Es posible que el problema más duro que tenga en la actualidad los Estados Unidos con México sea la consolidación de un gobierno anticapitalista al sur del Río Bravo, alineado con el socialismo del siglo XXI.
Trump inspecciona los prototipos para construir el muro. Fuente externa |
En estos días la política de
los Estados Unidos ha estado girando alrededor del muro que el presidente Trump
se ha comprometido en construir en la frontera de su país con México. En su
empeño, el presidente, al no obtener del Congreso la aprobación del
financiamiento para construir el muro fronterizo, decretó la parálisis parcial
del gobierno y amenaza con decretar un estado de emergencia si no se ponen de
acuerdo, e incluso pudiera evadir a los legisladores y sacarles a los militares
el monto que necesita para cumplir su promesa de campaña. En su opinión ese
muro resolverá el problema de la inmigración descontrolada, evitará que los
Estados Unidos se llene de inmigrantes ilegales y evitará el mayor de los
problemas de ese país.
Aunque hay otra amenaza que
está en camino y que no entrará por la frontera: las consecuencias de una «revolución»
obradorista. Y esto es posible porque en México, el fruto del anticapitalismo
está maduro, y si México se derrumba como Cuba, Nicaragua y Venezuela, y si esa
«revolución» contara con el apoyo de Rusia y China, nada bueno le sucederá al
vecino del norte.
En México hubo una revolución
radical, de México salió el Granma, allá se entrenaron y compraron armas los
«revolucionarios» cubanos, en México, desde que Castro llegó al poder, la
embajada de Cuba ha sido un centro de repartición de misiones
«internacionalistas». Allí, bajo techo diplomático, se han impartido
instrucciones a terroristas que han ido a cumplir misiones por todo el mundo y
los gobiernos mexicanos han hecho la vista gorda. Y esa fidelidad ha sido
retribuida a ojos vista: allí nunca hubo una guerrilla que lamentar. No son los
mismos tiempos, pero el imaginario ideológico de millones de mexicanos está a
tono con AMLO y él ha dicho claramente qué hará con México.
Jorge Masetti cuenta cómo en
1982 se desplazaban por todo México los «revolucionarios latinoamericanos» y
cómo a través de la embajada cubana se les apoyaba de manera incondicional. «Desde
La Habana nos ordenaron prestarle apoyo técnico a grupos latinoamericanos que
operaban en México», escribió[1]. Y ese apoyo consistía
«desde asaltos a bancos hasta joyerías» para poder financiar las organizaciones
revolucionarias sudamericanas que atravesaban momentos difíciles. La cercanía
del gobierno de México con la dictadura de Castro y su tolerancia con las
acciones de este por el continente provocaron momentos de tanta comprensión
oficial, que Manuel Piñeiro, entonces Jefe del Departamento América del Comité
Central del Partido Comunista de Cuba, viajó a México exclusivamente a
entrevistarse con el entonces presidente Miguel de la Madrid (Masetti 1988
143). Así de estrechos eran los servicios de inteligencia de ambos países.
«Durante muchos años la
inteligencia cubana ha estudiado a fondo los territorios mexicanos y sus
condiciones sociales»[2] escribió Carlos Franqui, así
que al madurar la fruta ya se sabe cual ha de ser el protocolo. Muchos
«revolucionarios» mexicanos han vivido en Cuba y allá se han entrenado. «Castro
pensaba que México era una fruta madura» (Franqui 1988 222), y según todos los
indicios, esa fruta está por caer y «para ese momento los planes están muy bien
estudiados». Es posible que en la actualidad La Habana ya no pueda financiar
con efectivo, pero sí con las doctrinas y el romántico recuerdo de una
ideología «revolucionaria» que millones de mexicanos han asumido. Las
universidades están dominadas por la izquierda, basta mirar los murales de la
Universidad de Ayotzinapa, que saltó trágicamente a las noticias por la
desaparición de 43 de sus estudiantes.
Es posible que el problema
más duro que tenga en la actualidad los Estados Unidos con México sea la
consolidación de un gobierno anticapitalista al sur del Río Bravo, alineado con
el socialismo del siglo XXI. Es lícito y atinado pensar que, si las acciones de
López Obrador van en ese rumbo, los resultados sean los mismos que en todos los
países que han emprendido ese camino y que su fin último sea el derrocamiento
del capitalismo, esté donde esté.
La escasez de gasolina ha provocado largas filas Foto: Fuente externa. Créditos de la imagen |
Como un aperitivo ya están las
largas filas de vehículos para conseguir la gasolina, una consecuencia de las
restricciones al suministro a través de los oleoductos de Pemex. Con el objetivo de combatir el robo por esa vía, el presidente y el Gobierno Federal, ordenaron el uso de
camiones cisterna, pero esos camiones no son capaces de abastecer adecuadamente
el producto en un territorio tan extenso como el de México, es por eso y por los altos costos que se construyó el oleoducto. Esta medida, de lógica irracional, viene perfectamente a tono con la de sus predecesores anticapitalistas: Primero: Restringir el suministro para acabar con el robo. Segundo: Dejar de producir y culpar de ello a los ladrones, quienes en contubernio con el imperialismo yanqui pretenden dar un golpe de estado en México.
Si es cierto que México, con
López Obrador como caudillo, ya es el fruto maduro que caerá en la bolsa de los socialistas del
siglo XXI, de los revolucionarios que asaltarán al capitalismo en su crisis
final, los Estados Unidos tienen de frene un problema que no entrará por las
fronteras.
[1] Masetti, Jorge. 1999. El Furor y el delirio. Itinerario de un hijo
de la Revolución cubana. Barcelona: Tusquets. 135
[2] Franqui, Carlos. 1988. Vida, aventuras y desastres de un hombre
llamado Castro. Barcelona: Planeta. 222
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