La serie que arrasa en Netflix
• La trama se concentra en amarrar al espectador a la pata de la butaca
con lo mejor de los clichés del cine de acción, no hay tiempo que perder,
porque el ritmo debe volar y reposar adecuadamente, inspirar y espirar, crispar
y relajar, agitar las pulsaciones y reposar.
Casa de Papel (Money Heist) es un excelente manual para progres e
izquierdistas post marxistas. Pero eso está por debajo de la línea de
flotación, arriba, en el pico del iceberg, la serie es un Best Seller de
Netflix que tiene enganchado a medio mundo desde su estreno el 2 de mayo de
2017, una serie vibrante de principio a fin, que quien la comience a ver no se
podrá detener hasta el final, y desesperará, como yo ahora mismo, por saber lo
que sucede en la cuarta parte, la que según se ha sabido no saldrá al aire
hasta el 2020. Menuda espera, pero mientras tanto voy a comentar.
Realizada más como un drama sicosocial que como un thriller, profundiza
en los conflictos humanos de cada uno de los personajes, los enfrenta y los
desnuda, pero lo que más me llama la atención de las dos primeras partes, es el
nivel de metáforas que mantienen algunos símbolos que luego, en el episodio
tres de la segunda parte comienzan a destaparse, a convertirse en consignas. Es
en este punto en el que con todas sus letras Nairobi declara el comienzo del
matriarcado.
La
Fábrica Nacional de Moneda y Timbre es el objetivo de los atracadores, es la Casa
de Papel donde se fabrica el dinero de España, pero el propósito de la banda no
es robar el dinero que está en sus arcas, sino fabricar mil millones de Euros
para apropiarse de ellos, un dinero, que según la rocambolesca explicación del
Profesor, no es de nadie, por lo que no estarían robando, sino que -aunque no
lo dice explícitamente por ahora-, estarían distribuyendo las riquezas de manera
más justa. La Fábrica es el símbolo del sistema capitalista, pero no es hasta
la tercera parte que el profesor descorre el velo de la poesía y dice: «Esto ya
no es un atraco, esto es un pulso contra el sistema, esto es una guerra».
El profesor |
Se tratan en la serie algunos de los puntos más visibles de la ideología
de género que promueven las nuevas izquierdas; entre ellos, el embarazo y el aborto, el patriarcado y el matriarcado, las preferencias sexuales y las razas
y etnias, pero todo esto, como dije, se destapa a partir de la segunda parte,
porque durante las dos primeras la trama se concentra en amarrar al espectador
a la pata de la butaca con lo mejor de los clichés del cine de acción, no hay
tiempo que perder, porque el ritmo debe volar y reposar adecuadamente, inspirar
y espirar, crispar y relajar, agitar las pulsaciones y reposar, porque de lo
contrario se corre el riesgo de agobiar al espectador. Este cine aprendió todo
del cine comercial capitalista, pero lleva en su contenido un discurso un
antisistema.
León Trotsky (1879-1949) |
Hay símbolos que los jóvenes absorben sin saberlo, porque las
referencias andan por todas partes: la boina de Moscú, el más obrero de todos
los atracadores, tiene el halo de los guerrilleros; los lentes redondos del
profesor semejantes a los de Castro y Trotsky, por decir dos; en las escenas
del sistema, es decir, donde aparecen los policías que están hostigando a los
atracadores, predominan los grises, en contraposición con los rojos que lideran
en las escenas en las que participan los atracadores; la casa en la que
preparan el atraco tiene el desorden y la pátina del deterioro, como las
catacumbas en las que permanecen los «héroes clandestinos» antes de salir al
frente de batalla; el rojo de los overoles que visten tanto los atracadores
como sus rehenes está en las banderas de la URSS y China. Todos estos símbolos
y muchos más se entretejen para atrapar al espectador. Y ya vas a decir:
¡¡¡pero tío, la estás liando, estás cogiendo el rábano por las hojas!!!, pues
no, de todos modos puedes dejar de leer ahora mismo, porque vengo con más.
Bandera de la extinta URSS |
Después del «desmerengamiento de la URSS» -como le calificó Castro a la
implosión de la Unión Soviética-, en realidad nada volvió a tener la misma
apariencia, y surgió una especie de gatopardismo en el que se conservan las esencias,
que son alcanzar el poder y destruir el capitalismo, pero con formas nuevas de
luchar, reciclando el discurso y los símbolos. Por ejemplo, en la serie, se
cambia el símbolo del Che Guevara, la oz y el martillo, las fotos de Lenin,
Marx, Engels, Mao, Stalin, Castro, Sandino etc., por la máscara de
Dalí, el
pintor surrealista español y eventualmente por la cara de El Grito, de Edvard Munch, el pintor expresionista
noruego.
Tokio en su overol rojo |
En la gran mayoría de las películas que estamos acostumbrados a ver, el
dinero tiene un papel protagónico y los robos y los ladrones menudean; sin
embargo, no recuerdo ninguna en la que sea el sistema el objetivo a destruir.
La gran mayoría de los guionistas hace 20 años atrás hubiera terminado esta
serie con la fuga de los ladrones, la vergüenza de la policía y la nueva y
paradisíaca vida que el dinero robado procuró a los ladrones, pero no, en la
Casa de Papel hay un nuevo atraco en la tercera parte, esta vez más
impredecible, el oro que se guarda en el Banco de España.
La discriminación racial es tratada en clásicos del cine occidental como
por ejemplo Adivina
quién viene a cenar esta noche y Fuga en
Cadenas, ambas protagonizadas por el joven negro Sidney Poitier, pero
la solución al problema no está en destruir el sistema sino «en cambiar este
cochino mundo». La violencia de pareja, el machismo y el choque cultural están
en Un
tranvía llamado deseo, pero tampoco en esta obra la mordaz crítica
pretende destruir el sistema, sino mejorarlo.
La Casa de Papel, que es una casa blanca muy blanca, recuerda sin mucho
esfuerzo aquella otra en la que se hospedan los presidentes de los Estados
Unidos, donde se hospeda el imperialismo estadounidense, que es, según Mao
Zedong, un Tigre de Papel, una aparente amenaza que en realidad es inofensiva.
En la serie La Casa de Papel, la nueva izquierda tiene un arsenal para
defender la ideología de género, la subversión cultural, justificar su guerra
por el poder y adoctrinar acerca de la necesidad de cambiar al mundo de base
hundiendo al imperio burgués; pero ojo, esta vez sin teque, esta vez como en el
mejor cine de entretenimiento del mundo, utilizando todos los inventos que los
capitalistas han propiciado al invertir sus capitales en la industria del espectáculo,
en la cultura occidental, así que quizás ya no tendremos que sufrir aquellos
bodrios del cine soviético, las consignas avasallantes y los símbolos sin
gracia. La nueva izquierda podrá disfrutar de las facilidades que el
capitalismo ha creado, porque lo mejor que nos dejó el socialista del siglo XX
fue el polvo del muro de Berlín.
Pero todo esto está por debajo de la línea de flotación, en la punta del
iceberg es difícil percibir todo eso, y si has soportado leer hasta aquí, te
aconsejo que no te pierdas las emociones que estos artistas son capaces de
provocar en el público, aunque tampoco te relajes tanto como ante un 007, que
sabes que aunque tenga licencia para matar tú estarás a salvo, o como ante
Superman, que sabes bien que lo de volar es broma, no te relajes tanto con La
Casa de Papel y estate al tanto, porque lo de esta gente sí que va en serio, y
cuando te dicen que es un pulso contra el sistema, que es una guerra y que
hagas como en la guerra te lo están diciendo en serio, aunque no sepan, porque
el profesor tampoco lo sabe y tampoco lo supieron los comunistas del siglo XX,
qué coño harán si por otro birlibirloque se hacen con el puto poder.
He quedado muy impresionado por tu articulo. Supera, porque muestra con ejemplo, en que consiste el gato pardo de la nueva izquierda, al recien enviado por mi de Reynaldo de Miami. No se si ha sido tu mejor articulo, no los he leido todos. Te sigo admirando
ResponderEliminarAbrazo
Emilio Hernández