viernes, 5 de julio de 2019

MÁXIMO GÓMEZ Y LA REELECCIÓN PRESIDENCIAL

Contra la reelección el general Máximo Gómez inició una campaña que lo llevó por toda la isla, y con el mismo fervor que llamó a votar por Tomás Estrada Palma en su primer mandato constitucional, así se opuso a que se mantuviera en el poder por cuatro años más.

Máximo Gómez (1836-1905)
El 21 de febrero de 1901 fue aprobada la primera Constitución de la República de Cuba, y en aquella Carta Magna, los constitucionalistas, teniendo en mente a Máximo Gómez, incluyeron «un precepto capacitando a ciudadanos no nacidos en la Isla para ocupar la Presidencia, siempre que hubieren servido con las armas a Cuba en sus guerras de independencia, diez años por lo menos[1]-[2]». 

Pero Máximo Gómez se negó rotunamente a presentarse como candidato en aquellas elecciones, y apoyó a Tomás Estrada Palma (1835-1908) con el mismo fervor que empuñó el machete en las dos guerras por la independencia de Cuba. «Los hombres de la guerra para la guerra, y los de la paz para la paz», había dicho.

El 1 diciembre de ese mismo año, después de realizarse las primeras elecciones libres en la Isla, el Gobernador Leonard Wood (1860-1927) traspasó el mando a Estrada Palma quien resultó ganador en los comicios.

Aquel primer período presidencial, aquel primer ensayo de democracia en Cuba había salido bastante bien, tanto que se le ha llamado «la República modelo»[3]. La honradez del mandatario y su capacidad para administrar con pulcritud los fondos públicos le ganaron una gran admiración y le dieron una gran popularidad entre los votantes.

La situación general en cuba era excelente. Rápidamente se alcanzaban nuevos centrales azucareros […] aumentando la producción y el trabajo: funcionaba ya el Ferrocarril Central, construido por iniciativa privada durante la Intervención; los vapores españoles llegaban cargados de europeos resueltos a conquistar su bienestar en un país necesitado de brazos, y el capital extranjero, hallando favorables todas las circunstancias, se derramaba sobre la Isla fomentando servicios públicos de transporte y alumbrado […]. Y Teodoro Roosevelt (1858-1919), quien había peleado en Santiago de Cuba, era ahora Presidente de los Estados Unidos y con amistosa benevolencia felicitaba a Estrada Palma por la cordura y firmeza con que guiaba a la República en estos primeros años críticos»[4].

Con esta popularidad y estos magníficos resultados fue fácil que Estrada Palma decidiera, sin violar la Constitución, continuar en el poder[5]; sin embargo, una buena parte de los que apoyaron su candidatura en 1901 lo rechazaron para un segundo mandato y entonces se destapó «el viejo odio criollo a la continuidad de los gobiernos, incubado en largos siglos de vida colonial […] y se vio renacer el temido mando único de los Capitanes Generales, a beneficio de un grupo de adictos y en perjuicio de la mayoría del país»[6].

Para empujar la reelección se fundó el partido Moderado, que utilizó todos los medios económicos y políticos que proporcionaba el Poder para sumar votos. Una de sus maniobras fue cesantear a los empleados públicos que no se «moderaran», es decir, a quienes no se incorporaran a su partido y votaran por Estrada Palma.

Contra la reelección el general Máximo Gómez inició una campaña que lo llevó por toda la isla, y con el mismo fervor que llamó a votar por Tomás Estrada Palma en su primer mandato constitucional, así se opuso a que se mantuviera en el poder por cuatro años más.

Gómez, en medio de aquella lucha contra la reelección de 1905, encontró la muerte. Lo que no habían conseguido las balas y los sables de los colonizadores españoles, lo consiguió una enfermedad infectocontagiosa.

Las elecciones se realizaron; y, como sucede siempre que la ética no puede imponerse sobre las ansias de poder, Estrada Palma venció al candidato por el partido Liberal, el general José Miguel Gómez (1858-1921).

Pero el descontento popular, guiado por algunos de los más importantes sobrevivientes de las luchas independentistas, explotó en una confrontación armada conocida como «guerrita de agosto», en la que perdieron la vida, entre otros patriotas, el general Quintín Banderas (1834-1906), y provocó la segunda intervención de los Estados Unidos en Cuba.

Amparado por la Enmienda Platt, que había quedado estampada en la Constitución[7] de 1901, Estrada Palma, «quien se consideró impotente frente a los alzados, solicitó la intervención del gobierno norteamericano»[8], y el 28 de septiembre de 1906 tomó posesión como Gobernador Provisional de Cuba el Comisionado William H. Taft, (1857-1930) quien fue sustituido a principios de octubre por Charles Magoon (1861-1920).

En la proclama que el Comisionado dio a conocer al pueblo de Cuba para ejecutar esta segunda intervención, se advirtió que:

«el no haber el Congreso tomado acuerdo en cuanto a la renuncia del Presidente de la República de Cuba, o elegido un sustituto» dejaba al país «sin gobierno» en una época en que prevalecía «gran desorden»; por lo que el Presidente de los Estados Unidos le había confiado establecer un gobierno provisional el cual duraría solamente el tiempo necesario para «restablecer el orden, la paz y la confianza pública» y celebrar elecciones[9].

Durante la segunda intervención se mantuvo la organización administrativa de la República, ondeó la bandera cubana en todas las instituciones y el 28 de enero de 1909 Charles Magoon entregó la presidencia de la república a José Miguel Gómez, quien resultó ganador en las elecciones convocadas en 1908.

Este tramo de la Historia de Cuba indica que las ansias de poder en los políticos no son nuevas, nos vienen desde la fundación misma de nuestras Repúblicas. El deseo de imperar incluso al precio de violentar la moral y las leyes está en el espíritu de muchos de ellos, quienes son capaces de someter sus valores morales a sus apetitos económicos, y trepar con desprecio por encima de sus prójimos.

El conflicto hoy está en que quienes prorrogan sus poderes lo hacen sin medida, acumulando en ellos tanta autoridad que son capaces de secuestrar la soberanía, de dejar sin la menor capacidad de respuesta al soberano.

Máximo Gómez estaría hoy contra la reelección, pero tendría un grave conflicto si tuviera que reconocer que la única manera de evitarla es la intervención extranjera, porque la soberanía nacional es ahora arrebatada por los mismos criollos.

Ya no son las armas extranjeras las que «crean en nuestros pueblos la situación de miseria material y de apenamiento, por estar cohibidos en todos sus actos de soberanía»[10], ya no vienen de ultramar, ya no son importados, ahora quienes nos arrebatan la soberanía son nacionales y nacionalistas.


[2] El artículo 65 dice textualmente: «Para ser Presidente de la República se requiere: 1. Ser cubano por nacimiento o naturalización, y en este último caso, haber servido con las armas a Cuba, en sus guerras de independencia, diez años por lo menos».

[3] Portuondo, Fernando. 1950. Historia de Cuba. Minerva. La Habana. 581

[4] Ídem 583

[5] El artículo 66 dice textualmente: «El cargo durará cuatro años, y nadie podrá ser Presidente en tres períodos consecutivos».

[6] Ídem

[7] «La Enmienda Platt se suprimió totalmente en la Constitución de 1940, pero mucho antes el Presidente Franklin D. Roosevelt había accedido -siguiendo la política del Buen Vecino, iniciada por él- a firmar un nuevo Tratado Permanente con Cuba (1934), en el cual fueron eliminadas todas las clausulas que se referían al derecho de intervención» [Nota de Fernando Portuondo en el libro citado, p. 580]

[8] Cfr.: Portuondo 1950, 584.585

[9] Ídem 585

[10] Cfr. Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez 425 [En línea] [Fecha de consulta 5 de julio de 2019] Disponible en:

https://www.google.com/search?q=diario+de+campa%C3%B1a+de+maximo+gomez&rlz=1C1RUCY_esDO779DO779&oq=diario+de+camapa%C3%B1a+de&aqs=chrome.2.69i57j0l5.7785j0j8&sourceid=chrome&ie=UTF-8

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