lunes, 3 de septiembre de 2018

¿¡EL 4 POR CIENTO PARA QUÉ!?

(Este artículo lo publiqué hace muchos años y se salió de este blog por alguna razón que nunca pude conocer; sin embargo, como esta sociedad aún está muy lejos de ser una meritocracia, su contenido está tan vigente como en su día de publicación, así que ahí se los dejo) 

Mientras existan empresarios que prefieran a un pariente incapaz en un puesto de gran demanda profesional, y funcionarios públicos que promuevan a incapaces acólitos de nada valdrá la inversión en la educación.

No es que quiera privar en rosca izquierda, pero los problemas de nuestra sociedad no se resuelven SOLAMENTE con dedicar el 4 % del Producto Interno Bruto a la educación. El problema es más complicado que eso.
Si se produjera el milagro de que mañana amaneciéramos con la Ley aprobada, firmada y puesta en vigor, ese manantial de dinero no sería la solución del problema, porque peor que la ineficiencia en la educación es el clientelismo político en los predios oficiales y el amiguismo, por decirlo de algún modo, en el sector privado.
Con más dinero dedicado a la educación se conseguirían, después de un largo período de formación, una mano de obra más calificada y profesionales más capaces; sin embargo, mientras el currículo siga tan subvaluado como en nuestros días, nada cambiará.
Hoy no es el más calificado quien accede a un empleo, sino aquel que esté más cerca de la casta o el partido de quien oferta el empleo, hoy no está en las mentes de los estudiantes ser los más diestros en sus competencias, sino tener más “enllaves”, conocer más amigos con acceso a las fuentes de empleo, tener amigos empleadores, que es como tener un central azucarero.
Si no se empuja simultáneamente por todos los flancos, la sociedad dominicana difícilmente saldrá del estancamiento educacional en el que se encuentra, difícilmente, siendo una economía de servicios, pueda competir con los vecinos del área.
La campaña sin dudas ha sido una de las mejores en materia de publicidad e impacto, pero habría que ver los resultados a mediano y largo plazo, porque por otra parte, y no menos importante aún, mientras aprender no se convierta en una necesidad para los ciudadanos nada cambiará, mientras los estudiantes persigan solamente un documento que los acredite y no los conocimientos, nada cambiará, y para que el conocimiento sea una necesidad para la sobrevivencia y una carta de garantía de que el saber y no la suerte o los “enllaves” son los que valen, la sociedad en su conjunto y simultáneamente tiene que poner por encima de todo el valor académico y la capacidad profesional de quienes acceden a los mejores empleos, a las mejores calidades de vida.
Mientras existan empresarios que prefieran a un pariente incapaz en un puesto de gran demanda profesional, y funcionarios públicos que promuevan a incapaces acólitos, de nada valdrá la inversión en la educación. Por eso digo que no es privar en rosca izquierda, sino llamar la atención de que el daño es tan complejo y antiguo que si no se le ataca con los remedios adecuados por todos los flancos, esta campaña para compulsar al gobierno a dedicar el 4 % del Producto Interno Bruto a la educación no pasará de ser una más de las cruzadas con buenas intenciones y pocos resultados. Mientras se permita poner dos tornillos donde el fabricante recomienda cuatro, la batalla estará perdida, la rosca estará en su sitio, pero vacía. 

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