Para
disfrutar la música debemos conocer su lenguaje
Para disfrutar la música es necesario esforzarse en conocerla y aprender a apreciarla, ella no es un ungüento mágico, la magia se produce solamente cuando nos hemos esforzado en estudiarla y hemos podido aprehenderla, cuando a través de un proceso de aprendizaje pedagógicamente fundamentado podemos descifrar sus códigos, entender su lenguaje.
Muy a
menudo es posible leer afirmaciones que nos indican que la música es
algo así como el remedio para muchos males, un Bálsamo de Fierabrás que de
ingerirlo -en el caso de la música de
escucharla-, podemos alcanzar estadios superiores como seres humanos, podemos
enmendar las malas conductas y proporcionar y proporcionarnos felicidad sin
fin. Dicen que sirve:
«para expresar, escuchar, callar, cambiar, ser diferentes, ser iguales, unir,
fortalecer, armonizar, equilibrar, definir, ser únicos, convivir, reflexionar,
divergir, coincidir, motivar, apoyar, alcanzar, volver a intentar, imaginar,
inspirar, etc.», y mucho más. Dice Dudamel, por ejemplo, que la música tiene un poder de transformación social.
Pero
la música, por sí sola, por lo que es
físicamente, por las vibraciones de las que está hecha, solo tiene el poder de
tocarnos el inconsciente y, aunque verdaderamente puede provocarnos estadios de
bienestar, esto es solamente una reacción primaria. Al escucharla, nuestro inconsciente
reacciona de tal o cual manera; pero, si queremos que todas esas sensaciones se
conviertan en pensamientos y esos pensamientos en acciones, la música que escuchamos debe pasar del
inconsciente a la consciencia y para que se produzca esta transformación, la música, por ella misma, no sirve de
nada. Es la Educación Musical y los hábitos de escucha el medio imprescindible
para conseguirlo.
El
arte se transmite a través de un lenguaje que utiliza signos muy específicos,
los que debemos conocer para poder comprender su mensaje. Así, como aprendemos
a hablar en otro idioma, debemos esforzarnos para comprender los códigos en los
que se expresan las artes. Esa es la premisa para que el arte nos emocione,
debemos conocer su lenguaje y para eso es necesario un serio proceso de
aprendizaje.
Las
artes, para que podamos disfrutarlas al máximo, requieren de nosotros ese
esfuerzo, esa curiosidad por aprender. ¿Por qué afirmo tal cosa? porque pocas
veces tenemos a nuestro alcance y como parte de nuestro entorno cotidiano las
obras del Arte Universal, porque cada vez son más escasos los medios que se
ocupan de difundir las grandes obras de Arte y nuestros hábitos de escucha y de
disfrute de las artes se reducen a lo que nos llega de manera fortuita, que
suele ser por lo general lo más popular, y, lamentablemente, lo más popular
cada vez se aleja más de la obra de arte. En la banda sonora que acompaña
nuestras vidas, si no nos desarrollamos en un ambiente propicio, pocas veces llevamos
las obras de los grandes compositores de la música
occidental.
Pergolesi,
Bach, Beethoven, Mozart, Verdi, Roldan, Caturla, Ginastera, Ponce, Revueltas, y
muchísimos más son compositores que han creado obras inmortales, que emocionan
a millones de seres humanos en todo el mundo, obras que han perdurado durante
varias generaciones, pero que si no nos acercamos a ellos a través de un
proceso de aprendizaje en el que debemos esforzarnos, ellos no nos podrán hacer
saltar el pecho cuando les escuchamos en obras tan monumentales como las misas
de Bach, La noche de los Mayas, de
Revueltas, o las óperas de Verdi.
Para quienes
no se esfuercen en comprender el lenguaje de las artes, la música, no sirve, a pesar de que mucha música nos arropa por todos los medios y a veces nos llega al oído sin
nuestro consentimiento, porque esta no es toda la música, esta es la música
popular y folklórica occidental, que por su fácil comprensión es la más
publicitada, pero existe otra música,
elaborada con herramientas académicas que a pesar de que vale tanto como la
popular, requiere de nosotros un aprendizaje que nos conduzca a comprender su
lenguaje y sus usos. La música
popular se propone convocarnos a cantar y bailar, fundamentalmente para
entretenernos; sin embargo, la música
académica o clásica nos convoca a pensar, y a comprender los sentimientos más
profundos del ser humano.
Para
disfrutar la música es necesario esforzarse
en conocerla y aprender a apreciarla, ella no es un ungüento mágico, la magia se
produce solamente cuando nos hemos esforzado en estudiarla y hemos podido aprehenderla,
cuando a través de un proceso de aprendizaje pedagógicamente fundamentado podemos
descifrar sus códigos, entender su lenguaje. En
resumen, es la educación musical la que tiene el poder de transformar la
sociedad a través de la música.
La
música no sirve de nada, si los
individuos no se educan para disfrutarla. La música no sirve de nada sin un proceso
de enseñanza-aprendizaje adecuado, es la educación musical en particular y la
educación artística en general la condición indispensable para que la música y las artes adquieran todos sus
dones, el genio salga de la lámpara y el Bálsamo de Fierabrás nos haga efecto.
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La música en sí misma ni busca crear ni crea símbolos, sino que induce, estimula, aporta la sugerencia para que nuestra mente organice una serie de estímulos sensoriales (auditivos en este caso) y “cree”, forme, perciba o imagine estructuras o imágenes mentales que pudieran poseer un significado, así como generar una respuesta emocional por parte del auditor. Creo que cuando hablamos de “buscar” un resultado específico producido por el fenómeno musical debemos referimos a la intención del compositor o del intérprete, que pudieran proponerse lograr un efecto determinado en la audiencia, como el de crear un estado emocional específico o inducir a la percepción de un proceso o una imagen mental; porque el resultado siempre será independiente de cualquier propósito que se hayan propuesto los creadores de la obra musical, ya que en realidad éste depende de la forma en que el auditor la percibe.
ResponderEliminarLa “obra musical” sólo existe en la mente de los que la perciben, y la capacidad de éstos para apreciarla y evaluarla está determinada por sus propias estructuras mentales, las cuales reflejan sus niveles de formación cultural, el desarrollo de sus sensibilidades y la mayor o menor familiaridad que ellos poseen con el hecho musical en sí mismo, además de todas las características individuales de sus personalidades. Es decir, que el compositor puede proponerse, o no, estructurar su obra basándose en ciertos parámetros que pudieran ser apreciados por un tipo, o grupo determinado de personas, de acuerdo con sus características individuales, como en el caso de la música comercial y/o popular; o simplemente componer su obra libremente, sin considerar quién la pudiera apreciar o no.