Contra la reelección el general Máximo Gómez inició una campaña que lo llevó por toda la isla, y con el mismo fervor que llamó a votar por Tomás Estrada Palma en su primer mandato constitucional, así se opuso a que se mantuviera en el poder por cuatro años más.
Máximo Gómez (1836-1905) |
Pero Máximo Gómez se negó
rotunamente a presentarse como candidato en aquellas elecciones, y apoyó a Tomás
Estrada Palma (1835-1908) con el mismo fervor que empuñó el
machete en las dos guerras por la independencia de Cuba. «Los hombres de la guerra
para la guerra, y los de la paz para la paz», había dicho.
El 1 diciembre de ese mismo
año, después de realizarse las primeras elecciones libres en la Isla, el
Gobernador Leonard
Wood
(1860-1927) traspasó el mando a Estrada Palma quien resultó ganador en los
comicios.
Aquel primer período
presidencial, aquel primer ensayo de democracia en Cuba había salido bastante
bien, tanto que se le ha llamado «la República modelo»[3]. La honradez del mandatario
y su capacidad para administrar con pulcritud los fondos públicos le ganaron
una gran admiración y le dieron una gran popularidad entre los votantes.
La
situación general en cuba era excelente. Rápidamente se alcanzaban nuevos
centrales azucareros […] aumentando la producción y el trabajo: funcionaba ya
el Ferrocarril
Central, construido por iniciativa privada durante la
Intervención; los vapores españoles llegaban cargados de europeos resueltos a
conquistar su bienestar en un país necesitado de brazos, y el capital
extranjero, hallando favorables todas las circunstancias, se derramaba sobre la
Isla fomentando servicios públicos de transporte y alumbrado […]. Y Teodoro Roosevelt
(1858-1919), quien había peleado en Santiago de Cuba, era ahora Presidente de
los Estados Unidos y con amistosa benevolencia felicitaba a Estrada Palma por
la cordura y firmeza con que guiaba a la República en estos primeros años
críticos»[4].
Con esta popularidad y estos
magníficos resultados fue fácil que Estrada Palma decidiera, sin violar la
Constitución, continuar en el poder[5]; sin embargo, una buena
parte de los que apoyaron su candidatura en 1901 lo rechazaron para un segundo
mandato y entonces se destapó «el viejo odio criollo a la continuidad de los
gobiernos, incubado en largos siglos de vida colonial […] y se vio renacer el
temido mando único de los Capitanes Generales, a beneficio de un grupo de
adictos y en perjuicio de la mayoría del país»[6].
Para empujar la reelección se
fundó el partido Moderado, que
utilizó todos los medios económicos y políticos que proporcionaba el Poder para
sumar votos. Una de sus maniobras fue cesantear a los empleados públicos que no
se «moderaran», es decir, a quienes no se incorporaran a su partido y votaran
por Estrada Palma.
Contra la reelección el
general Máximo Gómez inició una campaña que lo llevó por toda la isla, y con el
mismo fervor que llamó a votar por Tomás Estrada Palma en su primer mandato
constitucional, así se opuso a que se mantuviera en el poder por cuatro años más.
Gómez, en medio de aquella
lucha contra la reelección de 1905, encontró la muerte. Lo que no habían
conseguido las balas y los sables de los colonizadores españoles, lo consiguió
una enfermedad infectocontagiosa.
Las elecciones se realizaron;
y, como sucede siempre que la ética no puede imponerse sobre las ansias de
poder, Estrada Palma venció al candidato por el partido Liberal, el general José
Miguel Gómez (1858-1921).
Pero el descontento popular,
guiado por algunos de los más importantes sobrevivientes de las luchas
independentistas, explotó en una confrontación armada conocida como «guerrita
de agosto», en la que perdieron la vida, entre otros patriotas, el general Quintín
Banderas (1834-1906), y provocó la segunda intervención de los
Estados Unidos en Cuba.
Amparado por la Enmienda
Platt, que había quedado estampada en la Constitución[7] de 1901, Estrada Palma,
«quien se consideró impotente frente a los alzados, solicitó la
intervención del gobierno norteamericano»[8], y el 28 de septiembre de
1906 tomó posesión como Gobernador Provisional de Cuba el Comisionado William
H. Taft, (1857-1930) quien fue sustituido a principios de octubre
por Charles
Magoon (1861-1920).
En la proclama que el
Comisionado dio a conocer al pueblo de Cuba para ejecutar esta segunda
intervención, se advirtió que:
«el no
haber el Congreso tomado acuerdo en cuanto a la renuncia del Presidente de la
República de Cuba, o elegido un sustituto» dejaba al país «sin gobierno» en una
época en que prevalecía «gran desorden»; por lo que el Presidente de los
Estados Unidos le había confiado establecer un gobierno provisional el cual
duraría solamente el tiempo necesario para «restablecer el orden, la paz y la
confianza pública» y celebrar elecciones[9].
Durante la segunda
intervención se mantuvo la organización administrativa de la República, ondeó
la bandera cubana en todas las instituciones y el 28 de enero de 1909 Charles
Magoon entregó la presidencia de la república a José Miguel Gómez, quien
resultó ganador en las elecciones convocadas en 1908.
Este tramo de la Historia de
Cuba indica que las ansias de poder en los políticos no son nuevas, nos vienen
desde la fundación misma de nuestras Repúblicas. El deseo de imperar incluso al
precio de violentar la moral y las leyes está en el espíritu de muchos de ellos,
quienes son capaces de someter sus valores morales a sus apetitos económicos, y
trepar con desprecio por encima de sus prójimos.
El conflicto hoy está en que
quienes prorrogan sus poderes lo hacen sin medida, acumulando en ellos tanta autoridad
que son capaces de secuestrar la soberanía, de dejar sin la menor
capacidad de respuesta al soberano.
Máximo Gómez estaría hoy
contra la reelección, pero tendría un grave conflicto si tuviera que reconocer
que la única manera de evitarla es la intervención extranjera, porque la soberanía
nacional es ahora arrebatada por los mismos criollos.
[2] El
artículo 65 dice textualmente: «Para ser Presidente de la República se
requiere: 1. Ser cubano por nacimiento o naturalización, y en este último caso,
haber servido con las armas a Cuba, en sus guerras de independencia, diez años
por lo menos».
[3] Portuondo,
Fernando. 1950. Historia de Cuba. Minerva. La Habana. 581
[4] Ídem 583
[5] El
artículo 66 dice textualmente: «El cargo durará cuatro años, y nadie podrá ser
Presidente en tres períodos consecutivos».
[6] Ídem
[7] «La
Enmienda Platt se suprimió totalmente en la Constitución de 1940, pero mucho
antes el Presidente Franklin D. Roosevelt había accedido -siguiendo la política
del Buen Vecino, iniciada por él- a firmar un nuevo Tratado Permanente con Cuba
(1934), en el cual fueron eliminadas todas las clausulas que se referían al
derecho de intervención» [Nota de Fernando Portuondo en el libro citado, p. 580]
[8] Cfr.:
Portuondo 1950, 584.585
[9] Ídem 585
[10] Cfr. Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez 425 [En línea] [Fecha de consulta 5 de julio de 2019] Disponible en:
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