Los cambios en Cuba
A dos meses del anuncio, por el que más de un amigo me felicitó creyendo que “ahora sí mi país iba a cambiar de verdad”, mi respuesta sigue siendo la misma: Este es otro episodio, otra jugada de tiempo, un cambio aparente –cambio fraude como le llamó Payá Sardiñas- para no abandonar el poder vitalicio y sobre todo, para mantenerse con vida.
Ya
pasaron dos meses de aquel anuncio de la normalización de relaciones entre el General
y el Presidente de los Estados Unidos; sin embargo, nada nuevo aparece sobre el
horizonte, y sigue siendo el intercambio de prisioneros el único y efectivo resultado
de aquellos discursos que llenaron a todos de asombro y dudas.
Toneladas
de tinta se han vertido sobre el papel y millones de mensajes y artículos se
han publicado en las redes, muchas especulaciones, muchas predicciones, pero más
allá del “triunfo” obtenido por los hnos. de Birán con la excarcelación de sus
espía y el uso que de ellos está haciendo en la continuación de una larga y
efectiva campaña propagandística y proselitista, no se ve nada claro.
Algunos
caballeros, por ingenuidad o porque así lo creen de manera entrañable, han
vaticinado que con la normalización de las relaciones con la dictadura, esta se
ablandará y dejará de violar los derechos humanos. También se extiende el
criterio de que no resultó el embargo y ese es motivo más que suficiente para eliminarlo
dándole a la “pequeña empresa privada” más posibilidades de desarrollo… y
muchas otras conclusiones que no comparto.
Y no
comparto esos criterios que se debaten entre el optimismo y el triunfalismo
porque, por lo general, las cosas son más simples de lo que aparentan, porque
nadie es lo suficientemente tonto como para cometer errores sin que esté
absolutamente presionado para cometerlos, sin opción para actuar de otra manera
y este no es el caso de los hermanos de Birán y su prole que ya va ascendiendo
al poder.
En
los centros del poder en Cuba no hay la más mínima presión para cambiar nada, y
por supuesto que lo que funciona no se cambia, y no se cambiará nada porque ha
funcionado, no se cambiará nada porque en la mesa donde se juegan las cartas
del poder sobre la isla quien reparte sigue siendo la misma mano y los demás
caballeros deben acatar las cartas que le tocan, nadie en esta mesa ha puesto
nada que obligue al cambio.
A
dos meses del anuncio, por el que más de un amigo me felicitó creyendo que “ahora
sí mi país iba a cambiar de verdad”, mi respuesta sigue siendo la misma: Este
es otro episodio, otra jugada de tiempo, un cambio aparente –cambio fraude como
le llamó Payá Sardiñas- para no abandonar el poder vitalicio y sobre todo, para
mantenerse con vida.
Estas
son, en mi criterio, las dos sencillas razones: mantener el poder y la vida. Dos
razones más que suficientes como para no cambiar la mano y continuar
embaucando, blofeando y prestidigitando ante los ojos de los caballeros de la
mesa.
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