viernes, 15 de noviembre de 2019

LA MÚSICA NO SIRVE DE NADA...


Para disfrutar la música debemos conocer su lenguaje

Para disfrutar la música es necesario esforzarse en conocerla y aprender a apreciarla, ella no es un ungüento mágico, la magia se produce solamente cuando nos hemos esforzado en estudiarla y hemos podido aprehenderla, cuando a través de un proceso de aprendizaje pedagógicamente fundamentado podemos descifrar sus códigos, entender su lenguaje.

Muy a menudo es posible leer afirmaciones que nos indican que la música es algo así como el remedio para muchos males, un Bálsamo de Fierabrás que de ingerirlo -en el caso de la música de escucharla-, podemos alcanzar estadios superiores como seres humanos, podemos enmendar las malas conductas y proporcionar y proporcionarnos felicidad sin fin. Dicen que sirve: «para expresar, escuchar, callar, cambiar, ser diferentes, ser iguales, unir, fortalecer, armonizar, equilibrar, definir, ser únicos, convivir, reflexionar, divergir, coincidir, motivar, apoyar, alcanzar, volver a intentar, imaginar, inspirar, etc.», y mucho más. Dice Dudamel, por ejemplo, que la música tiene un poder de transformación social.

Pero la música, por sí sola, por lo que es físicamente, por las vibraciones de las que está hecha, solo tiene el poder de tocarnos el inconsciente y, aunque verdaderamente puede provocarnos estadios de bienestar, esto es solamente una reacción primaria. Al escucharla, nuestro inconsciente reacciona de tal o cual manera; pero, si queremos que todas esas sensaciones se conviertan en pensamientos y esos pensamientos en acciones, la música que escuchamos debe pasar del inconsciente a la consciencia y para que se produzca esta transformación, la música, por ella misma, no sirve de nada. Es la Educación Musical y los hábitos de escucha el medio imprescindible para conseguirlo.

El arte se transmite a través de un lenguaje que utiliza signos muy específicos, los que debemos conocer para poder comprender su mensaje. Así, como aprendemos a hablar en otro idioma, debemos esforzarnos para comprender los códigos en los que se expresan las artes. Esa es la premisa para que el arte nos emocione, debemos conocer su lenguaje y para eso es necesario un serio proceso de aprendizaje.

Las artes, para que podamos disfrutarlas al máximo, requieren de nosotros ese esfuerzo, esa curiosidad por aprender. ¿Por qué afirmo tal cosa? porque pocas veces tenemos a nuestro alcance y como parte de nuestro entorno cotidiano las obras del Arte Universal, porque cada vez son más escasos los medios que se ocupan de difundir las grandes obras de Arte y nuestros hábitos de escucha y de disfrute de las artes se reducen a lo que nos llega de manera fortuita, que suele ser por lo general lo más popular, y, lamentablemente, lo más popular cada vez se aleja más de la obra de arte. En la banda sonora que acompaña nuestras vidas, si no nos desarrollamos en un ambiente propicio, pocas veces llevamos las obras de los grandes compositores de la música occidental.

Pergolesi, Bach, Beethoven, Mozart, Verdi, Roldan, Caturla, Ginastera, Ponce, Revueltas, y muchísimos más son compositores que han creado obras inmortales, que emocionan a millones de seres humanos en todo el mundo, obras que han perdurado durante varias generaciones, pero que si no nos acercamos a ellos a través de un proceso de aprendizaje en el que debemos esforzarnos, ellos no nos podrán hacer saltar el pecho cuando les escuchamos en obras tan monumentales como las misas de Bach, La noche de los Mayas, de Revueltas, o las óperas de Verdi.

Para quienes no se esfuercen en comprender el lenguaje de las artes, la música, no sirve, a pesar de que mucha música nos arropa por todos los medios y a veces nos llega al oído sin nuestro consentimiento, porque esta no es toda la música, esta es la música popular y folklórica occidental, que por su fácil comprensión es la más publicitada, pero existe otra música, elaborada con herramientas académicas que a pesar de que vale tanto como la popular, requiere de nosotros un aprendizaje que nos conduzca a comprender su lenguaje y sus usos. La música popular se propone convocarnos a cantar y bailar, fundamentalmente para entretenernos; sin embargo, la música académica o clásica nos convoca a pensar, y a comprender los sentimientos más profundos del ser humano.

Para disfrutar la música es necesario esforzarse en conocerla y aprender a apreciarla, ella no es un ungüento mágico, la magia se produce solamente cuando nos hemos esforzado en estudiarla y hemos podido aprehenderla, cuando a través de un proceso de aprendizaje pedagógicamente fundamentado podemos descifrar sus códigos, entender su lenguaje. En resumen, es la educación musical la que tiene el poder de transformar la sociedad a través de la música.

La música no sirve de nada, si los individuos no se educan para disfrutarla. La música no sirve de nada sin un proceso de enseñanza-aprendizaje adecuado, es la educación musical en particular y la educación artística en general la condición indispensable para que la música y las artes adquieran todos sus dones, el genio salga de la lámpara y el Bálsamo de Fierabrás nos haga efecto.

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1 comentario:

  1. La música en sí misma ni busca crear ni crea símbolos, sino que induce, estimula, aporta la sugerencia para que nuestra mente organice una serie de estímulos sensoriales (auditivos en este caso) y “cree”, forme, perciba o imagine estructuras o imágenes mentales que pudieran poseer un significado, así como generar una respuesta emocional por parte del auditor. Creo que cuando hablamos de “buscar” un resultado específico producido por el fenómeno musical debemos referimos a la intención del compositor o del intérprete, que pudieran proponerse lograr un efecto determinado en la audiencia, como el de crear un estado emocional específico o inducir a la percepción de un proceso o una imagen mental; porque el resultado siempre será independiente de cualquier propósito que se hayan propuesto los creadores de la obra musical, ya que en realidad éste depende de la forma en que el auditor la percibe.

    La “obra musical” sólo existe en la mente de los que la perciben, y la capacidad de éstos para apreciarla y evaluarla está determinada por sus propias estructuras mentales, las cuales reflejan sus niveles de formación cultural, el desarrollo de sus sensibilidades y la mayor o menor familiaridad que ellos poseen con el hecho musical en sí mismo, además de todas las características individuales de sus personalidades. Es decir, que el compositor puede proponerse, o no, estructurar su obra basándose en ciertos parámetros que pudieran ser apreciados por un tipo, o grupo determinado de personas, de acuerdo con sus características individuales, como en el caso de la música comercial y/o popular; o simplemente componer su obra libremente, sin considerar quién la pudiera apreciar o no.

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