerra Civil española.

A finales de la década de 1950, en Cuba Julián ya había alcanzado la madurez, gran estabilidad e independencia, había contraído matrimonio con la cubana Mercedes Vecino y habían nacido sus dos hijos. De nuevo, y esta vez por decisión propia, se lanzó a un segundo exilio cuyo destino se evidenciaba incierto. Primero viajó a México, invitado por el gobierno de ese país como profesor asistente del Taller de Composición Musical del Conservatorio Nacional y después se trasladó hacia Nueva York, Estados Unidos, país donde falleció el 21 de mayo de 1991.

Eugenio Florit, Julián Orbón, Fina García Marruz
y Cintio Vitier. NY 1980 @Fuente externa

De Cuba se marchó solo con lo puesto y las más imprescindibles pertenencias. En este nuevo exilio, al desarraigo y la tristeza se sumaría la incertidumbre de una situación económica insegura, dilema que no padeció a su llegada a La Habana. Ahora perdía todo su patrimonio, sus libros, su hogar, sus partituras, sus discos, los manuscritos de casi todas sus obras compuestas durante sus años en Cuba y además sus más entrañables amistades. Todo ello incrementó sus desequilibrios emocionales pues era entonces responsable máximo de la familia que había creado y llevaba consigo.

Mientras vivió en la isla no faltaron polémicas con relación a sus identidades personal y creativa. Muchos lo criticaron por su hispanidad y no vieron, por incapacidad o porque sencillamente no quisieron, la trascendencia de las obras de Orbón,  primero para nuestra música y después para la música de América Latina. Julián fue un peculiar caso de transculturación entre lo hispano y lo cubano, entre España y América y esto lo demuestran composiciones como Preludio y Danza para guitarra y su Cuarteto de cuerdas, ambas de 1951; además de sus Tres versiones sinfónicas, obra con la que como representante de Cuba obtuvo el Premio Landaeta en el Primer Festival y Concurso de Composición de Caracas en 1954. En todas esas creaciones están presentes junto a su hispanidad muchos rasgos de su otra mitad identitaria: la música folclórico- popular cubana, con especial presencia del son cubano y la guaracha.

Con posterioridad empezó a aflorar en su creación desde su residencia en Cuba, la presencia de rasgos musicales de otras culturas americanas, como ocurrió tras su visita a Venezuela con las melodías de los llanos venezolanos, inspiradoras en particular del último movimiento de sus Danzas Sinfónicas; una obra que prueba la voluntad consciente del compositor de asimilar la cultura americana más allá de lo cubano.

Pero si alguien tenía alguna duda de la cubanidad de Orbón la respuesta más notoria y concluyente está en su Guantanamera. A partir de 1963, mientras Julián residía en el exilio en los Estados Unidos, su obra y nombre habían sido borrados de la historia de la música de Cuba tras su decisión de trasladarse a residir fuera del país, aquella canción inundaba los medios de comunicación masiva nacionales y del mundo.

Solo dos años antes de esos acontecimientos se había evidenciado una consecuencia directa del exilio de Julián con relación a la difusión de su obra en Cuba. Y esto aparece en un informe oficial de José Ardévol, que en una de sus partes responde el cuestionamiento de la omisión de la música de Orbón del programa del Primer Festival de Música Cubana realizado en junio de 1961. Ardévol en su rol de Presidente de la Comisión Nacional de Música y máximo responsable de la organización del evento, contestó en aquella ocasión: «Orbón  […] está fuera de Cuba, y en los presentes momentos no sabemos con exactitud cuál es su posición con la Revolución».[2]

Este enfoque es solo una pequeña evidencia de la política de censura que desde 1959 y durante varias décadas, vedó y desapareció el nombre y la obra de aquellos intelectuales o artistas disconformes con las medidas y métodos de aquel proceso revolucionario. Y esa censura fue aplicada tanto a aquellos que se encontraban dentro del país, como los que lo habían abandonado la isla, como era el caso de Orbón.

Imprevista por la reprimenda política, otra fue la vía a través de la cual llegó algo de la música de Orbón a Cuba y se divulgó de manera indetenible, pues venía con gran fuerza desde los predios internacionales que apoyaban las protestas contra la guerra en Vietnam y los movimientos revolucionarios de izquierda, como era la revolución cubana. Y esa fue una canción popular, representante de una ínfima parte de la creación orboniana, pero no por pequeña deleznable en su significación cultural y simbólica, como se evidencia en los siguientes hechos.

Es conocido que la música popular por su forma de comunicar tiene mayor cantidad de consumidores que la música de concierto o académica. Y la canción La Guantanamera de Julián Orbón, conocida por el músico y cantante folklórico estadounidense Pete Seeger a través del compositor cubano Héctor Angulo, discípulo de Orbón y por aquellos momentos en los Estados Unidos, se generalizó en la voz de Seeger en su país, el resto del mundo y en Cuba, como una de las muestras de los ideales más revolucionarios, nacionalistas y raigales de la música y cultura cubanas.

En nuestro país, no pudo detenerse una popularidad llegada de los escenarios internacionales más progresistas, pero nunca se mencionó a Orbón. Él formaba parte de la lista de desafectos y traidores, y por tanto era uno de los innombrables. Aún hoy se mantiene la ignorancia pública con relación a que La Guantanamera fue ideada en música por Julián Orbón con los textos poéticos de Martí, y en conjunción con el conocido estribillo de la guantanamera que había sido utilizado y popularizado con anterioridad por Joseíto Fernández para alternar con sus décimas cantadas. Orbón fue quien creó la melodía adecuada a los Versos sencillos, escritos en cuartetas; una nueva estructura musical para ello; y realizó los cambios armónicos pertinentes para yuxtaponer los versos de Martí con la música creada por él, al ya conocido estribillo. La canción creada de tal forma por Julián es la que hoy reconocemos como la popular Guantanamera y la que se hizo célebre en el mundo.[3] Y esto quizás puede hacerse evidente para cualquier persona no enterada en música, solo por el simple hecho de reconocer la diferencia entre las estructuras poéticas de las décimas, empleadas por Joseíto; y las cuartetas de los versos de Martí, utilizadas por Orbón.

Un testigo presencial de la adecuación de los versos martianos, la creación de la melodía y el empleo del estribillo, en la versión realizada por Orbón, fue su entrañable amigo, el poeta y ensayista cubano Cintio Vitier, quien plasmó su testimonio sobre aquel hecho ocurrido en la casa de Julián en 1958: «Una noche […] él nos dijo que había descubierto cómo se podían cantar los versos de La Guantanamera, y aquella noche la tocó por primera vez en Cuba».[4] Este acontecimiento lo refirió también como una «experiencia inolvidable, verdadera iluminación poética»[5] en su libro Lo cubano en poesía. Fue por esto que la práctica de esa canción se hizo habitual en los asiduos encuentros de amigos en el hogar de Julián ‒al que todos denominaban «el palacio Orbón»‒, en los que participaban los integrantes del grupo Orígenes entre otras amistades. Todas esas reuniones terminaron a partir de entonces «con un gran coro loco cantando La Guantanamera […]».[6]

El desconocimiento de la creación orboniana en Cuba es una de las consecuencias de la censura política tras su exilio. Orbón nunca más regresó a suelo cubano. En la isla, su nombre y obra musical, sus ensayos y puntos de vista musicológicos fueron borrados de la historia y como consecuencia son desconocidos por varias generaciones de músicos y estudiosos cubanos, así como por la población en general. Sin embargo, su obra como un relevante exponente de la música cubana; constituye sin duda alguna y a más de dos décadas de su fallecimiento, uno de los más grandes enigmas en cuanto a la real trascendencia para nuestra historia.

Las composiciones de Julián Orbón creadas tras su salida de Cuba estuvieron permeadas por una constante sensación de desarraigo, incrementada aún más a partir de su residencia definitiva en los Estados Unidos, país al que nunca pudo adaptarse. Julián cayó en una gran crisis creativa que solo le permitió concluir algunas pocas obras hasta su fallecimiento. El período de mayor fecundidad creativa de su no extenso catálogo había ocurrido durante su residencia en la isla. Con relación a ello, su sobrino el guitarrista español Armando Orbón comentó durante una visita a La Habana: «… el exilio lo marcó de una forma absoluta y definitiva. Toda su música posterior se volvió más desquerida, como si no aceptara la pérdida, y que se me perdone la redundancia, del paraíso perdido que era para él Cuba».[7]

No fue hasta la década de 1990 que uno de sus más entrañables amigos, el poeta y ensayista cubano Cintio Vitier, tras el fallecimiento de Julián, pudo convertirse en su principal promotor. No obstante la destacada presencia internacional de la música de Orbón durante de la segunda mitad del siglo xx, en Cuba, en todo caso, transcurrieron numerosos años hasta que fuera quebrantado el total silencio con relación a su obra, gracias al denuedo de Vitier y la participación posterior de artistas e intelectuales cubanos.

Durante la conmemoración del cincuentenario del Grupo Orígenes en 1994, fue estrenado su Cuarteto de Cuerdas por el cuarteto Brindis de Salas, y tuvo también su premier las Tres versiones sinfónicas interpretadas por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Iván del Prado, en 1997.

A finales de la década de 1990 se develó una placa conmemorativa como homenaje a Orbón, en la fachada del edificio donde radicó el último de los tres locales habaneros del antiguo Conservatorio Orbón, sito en Calzada no. 1010, entre las calles 10 y 12 en el Vedado, lugar en el que también vivió Julián por un corto tiempo y donde acontecieron algunas de las primeras reuniones con sus amistades. El reconocimiento fue auspiciado por Ión de la Riva, en ese momento consejero cultural de la embajada de España en Cuba, en conjunto con los miembros de la revista Orígenes, entre ellos Cintio Vitier y Fina García Marruz.

A inicios del 2000, se gestó en Cuba un proyecto discográfico dirigido y concebido por el pianista y compositor Ulises Hernández, para la Casa discográfica Producciones Colibrí del Instituto Cubano de la Música, que estaría integrado por varios Cds, cuyos objetivos estaban dirigidos a rescatar, grabar y difundir la música de todos los integrantes sin excepción del Grupo de Renovación Musical. En el año 2013, algún tiempo después de haberse iniciado la serie y tras la edición de varios de sus discos, se realizó la grabación del CD Grupo de Renovación. Julián Orbón, primer fonograma dedicado por un sello discográfico cubano a la creación musical de ese compositor.

Todas las obras fueron grabadas por jóvenes intérpretes cubanos. El disco inicia con la última composición de Orbón, un ciclo de piezas para voz y piano escrito en Nueva York en el año 1987, cuya partitura se obtuvo gracias a la colaboración del músico e investigador avilesino José María Chema Martínez Sánchez, uno de los principales promotores de la obra y personalidad de Orbón en Asturias, quien la enviara a la autora de este escrito con ese propósito. La composición en cuestión se titula Libro de Cantares (De un Cancionero Asturiano) y fue interpretada por la soprano Bárbara Llanes y la pianista Ana Gabriela Fernández de Velazco. Prosigue el CD con la Toccata (1943) para piano ejecutada por Fidel Leal, y concluye con las Tres versiones sinfónicas tocadas bajo la dirección de José Méndez por la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Arte, adscrita al Liceo Mozartiano de La Habana y a la Oficina del Historiador de la ciudad.


No solo por las excelentes interpretaciones de los músicos cubanos sino también por el elevado nivel artístico de las obras de Julián Orbón, ese disco compacto fue Nominado y obtuvo el Premio Cubadisco en la categoría Música de Concierto en el año 2014. No obstante, a esta fecha el CD no ha sido producido y aún no se oferta en el mercado nacional ni internacional.


(*) Tomado de Revista Espacio Laical No.2 - 2016. [En línea] [Fecha de consulta 2 de jun.  de 2025] Disponible en: https://espaciolaical.net/julian-orbon-y-el-silencio-del-exilio/ 

 



(**) Ana Victoria Casanova Oliva (La Habana, 23-12-1959). Musicóloga y profesora. Obtuvo el Premio de Musicología Casa de las Américas en 1986 con su libro Problemática Organológica Cubana. Es una de las autoras principales de la obra Instrumentos de la música folclórica popular de Cuba. Atlas que obtuvo Mención Honorable en el Premio Robert Stevenson (1999). Decenas de artículos, ensayos, monografías y trabajos de investigación de su autoría sobre música cubana y caribeña integran diversos proyectos enciclopédicos, compendios y revistas nacionales y extranjeras. Ha realizado varias producciones discográficas y notas especializadas a Cds que han sido galardonas en varias ocasiones con el Premio Cubadisco. Ha impartido clases magistrales y conferencias en numerosos congresos y eventos de musicología así como en distintas universidades en Cuba y otros países.


[1] Pacheco Valera, Irina. (2013-06-29). “Una aproximación al Conservatorio Orbón desde la memoria pedagógica musical”. http://archivo.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/una-aproximacion-al-conservatorio-orbon-desd

[2] Ardévol, José (1966). “Algunos aspectos del trabajo de música en el CNC”. En Introducción a la música”. Instituto Cubano del Libro. La Habana, Cuba, p. 193.

El escrito en cuestión formaba parte del Informe que Ardévol, como Presidente de la Comisión Nacional de Música y Director General de Música del Consejo Nacional de Cultura (CNC), dirigió al Director del CNC el 22 de noviembre de 1961.

[3] Ver Gómez Sotolongo, Antonio (2006). “Tientos y diferencias de laGuantanamera compuesta por Julián Orbón. Política cultural de la RevoluciónCubana de 1959”, en Cuadernos de Música, Artes Visuales, Artes Escénicas, núm. 2, Bogotá, Colombia, Pontificia Universidad Javeriana, abril–septiembre, 2006, pp. 146–175. Ese estudio realizado por Gómez Sotolongo, músico e investigador cubano residente en República Dominicana demuestra a partir del análisis musical exhaustivo, cómo la obra que todo conocemos como La Guantanamera pertenece a Julián Orbón y no a Joseíto Fernández.

[4] Picart Baluja, Gina. (2001). “Julián Orbón, la música inocente”. Revista Clave año 3 no. 1, Instituto Cubano de la Música, La Habana, p. 46.

[5] Vitier, Cintio. (1970). Lo cubano en la poesía. Instituto del Libro, La Habana, p. 251

[6] Entrevista a Cintio Vitier. Picart Baluja, Gina (2001). “Julián Orbón, la música inocente”. Revista Clave año 3 no. 1, Instituto Cubano de la Música, La Habana, p. 46.

[7] Entrevista a Armando Orbón en Picart Baluja, Gina. (2001) “Julián Orbón, la música inocente”. Revista Clave. Año 3, número 1, Instituto Cubano de la Música. La Habana, Cuba, p 48.


Disponible en Hypermedia´y
en Cuesta Libro

1 comentario:

  1. Excepcional artículo. Imprescindible por su entrañable misión justiciera y por la información abundante que ofrece.

    ResponderEliminar

Están permitidos todos los argumentos, sobre todo los que están en contra de los expresados en este blog. No están permitidas las ofensas personales por innecesarias para defender una idea. Así que me tomaré el trabajo de censurarlas.

LA OFRENDA DEL PRIMOGÉNITO (*) (11 de 12)

  Por Roberto Sotolongo (**) Sé desaparecer, pero no desaparecerá mi pensamiento El 18 de mayo, bajo la sombra de un viejo cedro, comienza a...