No
se restauran las ciudades completas sino sus monumentos artísticos,
arquitectónicos o históricos, porque las casas de familia, esas, en el mundo
real, cuando cumplen con su vida útil son demolidas y en su lugar se edifican
otras nuevas y modernas, y cuando la demanda lo exige se abren nuevos espacios
y se erigen nuevos barrios residenciales.
La tradicional vuelta a la ceiba del Templete. Fuente externa. |
Dándole
la vuelta a la ceiba del Templete
se arremolinaron otra vez el pasado 15 de noviembre cientos de habaneros. La
tradición marca que allí, haciendo la noria, se piden deseos que al año
siguiente se irán cumpliendo; unos deseos que, a ojos vista, nunca se han
cumplido durante los últimos 60 años, porque no creo yo que alguien pudiera
pedir que Cuba se convirtiera en la ruina de nación que es hoy.
Sin
embargo, dentro de esas ruinas, el Dr. Eusebio Leal, un sagaz historiador,
oportuno como pocos, emprendió desde hace muchísimos años la restauración de La
Habana. Una restauración selectiva, por supuesto, porque aunque él insinúe lo
contrario no puede ser de otra manera, porque no se restauran las ciudades
completas sino sus monumentos artísticos, arquitectónicos o históricos, porque
las casas de familia, esas, en el mundo real, cuando cumplen con su vida útil
son demolidas y en su lugar se edifican otras nuevas y modernas, y cuando la
demanda lo exige se abren nuevos espacios y se erigen nuevos barrios
residenciales, algo que en Cuba no sucede desde hace seis décadas, porque de
eso se ocupan las constructoras de capital privado y eso no forma parte del
imaginario del socialismo cubano. Es todo un logro, según informa la fuente citada, que «con el programa de viviendas se verán beneficiadas 700 personas residentes en el Centro Histórico». ¡Dígame usted!
Según Cubadebate,
el Historiador, en conferencia de prensa
el pasado día 16 de noviembre, celebrando el advenimiento del aniversario 500
de la fundación de La Habana, dijo que: «es cierto que la ciudad ha sufrido a
lo largo de los años el impacto de ciclones, de los profundos cambios sociales
y económicos, pero a su vez los daños producidos por la incuria».
Residencial Ciudad Real II, Santo Domingo, RD. Construido por la Empresa Bisonó en menos de 10 años. Alberga 5000 familias. ©ags |
Da igual, porque el Doctor
habló de la cadena, pero no mencionó al mono, no asomó un solo signo que pudiera
culpar al sistema y «los máximos representantes del Partido y el gobierno del
territorio», porque, zigzagueando en el discurso, ya había dejado claras
señales de que el culpable era el ciudadano.
O por qué si no, abogó por «una educación ciudadana». O por qué puntualizó que los residentes en La Habana deben tener «un comportamiento digno de vivir en esta urbe». Y por qué si no criticó «los maltratos a los espacios públicos», que evidentemente son cometidos por los ciudadanos, como quien dice: «La ciudad se derrumba y ellos cantando». Si el Historiador hubiera dicho que el sistema tal como a sido instaurado no fue capaz de crear riqueza alguna, menos aún conservar las que le cayeron como maná del cielo con las miles de expropiaciones que se hicieron en nombre de la «revolución», no hubiera estado ni siquiera en las noticias, hubiera sido polvo en el viento, pero al pueblo se le puede culpar de todo. Él es dueño de sus silencios y sus cegueras selectivas.
O por qué si no, abogó por «una educación ciudadana». O por qué puntualizó que los residentes en La Habana deben tener «un comportamiento digno de vivir en esta urbe». Y por qué si no criticó «los maltratos a los espacios públicos», que evidentemente son cometidos por los ciudadanos, como quien dice: «La ciudad se derrumba y ellos cantando». Si el Historiador hubiera dicho que el sistema tal como a sido instaurado no fue capaz de crear riqueza alguna, menos aún conservar las que le cayeron como maná del cielo con las miles de expropiaciones que se hicieron en nombre de la «revolución», no hubiera estado ni siquiera en las noticias, hubiera sido polvo en el viento, pero al pueblo se le puede culpar de todo. Él es dueño de sus silencios y sus cegueras selectivas.
Ruinas de la terminal de ferrocarriles de Cienfuegos. ©ags |
Es público y notorio que no existe
una Habana
ciudad maravilla, esa es otra falacia que profana la inteligencia de
quien tenga ojos. Basta caminar por las calles Belascoaín, Habana, Aguacate, San
Lázaro, Oquendo, 10 de octubre, Monte, los alrededores del Capitolio, Galiano,
Infanta, Carlos III, ver la fachada del cine Pionero en San Lázaro, andar el
espacio peatonal de San Rafael o emprender la caminata por la calle Obispo.
Basta transitar por la autopista nacional para ver cómo, sin usar un solo
explosivo, sin ser agredidos por ninguna nación extranjera, sin haber sufrido
los embates de ninguna guerra, Cuba quedó devastada. Basta mirar a un lado y
otro para ver miles de hectáreas de tierra sin cultivar, basta estar atentos a
la circulación insignificante de camiones comerciales u ómnibus de pasajeros
para ver la indigencia de la economía, basta con mirar a miles de cubanos
haciendo auto stop con un billete en la mano a todo lo largo de la ocho vías
para entender la magnitud de las armas que provocaron tal desastre.
Paisaje urbano. Calle San Francisco, Centro Habana. ©ags |
Pero a pesar de todo, el
socialismo le seguirá dando la vuelta a la ceiba cual noria de sangre, y si los
perjudicados no se ponen a tiro, si no se acaban de convencer de que es inminente crear la vacuna para erradicar el cáncer de las dictaduras, todos, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, cantaremos, como Tejedor y Luis, aquello que dice así:
Sombras nada más entre tu vida y mi vida.
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