Ahora le dicen a eso fake news, pero en Cuba eso siempre se conoció como bola, una noticia falsa que se riega en menos de lo que canta un gallo. Quizás, la diferencia entre una bola y una noticia falsa es que la primera se transmite a través de Radio Bemba y la segunda a través de la prensa escrita, radial, televisiva y -de un tiempo a esta parte-, las redes sociales.
Camilo Cienfuegos (1932-1959) |
En octubre de 1959, cuando
dieron la noticia de que había desaparecido Camilo Cienfuegos, yo tenía un brote
de sarampión que parecía un tomate. Así que en mis recuerdos, una cosa siempre
ha estado unida a la otra, por eso no puedo olvidar la algarabía que se desató
en los alrededores de mi casa uno de aquellos días en los que la búsqueda del
barbudo del sombrero alón y los bolsillos llenos de papeles era lo más
importante del mundo.
No recuerdo si fue al segundo,
tercer o cuarto día de la búsqueda, pero el alboroto que me despertó de
aquellas fiebres coloradas me sacó de la cama y al buscar a mis padres encontré
que me habían dejado solo, así que le quité el gancho a la puerta de la calle y
salí disparado a averiguar lo que pasaba con los vecinos que escandalizaban en
el medio de la calle. Entonces supe que Camilo había aparecido.
Esa fue quizás la primera vez
que escuché una bola, por supuesto que yo no tenía ni la más remota idea
de que era una bola, pero con el tiempo y los recuerdos lo comprendí. Al
poco rato de la buena noticia, llegó otra con el desmentido, entonces se supo
que del barbudo no había el menor rastro.
Aquello fue triste, porque de
pronto todos pasamos de la euforia a la pena. Claro, que esto sucedió largo
rato después de que mi madre me hubiera descubierto en el medio de la calle y devuelto
a mi cama de ensarampionado, así que cuando se supo que no era cierto,
de que había sido una bola, ya yo estaba debajo de una colcha sudando la
fiebre. Finalmente los hechos se sucedieron como ya son conocidos: una historia
oficial con muchos recovecos, un misterio y una leyenda popular.
Ahora le dicen a eso fake news,
pero en Cuba eso siempre se conoció como bola, una noticia falsa que se riega
en menos de lo que canta un gallo. Quizás, la diferencia entre una bola
y una noticia falsa es que la primera se transmite a través de Radio
Bemba y la segunda a través de la prensa escrita, radial, televisiva y -de
un tiempo a esta parte-, las redes sociales.
Durante los próximos cuarenta
años, recuerdo que varias veces pude escuchar otra bola, una que anunciaba
la aparición de un hombre encapuchado en la tribuna desde la que el dictador daría
alguno de sus discursos, se aseguraba que en medio de aquel acto le pediría al
encapuchado que se descubriera y entonces el pueblo reconocería a Camilo Cienfuegos.
No es que yo sea más suspicaz que nadie, pero aquella nunca me cuadró, así que
no le di bola a la bola, pero escuchaba la euforia de algunos que no
paraban mientes en narrar lo que sucedería en la Plaza de la Revolución cuando
Camilo tomara nuevamente los micrófonos.
Me imagino que esa bola
recurrente, como un sueño, tiene algún significado, pienso que el fardo que cargamos
los cubanos con los recuerdos, las noticias falsas y verdaderas de aquella
conspiración en la que fueron marcados, purgados, eliminados y estigmatizados muchos
otros barbudos, el inconsciente quiere destaparlo. En el imaginario colectivo
flota la duda y nada más alentador ante la angustia que una noticia falsa, una bola
que haga esfumarse por un momento la zozobra, que aplaque el coraje que provoca
el saber que nos han mentido tantas veces y que aquella fue una de las
primeras.
Álbum para coleccionar postalitas |
Porque allá viene lo otro, los
muy sofisticados medios de propaganda de los que disponían los capitalistas
cubanos para publicitar sus productos fueron los mismos que engrandecieron a
los barbudos, los que nos vendieron álbumes para llenar con postalitas de
los rebeldes. Los álbumes que hasta el 58 se llenaban con postalitas de peloteros,
en el 59 contenían colecciones de fotos de los «héroes de la revolución», y los
libros para dibujar, ya no venían con los personajes ficticios de los cuentos
infantiles de siempre, sino con los rostros reales de los que se iban haciendo
con el poder en la isla; de tal modo, que un niño como yo, que en octubre de
1958 no tenía ni idea de quien era ninguno de aquellos barbudos, en octubre de
1959 estaba sintiendo aquella pérdida como si fuera alguien de la familia. Nos
habían colado por todos los medios las imágenes de los nuevos superhéroes.
Sesenta años después el fardo está
lleno de morbosas mentiras, de una red infinita de insanas historias oficiales que
desdibujan la Historia reciente. Ah, y de aquellos publicistas, de los que no se
dedicaron a eternizar al comandante y sus noticias falsas o verdaderas, no
quedó nada.
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