El derecho a la
injerencia extranjera para la salvaguarda de la democracia
En las Américas se requiere de
una coalición capaz de contener las violaciones a la Carta Democrática, se
necesita una fuerza militar capaz de contener la violencia con la que se han
impuesto y se imponen los regímenes totalitarios.
Momento en el que un funcionario asesina
a un joven venezolano
Ojalá que aún no sea demasiado
tarde. Ninguna de las salidas propuestas hasta ahora para el caso de Venezuela
tiene futuro, ahí está Cuba, un cadáver que nadie sabe cómo enterrar, una
dictadura que, a la hora de nones, los países democráticos, con EE. UU. a la
cabeza, no pudieron contener, simplemente por andar con pies de barro, por
no contar con una herramienta legal que justificara los múltiples intentos
fallidos por derrocar el castrismo. Hasta hoy primaron los intereses
geopolíticos y la conspiración, y no fue posible construir una herramienta
legal apropiada para aplicar lo pactado en tantos organismos internacionales;
entre ellos, la ONU y la OEA.
En el siglo pasado nuestro
continente vio en múltiples ocasiones la injerencia, fundamentalmente de EEUU,
para recomponer situaciones políticas de todo tipo, las que no siempre fueron
el resultado del consenso o la voluntad expresa del conjunto de las naciones
del continente, sino como la imposición unilateral -y sobre todo sin bases
legales adecuadas-, de intereses geopolíticos particulares.
Mirando la realidad de hoy y
cotejando el pasado con lo que pudiera depararnos el futuro, se impone
recomponer los conceptos de injerencia
humanitaria y de estructurar, a partir de los instrumentos legales ya
existentes en la ONU[1], [2],
y la OEA un pacto, un sistema capaz de constituirse en la fuerza que, luego de
haber gastado todos los recursos diplomáticos «no vinculantes», sea capaz de
reprimir con el uso de las armas, si así fuera necesario, las violaciones a
la Carta
Democrática Interamericana u otros instrumentos legales, un ejército
de coalición capaz de contener las acciones que ponen en peligro el curso
pacífico de la democracia en el continente americano o cuando un tirano
«hiciera padecer a sus súbditos un trato que nadie le ha autorizado tener». Esto
no es nuevo, el concepto es conocido desde el siglo XVII, cuando Hugo Grocio lo expuso
ampliamente en su obra El derecho de la
guerra y la paz y muy recientemente, en el siglo XX, resurgió como
tema de debate y acción durante la guerra de Biafra (1967-1970)[4]
Los regímenes totalitarios no
andan con chiquitas cuando de enjaular a los ciudadanos se trata, no tienen
contemplaciones con nada y las leyes no los detienen, ni siquiera las que ellos
mismos han dictado. «El derecho de insurrección frente a la tiranía es uno de
esos principios que esté o no esté incluido dentro de la Constitución Jurídica,
tiene siempre plena vigencia en una sociedad democrática», escribió el fenecido
dictador Fidel Castro en su libro La Historia me absolverá[5],
pero al constituirse él en el tirano, criminalizó toda disidencia y la condenó
con paredón, cárcel y ostracismo. Maduro y Chávez, como la farsa que es la
repetición en la Historia[6], han hecho lo mismo.
Pero los dictadores, sobre
todo los de izquierda -quienes aprendieron todo de la derecha y a quienes han
superado por mucho-, tienen, como ejemplarizante virtud, el orgullo
felón: sus proclamas son aplastantes y sus actos son inmediatos, instauran
gobiernos tribunicios en un abrir y cerrar de ojos[7] y
no se detienen ante nada, porque no hay instancias a las que deban dar cuenta
alguna. Ahí están las FARC, y para que este cuento no les parezca largo, ellos
proclaman a toda voz y sin el menor rubor, que nunca renunciarán a sus
principios. ¿Conoce el público que sus principios son acceder al poder a como
dé lugar y no soltarlo nunca más? ¿Saben los ciudadanos que su ideología es
marxista y que su medio hasta ahora para acceder al poder fue la lucha armada y
el narcoterrorismo?
Hoy se impone una revisión
urgente del concepto de intervención militar o injerencia humanitaria y
democrática, se impone una responsabilidad de todos los países -y sobre todo
del gobierno de los Estados Unidos como principal potencia de la región-, con la
salvaguarda de la democracia, so pena de perder todos y en muy poco tiempo, las
libertades que sobreviven a duras penas. En las Américas se requiere de una
coalición capaz de contener las violaciones a la Carta Democrática, se necesita
una fuerza militar capaz de contener la violencia con la que se han impuesto y
se imponen los regímenes totalitarios.
Mientras no se establezca como
buena y válida la intervención militar para casos de probadas violaciones a la democracia,
con bases establecidas en un pacto continental, con leyes claras y un tribunal
internacional capaz de refrendar condenas vinculantes, estaremos cada día con
más frecuencia ante casos como los de Venezuela y Cuba, al que le seguirán al
hilo y si las cosas no cambian, Colombia y México. Entonces, muy poco nos
quedará como Hombres Libres en esta parte del mundo.
Ojalá que me equivoque y esta
toma de Venezuela programada para hoy 28 de julio conmine al oficialismo a
aceptar la realización del Referendo
Revocatorio y la eventual renuncia de Maduro con toda su cohorte.
Ojalá.
Andrés Manuel López Obrador pudiera convertir sus palabras en hechos.
Timochenko pudiera convertir sus palabras en hechos.
[5] Castro Ruz, Fidel. (1959). Pensamiento Político, Económico y Social de Fidel Castro. La Habana. Editorial Lex, p. 67.
[6] Carlos Marx escribió en su libro El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa.”
[7] Esta es una de mis reservas contra Trump, quien trina y el mundo se estremece a su alrededor, él, como Castro, Maduro, Ortega y otros del socialismo del siglo XXI, decretan desde sus tribunas.
Adelantarle una hora a los relojes en
abril y atrasársela en noviembre es muchísimo menos costoso y de más rápida
implementación que llenar el país de paneles solares y de parques eólicos.
Quienes
podemos ver el sol cada día deberíamos festejarlo. Son muchos los seres humanos
sobre la faz de la tierra que por salud o geografía no lo pueden disfrutar de
esta manera intensa, pegajosa, con altas dosis de humedad, calurosa, agobiante,
bochornosa cuando la energía eléctrica nos abandona en el punto álgido de los
termómetros.
Hay
zonas geográficas en las que brilla, pero por su ausencia, y se presenta en
dosis bajísimas, hay sitios en los que se ausenta durante meses y el tiempo se
hace extremadamente largo entre las sombras.
Sin
embargo, aquí en el Caribe, donde tenemos sol para venderle a turistas
extranjeros, a visitantes necesitados de vitamina K, donde el sol sale para
todos y en cantidades infinitas, donde llegan por millares los caucásicos,
ansiosos por sazonarse las pieles con esos rayos dorados que hacen hervir la
melanina, nosotros, los habitantes de esta media isla, aun no lo hemos sabido
aprovechar lo suficiente.
Por
más de medio mundo anda un horario al que llaman de verano, que aquí intentaron
implementar pero falló por la estulticia de los “Poderes”, y jamás se ha vuelto
a hablar del tema, nadie trató de deshacer el tuerto. Es justo que el “Horario
de Verano” llegue al debate público, que entre por algún resquicio a esos medios
donde se macera la opinión del público, o que la sociedad civil le preste algo
de atención y airee el tema, porque si nos fijamos bien, desde abril los días
comienzan a ser cada vez más largos hasta alcanzar jornadas de 15 horas.
Por
ejemplo el viernes 6 de julio de 2012, el día comenzó a clarear a las 5:30 am,
y una hora después, pujando con unas nubes densas que se le interpusieron en el
horizonte, apareció el primer pedacito de sol, con pilas nuevas, con una
intensidad veraniega que daba gusto. Y así completó su viaje por este
hemisferio, hizo su trabajo de dar vida, y también de quemar a los que no lo
respetaron. Cuando se fue eran más de las 7:30 pm, había completado una jornada
laboral de catorce horas.
Si
quienes se levantaron ese día las 6:30 am para salir a sus tareas cotidianas,
hubieran tenido una hora de adelanto en sus relojes, se hubieran levantado,
según los dictados del sol, a las 5:30 am, es decir, que muy probablemente, no hubieran tenido que encender todas las luces para alistarse, porque con mucho placer y eficiencia ya a esa hora el Astro Rey les hubiera alumbrado. Del mismo modo, al final de la tarde, cuando llegaron a sus hogares, quizás a las 7:00 pm, también el sol, encantado de la vida, les hubiera dado luz, y con todo esto, el ahorro de energía eléctrica -deficitaria, costosa y contaminante-, hubiera sido significativo.
Así
lo hacen casi todos los países del área. Tienen “Horario de Verano” los países
grandes y pequeños, los pobres y ricos, y por lo general las ganancias no son
pocas. Adelantarle una hora a los relojes en abril y atrasársela en noviembre
es muchísimo menos costoso y de más rápida implementación que llenar el país de
paneles solares y de parques eólicos.
Ojalá
alguien, con el Poder suficiente, descubra los beneficios que se pudieran
obtener al usar las bondades que el sol nos ofrece. Ojalá que durante estos
meses del año, en que se nos dispara el consumo de energía eléctrica tratando
de paliar los sofocantes calores, podamos alguna vez utilizar las cantidades
industriales de luz natural que el sol nos regala a manos llenas, sin
miseria y durante los meses luminosos y largos del verano. Ojalá que pronto la
inteligencia y el conocimiento se impongan ante la estulticia y la ignorancia. Ojalá.
La VI
Cumbre de las Américas legitimó a la dictadura más antigua del continente y
bloqueó la posibilidad de presionarla para que reconozca a la oposición interna
y respete los principios democráticos que se expresan y definen en la Carta
Democrática Interamericana.
Con lo visto y leído antes, durante y después de la
VII Cumbre de las Américas realizada en Panamá, los días 10 y 11 del mes de
abril, entiendo que la presencia de la delegación oficial de Cuba en ese
cónclave, marcó el principio del fin de estas reuniones, creadas para velar por
el buen estado de la democracia representativa en el continente americano.
Las delegaciones cubanas -que fueron dos; una, la
que se presentó como protocolar, amistosa y tolerante, aprovechando la
oportunidad de “el pie de igualdad” que se le brindó, presidida por el General;
y otra, la que estuvo allí como “tropa de choque”, comandada por los oficiales
de la SE, haciendo valer la “intransigencia revolucionaria” y con el deseo de imponer
el monólogo que impera en la isla-, fueron a Panamá a reventar la cumbre. Allí,
cada cual combatió desde la “trinchera” que le fue asignada, cada
“revolucionario” cumplió con su “misión”, y todos, teniendo en cuenta los resultados
alcanzados, lo hicieron perfectamente.
Aunque el tema es largo y la paciencia corta,
trataré de centrarme en exponer las causas por las que en mi criterio, la
aceptación de Cuba en este foro, es el principio del fin de estas reuniones -o
por lo menos la vía de sumir este foro en el desprestigio- y la apertura de una
puerta hacia la beligerancia en la región.
De acuerdo a los discursos -que por lo general no
tienen la menor trascendencia en otros foros y en este mismo antes de contar con
la representación de todos los países de América-, los líderes de la región no
llegaron a un consenso y no hubo resolución final, pero en esta oportunidad,
como nunca antes, este desacuerdo pudiera magnificarse y ser utilizado por los abanderados
del “socialismo del siglo XXI” como prueba de que habría que cancelar este organismo
y de paso anular la OEA.
En la primera sesión plenaria se presentaron 15 oradores;
entre ellos, a no dudarlo, los más llameantes. Pero vamos por orden. En sus
palabras de bienvenida, Juan Carlos Varela (1963), presidente de Panamá y
anfitrión del evento, en un discurso sereno, protocolar y conciliador abogó por
el diálogo entre los países y afirmó que el poder que le dan los pueblos a sus
Presidentes debe ser usado para el beneficio de todos, y que no se debe buscar
en los asuntos externos las causas de nuestros problemas, cuando estos se
originan dentro de nuestras fronteras.
Sin mencionar el santo, fue fácil descubrir que el
castrismo y sus acólitos ponen sus males en los EEUU y gobiernan para los
“revolucionarios”, y la oposición, según el verso oficial, está integrada por “mercenarios”,
y, según las declaraciones de Abel Prieto -asesor personal del General Raúl
Castro y quien presidió la delegación que intentó reventar el Foro de la Sociedad Civil en el
marco de la VII Cumbre-, legalizar la oposición en Cuba es como legalizar a
Al Qaeda.
Seguidamente Juan Manuel Santos (1951), Presidente
de Colombia, con serenidad, y un lenguaje corporal relajado elogió la presencia
de Cuba en la Cumbre, se refirió al cambio climático, a los acuerdos de paz y
propuso un sistema regional de educación.
Vino después el Presidente de Ecuador, Rafael
Correa (1963), y este fue el primer discurso de barricadas, encendido,
improvisado para restar importancia al tiempo y al protocolo, e incluyó
violencia corporal y verbal, y, echando por tierra toda formalidad, se dirigió
reiteradas veces directamente al Presidente Obama, desconsiderando al
Presidente de la Asamblea; además, calificó a la OEA de inservible, que en su lugar se debería utilizar
la CELAC y que, apartando a los Estados Unidos, se debería
crear un sistema latinoamericano de Derechos Humanos. Este fue, sin dudas, el
primer intento por reventar la reunión. Correa criticó con acritud la prensa
independiente y la libertad de expresión, palabras que después Obama iba a
responder en su discurso.
Dilma Rouseff (1947), Presidenta de Brasil, fue
presentada a continuación y en su discurso quedó bien con todos, más o menos. Felicitó
las conversaciones entre el General cubano y el Presidente de los Estados
Unidos, abogó por el fin del embargo de los Estados Unidos contra el régimen de
La Habana, rechazó la sanción de Obama contra Venezuela, y abogó por el Estado
de Derecho en ese país.
Enrique Peña Nieto (1966), Presidente de México, fue
el próximo delegado en hacer uso de la palabra, y en un discurso protocolar,
relajado y amistoso expresó sus buenos deseos de que prosperen el diálogo entre
Cuba y los EEUU, los diálogos para alcanzar la paz en Colombia que se llevan a
cabo en La Habana y fue el primero que se ajustó al tiempo estipulado que era
de ocho minutos.
Después vino el esperado discurso
de Barack Obama (1961), Presidente de los Estados Unidos, y algunas de sus
frases aun retumban en aquel salón; entre ellas, su afirmación de que Los
Estados Unidos de Norteamérica y Cuba deben ser “aliados en pie de igualdad”,
con lo cual se conseguirá, según su opinión, “más oportunidad para el pueblo
cubano”. Por otra parte, sin entender que el pasado estaba allí, en el presente
y sentado frente a él, dijo que “Los Estados Unidos no será prisionero del
pasado” y que en las conversaciones bilaterales deberían primar “los intereses
comunes, entre ellos la dignidad”.
También dijo que no le interesaban las
argumentaciones teóricas, hizo mención de la Carta Democrática
Interamericana y afirmó que no podíamos “pasarnos la vida hablando de
agravios, porque eso no es lo que resolverá el problema”, sin darse por
enterado de que este es el proyecto táctico de los que se oponen a los
intereses políticos y económicos de los Estados Unidos en la región, que estos
enemigos del “imperio” serán capaces de empujar su proyecto de magnificar los
agravios cometidos por el “enemigo común”, con el fin de eliminar la influencia
de la gran nación del norte en la región; sea, utilizando las instituciones
democráticas para destruir la democracia, o por la vía de la “lucha
armada”.
Respuesta de Obama a los dichos de Correa sobre la libertad de expresión.
Obama hizo una mención directa a las opiniones de
Correa en cuanto a la libertad de expresión y a los medios que según el mandatario
ecuatoriano lucran con la noticia. El presidente norteamericano replicó diciendo
que “quizás el Presidente Correa pueda distinguir entre la prensa buena y la
mala, y aunque yo creo que hay mala prensa, aunque me critica sigue existiendo
esa prensa, porque yo no confío en que solamente una persona sea quien haga esa
determinación, pienso que si creemos en la democracia debemos estar de acuerdo
en que todo el mundo tenga la oportunidad de hablar para defender sus ideas. Es
justo rezar, tener un credo y organizarse y reunirse tal y como piensen que sea
apropiado, siempre y cuando no obren con violencia”.
A continuación tomó
la palabra el General Raúl Castro (1931), quien dejó bien claro que los
polvos de la Historia provocaron que su hermano y él enristraran el “derecho a la insurrección contra un gobierno ilegítimo y totalitario” y que después de alcanzar el poder, las “agresiones del imperio” justificaron que, su hermano y él, se aferraran al poder durante
más de 56 años.
El General en su discurso repitió que José Martí organizó
la “guerra necesaria” de 1895 […] para fundar una República “con todos y para
el bien de todos” y alcanzar así “la dignidad plena del hombre”, reafirmando, una
vez más, que solamente su hermano y él han podido hacer realidad aquellos
ideales, una vez más se agarra a la idea de que Cuba es para los “revolucionarios”
y el resto, todos los que no comulgan con los credos del castrismo deben
abstenerse de sus derechos. Perversa interpretación del martiano ideal de una
patria “con todos y para el bien de todos”.
Seguidamente le tocó el turno a Cristina Fernández (1953), Presidenta de
Argentina, y lo más destacado de su discurso fue que no entendió lo que dijo
Barack Obama respecto a la Historia: el mandatario norteamericano dijo que le
gustaba mucho la Historia, pero la mandataria argentina entendió todo lo
contrario, y, en un lenguaje violento, saltando el protocolo, fustigó
directamente a Obama y le reprochó su falta de interés por la Historia
americana.
Otto Pérez Molina, Presidente de Guatemala
Otto Pérez Molina (1950), Presidente de Guatemala,
felicitó las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, abogó por el
fortalecimiento de la OEA como organismo regional y no atacó a Barack Obama, ni
hizo mención de la orden con la que se prohíbe la entrada a los Estados Unidos
de algunos funcionarios del gobierno venezolano, a los que acusa de violar los
derechos humanos.
Dos horas después de comenzada la primera sesión
plenaria le tocó el turno a Nicolás Maduro (1962), Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela, y aquí sí que se rompieron todos los moldes, nadie lo
pudo igualar. Improvisó en su estilo coloquial encadenando incidentales, usó la
Historia cual evangelio y su lenguaje corporal fue violento y beligerante.
Como preludio de este discurso, él y otros miembros
del ALBA, visitaron la zona de El Chorrillo, zona
panameña en la que según su criterio la población fue masacrada durante la
llamada invasión norteamericana a Panamá. Allí, Maduro aceptó la encomienda -o
se la inventaron sus asesores- de entregar a Obama una carta suscrita por las
víctimas de aquellos sucesos, en la que exigían una indemnización a los EEUU.
Maduro afirmó ante el plenario que democracia es
igualitarismo y no solamente votar, es hacer que nuestros países participen de
la distribución de las riquezas. Se jactó de tener la más perfecta democracia
del mundo y dijo “nunca nuestro país había vivido un proceso tan democrático”,
pero seguidamente arremetió contra la oposición a la que descalificó llamándola
“oligarquías políticas”. Acusó a los medios de todos los países representados
en la Cumbre de haber iniciado una campaña de manipulación y de mentiras para
decir que el comandante Chávez era un dictador.
Dijo que “Venezuela tiene el sistema electoral más
transparente y moderno que se pueda conocer en nuestra Historia” y arremetió
contra lo que él llama “decreto peligroso” defendiendo la honorabilidad de los
funcionarios sancionados por la mencionada orden ejecutiva. Dijo que no es antiestadounidense, sino
antiimperialista, y para probarlo se declaró admirador de Jimi Hendrix y Eric Clapton, dando con esto otro motivo de risas, pues como es
sabido, Clapton es británico.
Maduro hace ondear la bandera panameña
en el barrio El Chorrillo
Según entiendo, Nicolás Maduro reventó la VII
Cumbre durante cuarenta minutos, utilizó treinta y dos más de los estipulados
para cada discurso, despotricó contra los Estados Unidos durante más de diez
minutos; y sin embargo, entre sus palabras lapidarias estuvo la frase con la
que algunos quisieran abolir la Carta Democrática Interamericana: “Nadie debe
intervenir en los asuntos de otro”. Declaró que entregaría a Obama millones de
firmas contra el llamado decreto y que Cuba le había llevado tres millones de
firmas solidarias. Esas firmas de Cuba en favor de Maduro y esa carta de los
panameños que Maduro estuvo dispuesto a entregar a Obama no significan, según
la lógica de Maduro, una intervención en los asuntos de otro.
Según los hechos y las declaraciones de Maduro, se
puede leer con claridad que para él y sus partidarios “nadie tiene derecho a
exigirle a nadie el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana” y con
esto está minado el fundamento de las Cumbres de las Américas.
A continuación Kamla Persad (1952), Primera
Ministra de Trinidad y Tobago leyó un discurso protocolar, conciliador y aunque
abogó contra el decreto y a favor de Venezuela, no atacó al Presidente Obama.
El Presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández
(1968), como todos los mandatarios, se solidarizó con el pueblo Chileno por los
desastres naturales que por esos días estaban enfrentando. Hernández, en un
discurso equilibrado, se centró en los logros y retos de su país y solo al
final de su intervención dio la bienvenida a la delegación de Cuba.
Ollanta Humala (1962), Presidente de Perú, le
siguió en la palabra y también se centró en el tema de la reunión. Habló del
cambio climático, la eficiencia del gasto y la calidad de la inversión, pero no
se pronunció contra Obama ni habló de la Carta Democrática.
A continuación le tocó el turno a Evo Morales
(1959) Presidente de Bolivia, y aquí volvió a flamear el verbo, regresó al
plenario el gesto iracundo del cuerpo, y un pequeño dedo acusador batió el aire
como estoque letal. El presidente boliviano rememoró los atropellos cometidos
por los colonizadores sin tomar en cuenta que aquellos sucesos deplorables no
pueden servir de excusa a los líderes de América Latina para imponer ideologías
o sistemas antidemocráticos, sino que por el contrario tienen el deber de
proteger las libertades, la alterabilidad en el poder y el pluripartidismo.
Morales dijo que debemos vivir en paz y con
respeto, que “los imperios perecen y las democracias son eternas”, pero no
mencionó la Carta Democrática, sino que por el contrario afirmó: “No queremos
que nos vigilen”, en franca discrepancia
con lo que manda la OEA como organismo encargado de promover la democracia y garante
de las libertades ciudadanas.
Evo, al igual que Correa, Castro, Cristina y
Maduro, rompió el protocolo y dirigió sus palabras directamente a Barack Obama,
haciendo a un lado al Presidente de la Sesión. Evo le dijo al Presidente de los
Estados Unidos que no tenía derecho a hablar de Derechos Humanos, que debía
resarcir a Cuba por los daños ocasionados mediante el embargo y le acusó de
espía y agresor.
Hasta aquí, los hechos estaban prácticamente
consumados, la VII Cumbre de las Américas legitimó a la dictadura más antigua
del continente y bloqueó la posibilidad de presionarla para que reconozca a la
oposición interna y respete los principios democráticos que se expresan y
definen en la Carta Democrática Interamericana. En la VII Cumbre se le dio una
estocada letal al «derecho a la insurrección
contra un gobierno ilegítimo y totalitario», el cual ha sido esgrimido y
utilizado como estandarte por más de uno de los actuales mandatarios
latinoamericanos en su ascenso al poder, incluidos Daniel Ortega, Ollanta Humala
y los hermanos Castro; y se repudió a la oposición política de Cuba y Venezuela
acusándolas de «mercenaria» y «oligarca» respectivamente.
Finalmente la sesión terminó con el discurso de
Stephen Harper (1959), Primer Ministro de Canadá, quien leyó su discurso en
inglés y francés. Harper, habló en un tono protocolar y conciliador, abogó por
las libertades y la Carta Democrática Interamericana, elogió los pasos de la
región hacia la democracia y dijo que “Hoy la democracia más que nunca es la
norma en el hemisferio”, y definió que la democracia representativa, la que
defiende la Carta aceptada como documento normativo por todos los miembros de
la OEA, “incluye elecciones libres, justas y periódicas, libertad de expresión,
libertad de asociación y de asamblea, también significa instituciones sólidas y
autónomas, incluyendo el poder judicial, los partidos políticos y los medios de
comunicación independientes”.
Hasta aquí, cinco de los 15 oradores, –Correa, Castro, Fernández, Maduro y Morales-,
rompieron el protocolo con discursos encendidos e intolerantes. Su objetivo
estuvo centrado en proclamar sus ideologías como las únicas válidas en el
hemisferio y remarcar el interés de este grupo -integrantes del ALBA con la
excepción de Fernández-, por reventar la Cumbre de las Américas y hacer a un
lado a los Estados Unidos, al que
insisten en calificar como «imperio».
La segunda sesión fue más calmada, porque dejaron
solo a Daniel Ortega, quien en consonancia con sus acólitos de la mañana,
arremetió contra Obama y defendió la intolerancia a cualquier precio.
Finalmente no se llegó a una resolución final, no hubo consenso, y según declaraciones del Canciller de Costa Rica, las causas de este desencuentro estuvieron en que,
cuando el documento final estaba listo y era de conocimiento de todos los
participantes en la VII Cumbre, un grupo de mandatarios, a quienes no quiso
identificar por conocidos, propusieron incluir una repulsa contra la mencionada
orden ejecutiva, algo que la mayoría no aceptó por improcedente.
Protestas en Brasil piden la renuncia de la Presidenta Dilma Rousseff
Después
de la VII Cumbre, muy temprano; Cristina, viajó a Rusia; en el Estrecho de Ormuz, la Guardia Revolucionaria
Iraní apresó a un carguero que en principio se identificó como norteamericano
y que involucró al pentágono en un confuso incidente; Obama, enfrentó en Baltimore un apocalíptica explosión social causada
por conflictos raciales; Otto Pérez, fue recibido con un escándalo
de corrupción que toca directamente a su vicepresidenta; Dilma, tuvo en las calles de Brasil a miles de manifestantes
contra su gobierno; en Colombia, las
FARC rompió de mala manera el alto al fuego y provocó once bajas al ejército;
pero, en medio de este berenjenal global, en medio de este drama, lo que presentó
la prensa oficial cubana fue solamente el esplendor del desfile del
día 1 de mayo, en el que según las imágenes se desbordó la felicidad y se
reafirmó una vez más la adhesión de los cubanos a “su socialismo”, a pesar de que
en Cuba, por esos días, se agudizó aun
más la represión contra los opositores y La
Habana sufrió una catástrofe natural muy parecida a la que devastó
Chile.
En Cuba celebran con «entusiasmo y alegría» el 1 de mayo,
«marchan por el socialismo» y por la fidelidad del pueblo a quienes ostentan el poder desde hace más de 56 años.
Todas estas noticias, por tomar unas pocas, ponen
en duda muchos de los argumentos presentados por los oradores en la VII Cumbre,
estos hechos empujan a pensar, que si los países llamados bolivarianos bajo la
órbita castrista se alejan de los Estados Unidos y se acercan a Rusia, y por
transición a Irán, no tendremos que esperar mucho tiempo para que volvamos a
tener sobre nosotros la amenaza cierta de una crisis de
misiles recargada, sin disponer en la región, ahora sí, de la OEA, la ONU,
o cualquiera de aquellas organizaciones internacionales, y quizás no contemos tampoco
con líderes sensatos -a última hora pero sensatez al fin- como JFK y NJ, que en octubre de 1962
propiciaron que el mundo no reventara como un globo de Cantoya. Ojalá
que me equivoque. Ojalá.