En el octogésimo quinto aniversario del natalicio de Johnny Pacheco (5 de 5)
Cuando la Fania se presentó en el teatro Karl Marx, en aquel memorable encuentro Cuba-USA, el público aprovechó para ir al baño. Entonces, en todo el mundo la Fania arrasaba, Fania divulgaba el son cubano, el son cubano que formó y forma parte de los hábitos de escucha de disímiles culturas, el son cubano que hace parte del Patrimonio de la Humanidad, pero en La Habana de principios de los 80, aquellos sones del 50 eran música vieja.
Hoy me entero -cuando la
solicitud en la página de la Internet Change.org ya
ha recogido 2,113 firmas de las 2,500 que se propone obtener-, que hay buen
número de personas que clama por incluir el son
cubano en la lista del patrimonio cultural inmaterial
de la UNESCO.
Eso, a simple vista,
está muy bien, pero solo a simple vista, porque, en mi opinión,
después de haber leído algunos de los procedimientos que utiliza la UNESCO y
las listas en las que deben ser incluidos los bienes patrimoniales que esa
institución registra, se me presentan al menos dos preguntas; una, ¿cómo se
define el son cubano?;
dos, ¿está el son cubano tan instalado en la cultura
inmaterial de la humanidad como para inscribirse en la Lista Representativa del
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad?
Para responder la primera pregunta: ¿Cómo se define el son cubano?, es imprescindible
acudir a los parámetros establecidos por musicólogos y etnomusicólogos, porque
solamente definiendo la estructura de la música que genéricamente se define
como son cubano podremos
saber qué es lo que se quiere incluir en las listas de la UNESCO.
Haciendo un breve
recorrido por esas definiciones, dejándole muchos cabos sueltos a quienes los
quieran atar, o lo que es lo mismo, dejando muchas líneas de investigación para
quienes quieran llevar el tema hasta sus últimas consecuencias, tomo una de las
primeras definiciones de son
cubano, la de más permanencia en la historiografía cubana, incluso, a
pesar de que en 1971 fue vuelta patas arribas, desmitificada y descontinuada.
Según Alejo Carpentier[1],
en el siglo XVI hubo en Santiago de Cuba una negra horra, que se hizo famosa
por sus canciones; entre ellas, «la única composición que puede darnos idea de
lo que era la música popular cubana en el siglo XVI: el famoso Son de
la Ma`Teodora».
De este son, Carpentier reproduce la
partitura que Laureano Fuentes había publicado en su obra Las Artes en
Santiago de Cuba[2] en
1893, y a simple vista destaca que no está en 2/4 como los sones cubanos del
siglo XX, sino en 6/8.
Alberto Muguercia
Muguercia[3],
en un extenso ensayo, demostró que la existencia de la Ma`Teodora era improbable por falta de documentación, y,
desbrozando otras incongruencias en los dichos de Carpentier y otros autores
que también tocaron el tema, echó por tierra la primera definición del son cubano, el que según Alejo se bailaba y cantaba en Cuba
desde el siglo XVI.
En el Diccionario
de la Música[4],
Helio Orovio nos anuncia que El Son es un género vocal,
instrumental bailable que constituye una de las formas básicas dentro de la
música cubana.
Según Odilio Urfé,
citado por Orovio en la mencionada obra[5], afirma que el son cubano «es el exponente
sonoro más sincrético de la identidad cultural nacional».
Emilio Grenet, también
citado por Orovio[6], escribió que la estructura del son cubano «consiste en la
repetición de un estribillo de no más de cuatro compases».
Y Rosendo Ruiz y Vicente
González Rubiera (Guyún), en la obra Polirritmia del Son, citados
también por Orovio[7], afirman que en la estructura del son cubano «se evidencia una
constante y contrastante yuxtaposición de tres franjas rítmicas independientes
en proyección dinámica. La primera línea (sincopada) se representa en el bajo
anticipado. La segunda la integran a un tiempo la guitarra acompañante, las
maracas y el bongó […]. Ambas franjas se […]
someten al módulo métrico bicompasado del toque de claves».
Y finalmente citaré la
definición de Armando Rodríguez Ruidíaz, quien en su obra El origen de la música cubana. Mitos y realidades[8], afirma que:
Dentro del proceso evolutivo del son podemos
identificar varias etapas sin mayor dificultad. Una primera, en la cual su
forma se limita a la repetición variada de una misma frase o estribillo,
llamado «montuno» por su origen campesino, y donde la voz es usualmente
acompañada por muy pocos instrumentos musicales, quizás uno o dos, que pudieran
ser: un cordófono como la guitarra o el tres, además de un idiófono como el
güiro o las claves. Una segunda etapa, más compleja, cuya estructura formal
incluye una copla o cuarteta (llamada regina en las
regiones orientales de Cuba) además del «montuno», y donde la instrumentación
se amplía con otros instrumentos como la tumbandera, la botija, o
la marímbula; y la tercera etapa que se caracteriza por una forma más
profesional y sofisticada en el desarrollo de cada sección, además de mayores
grupos, formados por seis o siete instrumentos, los cuales incluyen timbres
característicos, como los del bongó y las claves, así como el del contrabajo y
la trompeta. En esta tercera etapa arribamos a una estructura y sonoridad del
Son que pudiéramos llamar clásica, pero la evolución de este género no concluye
en ese punto, sino que prosigue hasta nuestros días generando nuevas y
atractivas modalidades (tales como el Mambo, la Timba y el Songo).
Según esta definición de
Rodríguez, una de las más actuales que he podido leer, el son cubano ha
estado en permanente evolución, por lo que para entender dónde está justamente
no es asunto de coser y cantar, es decir, cuando al público profano se le diga
que el son cubano está también en los mambos de Pérez Prado,
en el jazz, la música de Bernstein,
Gershwin o en las canciones de Pablo Milanés, no podrá precisar exactamente en
qué lugar.
Al-Qatt al-Asiri», decoración mural tradicional de las mujeres de Asir. |
Para responder la segunda pregunta: ¿Cuál de las tres listas de la UNESCO
debe integrar el son cubano? Hay que conocer lo que
hasta ahora está incluido en esas listas. La Lista Representativa del
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, incluye, por ejemplo, «Al-Qatt
al-Asiri», decoración mural tradicional de las mujeres de Asir. Un tipo de
ornamentación mural tradicional de Asir que practican las amas de casa de
manera espontánea y constituye un elemento vivo del patrimonio cultural,
«presente en la mayoría de los hogares de la comunidad»[10].
Otra es la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas
urgentes de salvaguardia, y en ella están, por ejemplo, los cantos de
trabajo de Los Llanos de Colombia y Venezuela, debido a
que «la práctica de este elemento del patrimonio cultural se ha visto
mermada paulatinamente por toda una serie de cambios socioeconómicos y
políticos que han modificado considerablemente el universo cultural de las
comunidades de Los Llanos»[11].
Y la tercera y última lista es el Registro
de buenas prácticas de salvaguardia, en el que
fue seleccionado en 2016, por ejemplo, la protección que brindan los húngaros
al método Kodály, un sistema creado por el compositor Zoltán Kodály
hace más de un siglo y que hoy se mantiene vivo, gracias a las buenas prácticas
en su salvaguardia.
Entonces, ¿en cuál de las tres listas cabe el son cubano? En mi opinión el son
cubano no cabe en la primera lista, porque durante más de medio siglo,
el mercado, que era el motor que impulsaba la música en Cuba, fue demolido con
las prácticas de la economía socialista provocando que el son cubano y todos los demás
géneros de la música cubana quedaran al pairo, y dejaran de tener la influencia
que tuvieron durante la primera mitad del siglo XX -desde Cuba y como un
producto cubano-, en el patrimonio de la Humanidad. Como escribí más arriba en
el artículo Sin embargo son, con embargo
salsa:
La industria del entretenimiento que utilizaba la
música cubana como materia prima era muy próspera económicamente y no perdió
por eso su profunda raíz cultural, ni su autenticidad. Constantemente se estaba
reciclando, era un proceso en el que la sabia que la alimentaba circulaba por
arterias expeditas. Entonces, el contacto entre Cuba y el mundo, era
directo. Pero todo este lujurioso acontecer cultural y comercial tuvo un
traumático corte, una contención abrumadora que comenzó a erigirse el primero
de enero de 1959.
Como en realidad
el son cubano de
entonces sí pertenecía al Patrimonio de la Humanidad, otros grupos humanos lo
hicieron suyo a través del mundo, convirtiéndolo en salsa en la ciudad de Nueva
York, y convirtiéndose así la salsa en
el reservorio más fiel que tuvo el son cubano sin Cuba.
La salsa fue la
reserva de las formas del son cubano, desde aquel sencillo canto
que consistía en la repetición de un estribillo de no más de cuatro compases
con el acompañamiento de uno o dos instrumentos, hasta, La pachanga,
de Eduardo Davidson, el último en pegar un hit en el mercado del disco, justo antes de que llegara el Comandante y
mandara a parar.
El daño que provocó
aquella ruptura es irreversible, por lo que tampoco tendría sentido incluir
el son cubano en la Lista
del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de
salvaguardia. El son cubano tuvo una vida dentro de Cuba y
otra en el resto del mundo. Dentro de Cuba, tuvo la misma vida que los
cubanos, la de sobrevivencia, la de genios ignorados, muchas veces perseguidos
por sus «malas virtudes» o por sus «desviaciones ideológicas». El son y los soneros quedaron varados en
aquella isla, de la que habían salido miles de músicos durante la primera mitad
del siglo XX a plantar bandera y esparcir su patrimonio, pero después de 1959
los músicos se quedaron en Cuba amasando un pan que enrumbó por otros caminos,
al margen del mercado, al margen del mundo, creando un son cubano que
es hoy ajeno al Patrimonio de la
Humanidad.
Tres imágenes de las vidas paralelas
del son cubano
Cuando la Fania se presentó en el teatro Karl Marx, en aquel memorable encuentro Cuba-USA, el público aprovechó para ir
al baño. Entonces, en todo el mundo la Fania
arrasaba, Fania divulgaba el son
cubano, el son cubano que formó y forma parte de los
hábitos de escucha de disímiles culturas, el son cubano que
hace parte del Patrimonio de la Humanidad,
pero en La Habana de principios de los 80, aquellos sones del 50 eran música vieja.
Otro caso ilustrativo de
las vidas paralelas que ha tenido el son cubano, es el hecho cierto
de que la orquesta Los Van Van, de
excelente calidad artística y musical, única orquesta bailable que ha
sobrevivido durante más de medio siglo y arrasa en Cuba, apenas si tiene un
reducido círculo de seguidores fuera de la isla, a pesar de que en todos estos
años no ha dejado de viajar, pero el mercado desde Cuba no funciona, el sistema
no lo permite y el songo que creó Formell, como una evolución más del son
cubano, no forma parte aún del Patrimonio
de la Humanidad.
Y un tercer ejemplo fue Buena Vista Social Club, una orquesta
que se creó con los músicos que el sistema había descontinuado, con algunos que
estaban fuera de los escenarios y otros que cargaban en el recuerdo sus glorias
pasadas. Esta orquesta se convirtió en un éxito del mercado, en un producto que
se vendió por un productor norteamericano en el mejor estilo de las campañas
capitalistas fuera de Cuba.
Aún resuenan los sones
de BVSC, porque aquella música fue la que circuló frenéticamente en el mercado
antes de 1959, la que formó parte de los hábitos de escucha de medio mundo y se
convirtió, por eso, en Patrimonio de la
Humanidad. Pero aquel experimento de BVSC llegó tarde para casi todos sus
integrantes, y hoy forma parte de la Historia. Y BVSC nunca fue un éxito de
público en Cuba, era música vieja.
En conclusión,
solicitarle a la UNESCO que declare el son cubano como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad,
es verdaderamente descabellado, no tiene asideros ciertos, porque el son
cubano que conoce la Humanidad es el mismo que mató el socialismo en
Cuba, es en todo caso el que divulgaron las orquestas de salsa y Buena Vista Social Club, proyectos que triunfaron porque en
el marketing se tomó muy en cuenta las leyes del mercado
capitalista y las necesidades del público, quienes a fin de cuentas son la Humanidad, es el público consumidor de
la música el que goza de ese Patrimonio
Inmaterial.
Ojalá que los
solicitantes lo consigan, que la UNESCO acceda, pero recuerden siempre: se los
dije, es descabellado porque no se compadece con la realidad. El son cubano que hace parte del Patrimonio de la Humanidad ya no vive en
Cuba, es parte de un pasado musical, y el son
cubano que se ha hecho en Cuba desde la segunda mitad del siglo XX hasta
las primeras décadas del siglo XXI, aún es el gran desconocido del mercado
internacional, por lo que no hace parte del Patrimonio
de la Humanidad. (El Tren de Yaguaramas2da. Época.4 jun. 2018) (Revisado y reeditado el 29.03.2020 en el octogésimo quinto aniversario del natalicio
de Johnny Pacheco)
Artículos relacionados:
Artículos relacionados:
[1] Carpentier, Alejo. 1961. La música en Cuba. La Habana: Luz-Hilo.
28
[2] Ídem. 29
[3] Muguercia, Alberto. 1971. «Revista de la
Biblioteca Nacional José Martí. Año 62. No. 3. Sept-dic. 1971». La Habana.
Instituto Cubano del Libro. 53-85
[4] Orovio, Helio. 1992. Diccionario de la Música Cubana. Biográfico y Técnico. La Habana.
Letras Cubanas. 455
[5] Ídem. 456
[6] Ídem. 456-457
[7] Ídem. 460
[8] Rodríguez, Armando. «El origen de la
música cubana. Mitos y realidades». [En línea] [Fecha
de consulta 4 de junio de 2018] Disponible en: https://docgo.net/philosophy-of-money.html?utm_source=el-origen-de-la-musica-cubana-mitos-y-realidades&utm_campaign=download
83
[9] Ortiz, Fernando. 1984. La clave xilofónica de la música cubana.
La Habana: Letras Cubanas.
[10] Cfr.: «Lista Representativa
del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad». [En línea] [Fecha de
consulta 4 de junio de 2018] Disponible en: https://ich.unesco.org/es/00011?type=00002#tabs
[11] Cfr.: «Lista del Patrimonio Cultural
Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia». [En línea] [Fecha de
consulta 4 de junio de 2018] Disponible en:
https://ich.unesco.org/es/USL/cantos-de-trabajo-de-los-llanos-de-colombia-y-venezuela-01285