martes, 17 de febrero de 2015

CASTRO-USA Y LOS CABALLEROS DE LA MESA REDONDA


Los cambios en Cuba

A dos meses del anuncio, por el que más de un amigo me felicitó creyendo que “ahora sí mi país iba a cambiar de verdad”, mi respuesta sigue siendo la misma: Este es otro episodio, otra jugada de tiempo, un cambio aparente –cambio fraude como le llamó Payá Sardiñas- para no abandonar el poder vitalicio y sobre todo, para mantenerse con vida.

Ya pasaron dos meses de aquel anuncio de la normalización de relaciones entre el General y el Presidente de los Estados Unidos; sin embargo, nada nuevo aparece sobre el horizonte, y sigue siendo el intercambio de prisioneros el único y efectivo resultado de aquellos discursos que llenaron a todos de asombro y dudas.

Toneladas de tinta se han vertido sobre el papel y millones de mensajes y artículos se han publicado en las redes, muchas especulaciones, muchas predicciones, pero más allá del “triunfo” obtenido por los hnos. de Birán con la excarcelación de sus espía y el uso que de ellos está haciendo en la continuación de una larga y efectiva campaña propagandística y proselitista, no se ve nada claro.

Algunos caballeros, por ingenuidad o porque así lo creen de manera entrañable, han vaticinado que con la normalización de las relaciones con la dictadura, esta se ablandará y dejará de violar los derechos humanos. También se extiende el criterio de que no resultó el embargo y ese es motivo más que suficiente para eliminarlo dándole a la “pequeña empresa privada” más posibilidades de desarrollo… y muchas otras conclusiones que no comparto.

Y no comparto esos criterios que se debaten entre el optimismo y el triunfalismo porque, por lo general, las cosas son más simples de lo que aparentan, porque nadie es lo suficientemente tonto como para cometer errores sin que esté absolutamente presionado para cometerlos, sin opción para actuar de otra manera y este no es el caso de los hermanos de Birán y su prole que ya va ascendiendo al poder.

En los centros del poder en Cuba no hay la más mínima presión para cambiar nada, y por supuesto que lo que funciona no se cambia, y no se cambiará nada porque ha funcionado, no se cambiará nada porque en la mesa donde se juegan las cartas del poder sobre la isla quien reparte sigue siendo la misma mano y los demás caballeros deben acatar las cartas que le tocan, nadie en esta mesa ha puesto nada que obligue al cambio.

Y quien reparte las cartas sabe perfectamente que sobre él y sus allegados pesan crímenes que, de cambiar la mano en la mesa, habrá algunos caballeros que utilizando las nuevas reglas propiciarán que cambie la suerte en el juego y, que eventualmente, con la pérdida del poder quienes han dictado el juego durante más de medio siglo en la isla junto a sus cómplices pierdan la mano y también la cabeza.

A dos meses del anuncio, por el que más de un amigo me felicitó creyendo que “ahora sí mi país iba a cambiar de verdad”, mi respuesta sigue siendo la misma: Este es otro episodio, otra jugada de tiempo, un cambio aparente –cambio fraude como le llamó Payá Sardiñas- para no abandonar el poder vitalicio y sobre todo, para mantenerse con vida.

Estas son, en mi criterio, las dos sencillas razones: mantener el poder y la vida. Dos razones más que suficientes como para no cambiar la mano y continuar embaucando, blofeando y prestidigitando ante los ojos de los caballeros de la mesa.

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