domingo, 3 de octubre de 2021

LA XENOFOBIA y otras fobias, ese odio sutil que se sale del inconsciente

Todos somos únicos e irrepetibles como seres humanos, pero todos tenemos el deber y el derecho a ser iguales ANTE LA LEY.

Genoma Humano @ Fuente Externa

Ahora que las políticas globalistas y afines acuden en «defensa de las minorías» mediante herramientas como la «política de género», las «migraciones masivas» y las «políticas públicas igualitarias» para convertir a los grupos humanos en átomos en fisión, voy a mencionar una de las preguntas que se escapan del inconsciente y que en mi opinión tiene un alto contenido discriminatorio, y un cuestionamiento al que ningún «lenguaje inclusivo» es capaz de poner coto.

«¿Usted no es de aquí?» Es una pregunta que establece una contundente muralla entre el «nativo» y el «forastero», sea esto referido a cualquier geografía, sea el barrio o el país, da lo mismo, el hecho concreto es que esta pregunta establece una diferencia que da ventaja a quien la hace, estableciendo que el cuestionado, a consecuencia de no ser «nativo», «desconoce» las normas del lugar y por lo tanto no tiene «derechos».

«Lo que se ve no se pregunta», le respondió Juan Gabriel en una entrevista a Fernando del Rincón, y claro que no se pregunta lo que está a la vista porque es una ofensa, es una discriminación, es un muro que se establece entre quien inquiere y el inquirido, quien además, aunque no esté obligado a responder, sufre esa violencia sicológica de hacerle reconocer mediante esa pregunta que es distinto, que es diferente y que esas diferencias pudieran estar censuradas o ser censurables.

Fórmula de Einstein. @ Fuente externa.

Los seres humanos somos complejos porque todos somos únicos, no hay dos organismos idénticos en la faz de la tierra ni en sus alrededores conocidos, no somos ni podemos ser iguales, y esas teorías que pretenden «olvidar las diferencias», estableciendo «marcas», a través de campañas publicitarias, que solo consiguen establecer núcleos artificialmente afines, y que han creado una larguísima lista de grupos que crece cada día más ante la imposibilidad de abarcar las infinitas diferencias humanas, buscan la igualdad en sitios equivocados y por lo tanto defienden derechos tan espurios como los del «nativo» sobre el «forastero» o viceversa.

Todos somos únicos e irrepetibles como seres humanos, pero todos tenemos el deber y el derecho a ser iguales ANTE LA LEY. Defender los derechos del «nativo» en detrimento de los derechos del «forastero» o viceversa, genera una fisión de magnitudes incalculables, porque ese método, entre otras aberraciones, desplaza la atención de la IGUALDAD ANTE LAS LEYES hacia LA IGUALDAD ENTRE LOS SERES HUMANOS, una meta inalcanzable porque nunca todos seremos iguales, y si utilizamos esas desigualdades como campo de batalla, estaremos perdidos como especie. Hágase del culo un tambor, pero que su ruido no viole los derechos del prójimo.

lunes, 16 de agosto de 2021

NI TÚNELES NI ELEVADOS LE SIRVEN A SANTO DOMINGO


La obra más visible de Leonel Fernández

En casi todas las ciudades del mundo, la ampliación de los viaductos contribuye a la mayor fluidez del tráfico vehicular; sin embargo, el moderno entramado vial que se construyó en la ciudad de Santo Domingo durante los tres gobiernos de Leonel Fernández, y en el que se invirtieron cuantiosos recursos, es totalmente inoperante en las horas que más falta hace.

Y esto se debe, sin necesidad de ser ingeniero ni perito en tráfico, a la incapacidad de los agentes del orden para imponer las leyes, y a la indolencia de los choferes, es decir a la conducta de los que en la vía pública rodamos todos los días.

En cuanto a la incapacidad de imponer las leyes, el asunto comienza con la revista. Este trámite en el que supuestamente se califica la calidad de los vehículos para transitar con seguridad, ya ni siquiera existe por lo que en su inmensa mayoría los carros públicos o conchos, que transportan a millones de pasajeros diariamente, son verdaderas chatarras que acarrean un peligro real.

Estos vehículos, además de no contar con las condiciones técnicas mínimas, transportan -incumpliendo todos los reglamentos-, tres personas delante y cuatro detrás, y sus choferes son capaces de hacer las maniobras más temerarias por conseguir un cliente o adelantar unos centímetros, incluso ante los ojos risueños de un policía.

Por su parte las fuerzas del orden están integradas por un personal que desconoce las Leyes del Tránsito, tiene como interés supremo lucrarse de las temeridades de los conductores, y la prevención de accidentes les importa poco. Por ejemplo, durante los últimos meses se han podido ver a los “AMET” situados -más bien emboscados-, en las bajadas de los elevados cazando a los motoristas, quienes pagan la temeridad de transitar por una vía que les está prohibida con una montada en la grúa, un viaje al “canódromo”, una charla y algunos centenares de pesos. Esta disposición que pretende prevenir un accidente fatal y preservar la vida, los agentes la utilizan para conseguir sus “cuartos” de la manera más clara posible ¿no sería más apropiado que se situaran a la subida de los elevados para impedir que cometan la infracción? Ah, y los equipos pesados que tampoco pueden transitar por esas vías, nadie les dice nada y circulan a todo dar por allá arriba, al parecer por lo imponentes y temibles que se ven.

Son muy pocas las contravenciones en las que se fijan los agentes del orden en Santo Domingo, pocas y siempre a manera de operativos, sin continuidad, intermitentes, medalaganariamente, por lo que es imposible que puedan establecer el orden en la vía pública.

Y como si todo esto fuera poco, para elevar el caos en los elevados y hacerlos más inoperantes, la incapacidad de la gran mayoría de los conductores para hacer la fila, convierte la entrada de estos en verdaderos embudos, en los que quienes vienen desde el final tratan a las buenas o las malas de incorporarse al carril que no les pertenece, perturbando el flujo vehicular, sin la menor intervención de las fuerzas del orden.

También otras lindezas adornan la vía: vehículos ligeros o pesados que se dañan constantemente -debido también a la indolencia ante las malas condiciones técnicas-, y que obstruyen la fluidez del tráfico, y las inundaciones parciales de la vía, debido a la obtusa manera de construir las calles, aceras, contenes y drenajes pluviales.

Además de lo antes dicho, elevados y túneles fueron construidos sin antes ordenar el transporte público, nudo gordiano que ata de pies y manos todas las posibilidades de modernización de la capital dominicana. El Estado fue incapaz de propiciar un sistema de transporte público con ómnibus modernos, cómodos y con una frecuencia capaz de responder a las demandas, algo que a todas luces estuvo originado en la incapacidad del gobierno para lidiar con los “sindicalistas”, dueños de casi todas esas chatarras que navegan y obstruyen el embravecido asfalto dominicano. Ni siquiera los taxis se salvan del desparpajo, cada vez -por la larga cadena de indolencias-, es más difícil encontrar uno confortable y con aire.

Hoy Leonel Fernández acaba su tercer período de gobierno, y sin dudas una de las obras más visibles construidas en todos esos años son el Metro, los túneles y elevados con los que consiguió adornar y cambiar definitivamente la faz de la capital dominicana; sin embargo, en estas monumentales obras también se reflejan su incapacidad como Jefe del Estado, en ellas está todo lo que le faltó para que esas vías pudieran ser utilizadas a plena capacidad.

Ojalá Danilo Medina, quien se abrochará la Ñoña hoy, tenga en su lista de lo que nunca se ha hecho, esto del ordenamiento vial, comenzando por la creación de una institución capacitada para hacer cumplir las leyes y sembrar en los choferes el respeto a los demás en la vía pública, y la conformación de un equipo de ingenieros competentes que construyan bien y corrijan las chapucerías en el drenaje pluvial, las calles, aceras y contenes. Ojalá que el 16 de agosto de 2016, podamos despedir a Medina con una ciudad más amigable.

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sábado, 17 de julio de 2021

ALGO PODRIDO HAY EN DINAMARCA... Y GATO ENCERRADO EN LA HABANA

Me asombra y me llena de dudas que, después del 11 de julio, como tocados por unos polvos mágicos o por el beso de un príncipe en sus mejillas, despertaran a la realidad cubana publicando textos con redacciones improbables y aromas de dudosa autenticidad.

Muertos, heridos y desaparecidos en las protestas.

Eche usted un vistazo al curso de la Historia de la Música Cubana hasta 1959 y encuentre un nicho de mercado en el que la llamada Nueva Trova hubiera colocado sus canciones: a mis ojos, en ninguno. Tuvo que venir una dictadura, que como lava de diez volcanes sepultó la cultura cubana, erigiendo sobre ella un sistema de propaganda castrista, para que los boleros, sones, guarachas, danzones, pachangas, mambos, puntos, descargas, etc., abandonaran sus nichos en el mercado y se colocara en ellos la voz de la propaganda castrista, utilizando para tal empresa a quienes vinieron a cantar las canciones que Celia Cruz no quiso cantar, y a componer las canciones que Ernesto Lecuona no quiso componer. Y lo mismo pasó con los escritores, periodistas, bailarines, artistas plásticos, etc., que estuvieron obligados a emigrar, callar, o convertir el «arte en un arma de la revolución».

Y como el hubiera no existe, sin ánimo de ser exhaustivo -como diría Cesar Vidal-, el hecho cierto es que hoy, muchos de los que se enrolaron en la gran campaña de erradicación de los «rezagos del pasado» y escribieron en sus banderas programáticas las ideas del castrismo, que arrasó con la economía de mercado, terminaron siendo millonarios en euros, esa fue la recompensa por haber realizado la «gentil misión de aplaudir a la dictadura más longeva del hemisferio occidental», ese fue el estímulo material por ser parte de la propaganda castrista. Sin ánimo de anotar todos los despropósitos de estos artistas revolucionarios, entre muchas acciones algunos firmaron cartas innombrables, o aplaudieron de manera irrestricta la intransigencia revolucionaria del Partido, materializada en persecución, encarcelamiento y tortura, otros ejercieron la violencia en actos de repudio contra sus propios compañeros de labor, otros denunciaron las desviaciones ideológicas de las personas que se movían en su radio de acción, incluidos familiares y amigos íntimos, y otros cometieron todas las anteriores.

Por eso, y solo por eso, es mi sentimiento de asombro y dudas -Benedetti hubiera dicho jodido y radiante-, ante las denuncias de algunos de esos artistas que han militado hasta hace unos días como voces de la propaganda castrista, quienes han firmado cartas innombrables, han suscrito declaraciones en favor de la dictadura y han mirado a otra parte cuando fusilaban a héroes de la República de Cuba o a simples ciudadanos. Me asombra porque más de una vez muchos de ellos dijeron que no hablaban de política, incluso, durante años yo he denunciado en este blog los desmanes del castrismo y más de un amigo me aconsejó que no me metiera en política, que yo solo era músico.

Por eso me asombra y me llena de dudas que, después del 11 de julio, como tocados por unos polvos mágicos o por el beso de un príncipe en sus mejillas, despertaran a la realidad cubana publicando textos con redacciones improbables y aromas de dudosa autenticidad.

Sí, hay que sumar, pero sumar a los dispuestos a derrocar a la dictadura castrista, no a quienes están dispuestos a lavarle la cara con «críticas constructivas» y culpar al «imperialismo yanqui» y al «bloqueo» de los males que ha padecido Cuba y los cubanos durante más de sesenta años, no a quienes exculpen a la dictadura castrista. Por eso, parafreseando a Marcelo, repito: algo podrido hay Dinamarca... y gato encerrado en La Habana.

viernes, 25 de junio de 2021

Derrocar a la dictadura, esa es la cuestión

Con la lengua muerta y la mente tropelosa

Bloqueo es otro fetiche esgrimido hasta la saciedad y ante el cual la lengua se le pone estropajosa a más de uno, y les confunde de tal modo que les impide pensar en la palabra embargo, palabra esta última que pudiera abrir las puertas del conocimiento.

Sin ánimo de andar por las fundamentaciones académicas, que han de conocer los que lean, el más importante y eficiente escudo que tiene el castrismo para torcer en su favor el pensamiento, es la palabra, la que no gratuitamente utilizó a troche y moche el extinto dictador histórico, quien según algunas leyendas impuso récord en aquello de prolongar sus discursos, los que utilizó para implantar el método.

Durante los últimos sesenta y pico de años, la dictadura castrista impuso palabras que han obrado como talismanes ante todos en mayor o menor grado, durante más o menos tiempo, ante propios y extraños, talismanes ante los que hemos tenido que rendir nuestros votos y hacer patente nuestra pleitesía.

Sin ánimo de anotar todo el diccionario castrista me referiré solo a los talismanes más vistos, y el primero que me viene a la memoria es el estado cubano, una máscara nada sutil para encubrir lo que en toda regla es una dictadura, la cual tampoco definiré porque esa la han de conocer quienes lean.

Bloqueo es otro fetiche esgrimido hasta la saciedad y ante el cual la lengua se le pone estropajosa a más de uno, y les confunde de tal modo que les impide pensar en la palabra embargo, palabra esta última que pudiera abrir las puertas del conocimiento.

Y para no hacer esta nota más larga, mencionaré el talismán de los talismanes: la palabra revolución. Ante esta, quien no presenta sus ofrendas corre el riesgo de ser reprimido, perseguido y condenado. Ante este talismán, quien no es convencido es vencido, es aplastado con fuerza, es sometido con intransigencia revolucionaria. Y así ha sido, porque quien llegara a descubrir que cambiando en todos los discursos la palabra revolución por dictadura, pudiera comprender de qué lado están sus devociones, pudiera descubrir que ser revolucionario es beatificar la dictadura.

Sin embargo, la única palabra que escapa de los diccionarios de propios y extraños es la palabra derrocar, única que convoca ideas capaces de descubrir el método para acabar con los sufrimientos que padecen quienes son hostigados por la dictadura.

En Cuba existe una dictadura y a las dictaduras se derrocan, mientras esas dos palabras, al menos, no sean aprehendidas por propios y extraños, nos mantendremos en este limbo en el que nada avanza ni retrocede, sino todo lo contrario. 

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En Cuba no hay revolucionarios ni contrarrevolucionarios

viernes, 4 de junio de 2021

Hay que tocar el violín para domar a las fieras, pero si llega el de la amusia...

Una nota de la prensa decimonónica


...los músicos se aferran a sus instrumentos, aunque los peligros asechen. No paran, aunque las fieras les rodeen, no dejan de tocar, aunque el cielo se les venga encima. Ellos pretenden, como Anfión, domar las fieras y los elementos. Aunque a veces hay un enemigo letal. Desde el principio de los tiempos solo los tipos con poder y amusia han sido capaces de dañar el concierto.

Es clásica ya la escena de los músicos de la película Titanic que James Cameron dirigió en 1997. Según los inteligentes el guion está basado en hechos reales, y no hay que dudarlo, porque los profesionales de ese ramo se toman muy en serio su trabajo y así son muchas las historias que se conservan de músicos que permanecen tocando y dejan de prestar atención a las más fuertes inclemencias del tiempo, sean truenos, relámpagos o vientos huracanados, o a las más inusuales circunstancias, sean como explosiones, calores con más grados que un doctor de la Sorbona o el más caótico desorden en las localidades de un teatro. Así que transcribiré la siguiente nota que publicó un cronista hace ya más de siglo y medio, en la que relata los disturbios ocurridos en la función del domingo 25 de marzo de 1855 en el teatro Tacón de La Habana, los que no impidieron que los músicos siguieran tocando:

Raveles[1]. La compañía de Raveles verificó en las noches del sábado y el domingo últimos las dos funciones anunciadas, asistiendo a ellas la primera noche una concurrencia numerosa y a la segunda una de aquellas que obtuvo la primitiva compañía en sus mejores tiempos, pues no solo estaba el local completamente lleno y se veían dobles y triples filas de espectadores, particularmente del sexo femenino que se retiraron después de intentar conseguir un palmo de terreno en que sentarse o permanecer paradas, pero de modo que algo pudieran ver. Por lo demás las funciones citadas agradaron como era de esperarse, si bien la pantomima «Mazahne» dejó bastante que desear el sábado respecto de la maquinaria, algo más corriente el domingo, pero esta última función se hizo notable por un incidente que por fortuna no tuvo las consecuencias funestas que muchos se temieron y con razón. Hallábase el director de orquesta ejecutando el violín en la pieza de Paganini titulada Las Brujas, cuando de resulta de un ruido que provenía de las altas localidades se levantaron precipitadamente algunos individuos, tras esos otros con aire despavorido y luego otros y otros sobrecogidos de espanto, presentando el local en un momento una escena de inexplicable confusión que se aumentaba con los gritos y demostraciones de los que trataban de tranquilizar al resto del público, lo que al fin se logró a virtud de estrepitosos aplausos que indicaron que no había motivo para alarmarse. En efecto, según se dijo parece que el origen de tantos gritos, de tantos síncopes, de carreras y saltos al escenario y de un sobresalto general fue un barril de agua colocado en las altas localidades, y que alguno derribó casualmente o con intención, si bien otros dicen que el que lo llevaba cayó con él en una de las escaleras. Véase pues cómo una causa insignificante puede producir grandes efectos, faltando poco para que unos cuantos galones de agua hubieran causado tantos desastres como la repentina inundación de un gran río (o el hundimiento de un trasatlántico). Debemos mencionar el hecho de que el Sr. di Carlo continuó tocando el violín durante el alboroto con ánimo sin duda de calmar aquel proceloso océano de cabezas humanas con los mágicos acentos de su violín, como Anfión domaba las fieras con su arpa y probablemente su serenidad, aparente al menos, contribuyó a restablecer bien pronto la tranquilidad del auditorio, que lo colmó de aplausos al finalizar la pieza. La función continuó y minutos después todo el mundo reía doblemente con las gracias de Francisco Ravel y con el recuerdo de lo ocurrido.  

Así ha sido casi siempre, la música debe continuar, y, como el Sr. di Carlo en el Tacón o el cuarteto del Titanic, los músicos se aferran a sus instrumentos, aunque los peligros asechen. No paran, aunque las fieras les rodeen, no dejan de tocar, aunque el cielo se les venga encima. Ellos pretenden, como Anfión, domar las fieras y los elementos. Aunque a veces hay un enemigo letal. Desde el principio de los tiempos solo los tipos con poder y amusia han sido capaces de dañar el concierto.


[1] Diario de la Marina, 27 mar. 1855

lunes, 19 de abril de 2021

Arditi y Bottesini en La Habana o La Fiesta de los Gitanos según el Diario de la Marina (1846-1851) (4 de 4)

En el bicentenario del natalicio de Giovanni Bottesini (1821-2021)

Bottesini vuelve a La Habana listado en el elenco como Maestro director y compositor y Arditi como director de orquesta. Arditi compone más danzas cubanas e introduce los tambores cubanos. Vuelven a los Estados Unidos y regresan a La Habana para hacer la quinta y última temporada. Arditi y Bottesini en Cienfuegos y Trinidad. La commedia è finita... ma chissà. Bottesini torna di nuovo.


Temporada 1849-1850 de la compañía lírica del Teatro Tacón (10 oct. 1849 - 17 mar. 1850)


Dibujo de Samuel Hazard

El elenco de la compañía italiana fue publicado el 16 de septiembre, y en él aparecieron listados Bottesini como Maestro director y compositor, y Arditi como director de orquesta. Bottesini llegó a La Habana procedente de Southampton en el vapor Teviot el 29 de septiembre de 1849 junto a los demás integrantes de la compañía contratada en Europa, pero no pudieron bajar al puerto hasta el día 1 debido a restricciones sanitarias[1].

Durante esta temporada, que comenzó el 10 de octubre[2], he podido encontrar solo dos menciones de Arditi en el DM. En una, se da la noticia de que el miércoles 10 de octubre, en el intermedio de Lucia de Lammermoor, Arditi hizo tocar su danza La llegada de Bottesini[3]; y en otra, se dice que en la gran fiesta que el Capitán general dio en la «casa de Gobierno para celebrar los días de S. M», la noche del 19 de noviembre,

[…] cuando la orquesta compuesta de cincuenta profesores dirigidos por Arditi, […] dejaba escapar sus torrentes de armonía, corría la juventud de ambos sexos a la sala principal y ya se deslizaban al compás de la danza o del rigodón sobre la alfombra de grana, ya volaba arrebatada entre los laberintos del wals y de la polka. […]

Magnífica orquesta acreedora de alabanzas por la unión, el aplomo con que tocó bellas y escogidas piezas que agradaron universalmente, entre ellas dos lindísimas danzas de un joven compositor perteneciente a nuestra alta aristocracia[4].

La compañía italiana del Tacón se va al Norte en el verano de 1850

El 17 de marzo[5] terminó la temporada, y la troupe salió el 22 para Charleston[6] en el vapor Isabel[7]. Las próximas noticias llegaron en tres cartas remitidas al DM y publicadas los días 7 de abril, 10 de mayo y 22 de junio, pero ninguna con noticias de Arditi y Bottesini.

Temporada 1850-1851 de la compañía lírica del Teatro Tacón (10 oct. 1850-16 mar. 1851)

Dibujo de Samuel Hazard

Según el anuncio publicado el 28 de septiembre de 1850 en el DM, figuraban como parte del elenco el Sr. Juan Bottesini, maestro de música y primer contrabajo, y el Sr. Luis Arditi, maestro de coros y director de orquesta. Se hacía saber además que la compañía llegaría el 4 de octubre, todo lo cual quedó verificado en el Parte Mercantil que se publicó el día 5, en el que se confirma que, procedente de Charleston, Savannah y Cayo Hueso habían llegado al puerto de La Habana, a bordo del vapor Isabel, 145 pasajeros, «entre ellos la compañía de ópera italiana». 

El 9 de octubre de 1850 apareció el anuncio de la primera función de la temporada 50-51 y como parte del elenco aparecen:

Maestro de la compañía, Sr. Bottesini.

Director de la orquesta. Sr. Arditi.

Director de escena. Sr. Badiali (F)[8]

El cronista, salvo algunas menciones a la orquesta, nada vuelve a comentarnos de Arditi y Bottesini durante el año 1850, y así lo confirma en la Crónica Local[9]. Año 1850, donde no se nombran ni de pasada. Pero ambos tuvieron su función de beneficio en la segunda parte de la temporada y así lo describió el cronista[10]:

         El sábado anterior (15 feb.) […], el beneficiado (Bottesini) tocó en su instrumento unas variaciones sobre el Carnaval de Venecia, de Paganini. Esta función se repitió el domingo como función de abono. […].

El mismo número recuerda que el Beneficio del distinguido artista-profesor señor Arditi sería el jueves 20, y en la crónica nos enteramos de sucesos muy peculiares en la escena habanera[11]:

[…] Los profesores Arditi y Bottesini ejecutaron su introducción y variaciones sobre el Carnaval de Venecia con la maestría y gusto que les son peculiares, […].

[…], y queriendo el beneficiado dar muestra de sus buenos deseos por complacer a tan benigno público no solo tuvo la buena ocurrencia de repetir su antigua danza El incendio, cuya introducción imitativa agradó tanto, sino que compuso para esta noche un gran wals sobre motivos de la ópera favorita del público Ernani, que gustó bastante, y otra danza titulada Los Tambores, porque en efecto estaba acompañada por veinte de estos instrumentos de ruido. […]. 

Lo que se componía entonces en La Habana y se estrenaba con el éxito de estas danzas, se imprimía y vendía inmediatamente como lo documenta la siguiente nota:

Los tambores[12]. Fue el título de la danza que acaba de dar a luz el Sr. Arditi. Dicha danza ha sido tocada ya en algunos lugares públicos y por su originalidad ha llamado la atención general, gustando mucho. Véndese en el almacén de música de Edelmann y en la litografía del Comercio.

Arditi y Bottesini durante el verano de 1851

La última función fue el 16 de marzo y quedó disuelta la compañía, así que unos días después encontramos a los dos músicos en Cienfuegos rumbo a Trinidad:

         CORREO DE LA ISLA[13]

         Cienfuegos. Leemos en la Hoja Económica del domingo 23:

El viernes último ha entrado en este puerto en el vapor Isabel, con dirección a Trinidad y Cuba (Santiago de), multitud de pasajeros, distinguiéndose entre ellos […] la señora Bosio y los señores Bottesini y Arditi. Con tal motivo […] se improvisó una función dramática por los señores Robreño, […]. Después de concluida […], porción de personas se dirigieron a bordo del vapor […] y tuvimos el grandísimo gusto de oír cantar una magnifica aria de Roberto el Diablo […] por la señora Bosio, acompañándola al piano el señor Bottesini. Celebramos sobremanera la complacencia de la señora Bosio, como también la de los señores Bottesini y Arditi, los cuales ejecutaron a cuatro manos la soberbia abertura de Guillermo Tell en el piano.

En la misma columna se menciona el correo llegado de Trinidad en el que se confirma que: «Estaban ya en esa ciudad (con gran contento de sus dilettanti) la señora Bosio y los señores Bottesini y Arditi».

Días después se supo que «solo dieron dos conciertos con poco favorables resultados en cuanto a producto monetario», y que se habían retirado de Trinidad porque al parecer «los precios fijados […] se consideraron muy subidos»[14]. En otra columna se confirma que los artistas habían regresado a La Habana[15] y que el día 8 habían partido para Charleston en el vapor Isabel[16].

Y eso iba a ser todo para Arditi y Bottesini en Cuba y en las páginas del DM. No hubo temporada lírica y así lo lamentaba el cronista en su reseña de los acontecimientos más relevantes del año 1851: «Lejos estábamos de pensar que al hacer esta reseña nuestra pluma dejase de consignar los triunfos de los artistas que debieron componer la compañía del 51 al 52»[17].  Por su parte, Arditi recuerda que, en 1851, junto a Angiolina Bosio y Bottesini, visitó Trinidad, Matanzas y Cienfuegos y después regresó a Nueva York, donde fue contratado por Maretzek como director de la Academia de Música, y en 1852 firmó un contrato para acompañar a Alboni en una gira de ocho meses. (Arditi 1896, 16, 18)

La commedia è finita... ma chissà

Entre los días 3 de noviembre de 1846 y 8 de abril de 1851, Arditi y Bottesini pasaron largas temporadas en La Habana y algunas ciudades de los Estados Unidos, y como he podido demostrar en este artículo, las páginas del DM documentaron buena parte de sus presentaciones en público y del repertorio interpretado, convirtiéndose esta publicación periódica en una fuente documental invaluable para las investigaciones que tienen como objeto de estudio la vida y obra de estos dos músicos. Sin embargo, esta fuente primaria ha sido muy poco frecuentada por los investigadores a través del tiempo.

Quizás, a partir de la información que he vertido en este artículo, se puedan encaminar trabajos que concluyan con el descubrimiento de algunas de las obras de estos autores que fueron anunciadas, tocadas e impresas en La Habana, pero que no aparecen registradas en sus catálogos definitivos, así mismo pudiera determinarse si estas no registradas fueron usadas para integrar otras, les fueron cambiados sus títulos, o finalmente desaparecieron. Es mi intensión que la Fiesta Gitana que comenzó en el Gran Teatro de Tacón hace casi dos siglos, siga dando de qué hablar.

TORNA DI NUOVO (1854-1855)

El DM del 9 de noviembre de 1854, anotó en su columna de entradas de travesía que el día anterior había llegado al puerto de La Habana el «vapor inglés Teviot, capitán Sawyer», procedente «de Tampico y Veracruz, en una travesía de seis días», y en la columna de pasajeros llegados hizo saber que en el Teviot llegó «D. Amilcare Roncari con veinte y seis individuos de la compañía de ópera italiana». El mismo periódico dio a conocer la noticia del regreso a La Habana de la compañía de Ópera Italiana que a principios de ese año se había presentado en el Gran Teatro de Tacón con una temporada que duró del 9 de febrero al 25 de marzo de 1854.

El día 12 de noviembre el periódico publicó el elenco completo de la compañía, en el que figuraba como «director de orquesta y concertista» el celebrado Juan Bottesini. La temporada se inauguró la noche del 16 de noviembre en el Gran Teatro de Tacón con la reposición de la ópera Atila, de Verdi -la que el público habanero aplaudió de nuevo con entusiasmo-, teniendo a la Steffenone en el papel de Odabella y al señor Salvi en el de Foresto, quienes, a juicio del localista, permitieron que las piezas que ellos cantaron «se oyeran con su verdadero colorido, especialmente en el bello dúo de tiple y tenor del segundo acto en el que fueron muy aplaudidos». Y «por lo que hace a la orquesta dirigida por el señor Bottesini, nada dejó que desear»[18].

La función del día 19, en la que se presentó la ópera Atila por segunda vez, estuvo «precedida de un Himno, que compuso el señor Bottesini, y que en celebridad de los días de S. M. la Reina se cantó por toda la compañía», y según el anuncio del 24 de diciembre de 1854 el programa del día de navidad sería el siguiente:

Octava función del segundo abono para el lunes 25

La empresa ha dispuesto para ese día una brillante función en la que a petición de los concurrentes se presentará por primera vez en esta temporada el gran concertista del contrabajo, el gran Bottesini, y ejecutará una pieza de su composición.

El concierto se verificó y esto fue lo que recogió en su crónica el localista[19]:

[…] el Sr. Bottesini entusiasmó a la concurrencia ejecutando en su dificilísimo instrumento, el contrabajo, una gran fantasía de su composición sobre «El Carnaval de Venecia». La suavidad, la dulzura de los sonidos que el Sr. Bottesini arranca a uno de los más ingratos instrumentos y la limpieza, la rapidez y la seguridad con que ejecuta, particularmente en los armónicos, son cosas cuyo mérito no podrán menos de conocer hasta los que no están iniciados en las dificultades de este instrumento, y que a los que lo están dejan convencidos de que el Sr. Bottesini es una verdadera notabilidad en el contrabajo, acaso una notabilidad sin rival. El público entero lo aplaudió con calor, lo llamó a la escena y volvió a aplaudir a su paso por el patio para ir a ocupar su puesto a la cabeza de la orquesta.

El domingo 18 de febrero de 1855 se verificó la función de beneficio de Bottesini y el programa estuvo compuesto por los dos primeros actos de la ópera Don Juan, de Mozart -que recién el día 11 se había estrenado en Cuba por esa compañía-; el Gran dúo para clarinete, contrabajo y orquesta de Bottesini, que el autor interpretó junto al clarinetista de la orquesta, el maestro Enrique Belletti, primer clarinete de Su Majestad Británica[20], [21], [22]; y la gran fantasía sobre temas de La Sonámbula, y esto fue lo que escribió el localista:

Gran Teatro. […] Por lo que hace al Sr. Bottesini, que tocó en el contrabajo una pieza de su composición arreglada para ese instrumento y para el clarinete con acompañamiento de orquesta, y una gran fantasía para el primero también de su composición sobre temas de «La Sonámbula», todo lo que pudiéramos decir no daría una idea de la perfección a que ha llegado en el manejo de ese instrumento, uno de los más ingratos, y que parece encerrar en su mismo nombre la idea de la inaudita constancia y de la disposición natural que se necesita para brillar en él como brilla el Sr. Bottesini, para arrancar como este arranca de sus toscas cuerdas esos sonidos delicados, sonoros, que halagan el oído y penetran hasta el alma, y para ejecutar con la rapidez y limpieza con que toca el mencionado artista. El contrabajo en manos del Sr. Bottesini puede decirse que se transforma en un violín. El público, entusiasmado, colmó de aplausos al gran contrabajista, a cuya demostración se hizo igualmente acreedor el Sr. Belleti en el perfecto desempeño de la parte de clarinete, y ambos fueron llamados a la escena[23].

Aquella compañía de ópera italiana alternó en el Tacón con otra de zarzuelas, y ambas se despidieron del público habanero con una función el día 22 de febrero, en la que volvieron a presentarse Bottesini y Belletti, y aunque ni en el anuncio[24], ni en la crónica[25] del localista se menciona la obra que tocaron, es de suponer que haya sido el dúo para clarinete y contrabajo. 

Pero no porque se disolviera la compañía que trajo a La Habana el empresario Roncari el público habanero estuvo dispuesto a dejar partir a todos sus integrantes. Desde el 28 comenzaron a publicarse noticias acerca de un «notable concierto» que se preparaba en el Liceo, en el que participarían la señora Fiorentini y los señores Bottesini y Belletti, quienes serían secundados además por los artistas habaneros Aristi, Desvernine y Bousquet; la noticia del día 2 de marzo agregaba en el programa al tenor Salvi y se anunciaba que en el Villanueva, en el beneficio del actor Argente, también se presentarían la señora Fiorentini, quien cantaría en carácter la canción andaluza La Calesera, y el señor Bottesini que tocaría el tan celebrado Carnaval de Venecia. El día 3 «varios filarmónicos suplicaron por conducto del periódico al Sr. Bottesini que tuviera a bien tocar la gran fantasía de su composición sobre temas de La Sonámbula», y ese mismo día, en la columna correspondiente a los anuncios se publicó el programa completo de la función del domingo 4 en el Villanueva a beneficio del actor Argente, en la que se presentarían Claudina Fiorentini y don Juan Bottesini.

Este concierto se verificó como estaba anunciado, y según el localista, el público, numeroso como pocas veces en el Villanueva, premió con aplausos generales, frecuentes y entusiastas las actuaciones de la Fiorentini, quien «cantó con tanto gusto como gracia», y a Bottesini, quien tocó El Carnaval de Venecia.

El día 4 apareció el anuncio de la función del jueves 8 en el Liceo Artístico y Literario de la Habana, según el cual el concierto comenzaría con una Gran fantasía para dos pianos, sobre temas de la Norma, ejecutada por Desvernine y Aristi; a continuación, Belletti tocaría Souvenir de la Lucia de Lammermoor; Salvi se presentaría con Romanza de La Favorita; Bousquet, tocaría La Melancolía, y la primera parte terminaría con Rondó final de la María de Rohan, interpretada por la soprano Fiorentini.

La segunda parte comenzaría con la, Fantasía cerrito para contrabajo interpretada por Bottesini; seguida de Romanza de Elixir de Amor, interpretada por Salvi y luego el Gran dúo para clarinete y contrabajo por Belletti y Bottesini; Bousquet tocaría un sorprendente solo en el violín, y la velada terminaría con Mira la blanca luna, de Rossini, dúo nocturno sentimental que cantarían Fiorentini y Salvi.

El concierto se realizó, y según lo que anotó el localista en su crónica[26], no hubo cambios en el programa, por lo que se volvió a escuchar en La Habana la Fantasía cerrito, para contrabajo solo, y el Gran Dúo Concertante para clarinete en La, contrabajo y orquesta / piano.

En conclusión, durante esta última visita de Juan Bottesini a la Isla, las obras que de él se interpretaron fueron: un Himno dedicado a Su Majestad la Reina; se estrenó el dúo para clarinete y orquesta, que ya había tocado en México con el mismo Enrico Belletti, y se volvieron a interpretar las muy aplaudidas variaciones sobre temas de la Sonámbula y del Carnaval de Venecia y la Fantasía Cerrito, tres obras que hasta prueba en contrario tuvieron su estreno mundial en La Habana, en las fechas antes citadas. Santo Domingo, 10 dic. 2020. Editado para el blog El Tren de Yaguaramas 2da. Época el 17 de abril de 2021.

Para seguir leyendo:

-          (1 de 4) (Disponible el 17 abr. 2021) Arditi y Bottesini La Habana o La Fiesta de los Gitanos según el Diario de la Marina (1846-1851)

El entusiasmo juvenil de Bottesini y Arditi, y los designios de la providencia. Estreno de la ópera Ernani, de Verdi en La Habana por la compañía italiana de ópera del Gran Teatro de Tacón. Arditi violín y director de la compañía y Bottesini primer contrabajo al cémbalo. Estreno del Gran Dúo Concertante para contrabajo y violín. Arditi y Bottesini viajan por primera vez a Estados Unidos.

-          (2 de 4) (Disponible el 17 abr. 2021) Arditi y Bottesini La Habana o La Fiesta de los Gitanos según el Diario de la Marina (1846-1851)

La compañía de ópera italiana del Gran Teatro de Tacón regresa a La Habana y Arditi estrena Gulnara y Bottesini Colón en Cuba, pero antes se presentan, en el mismo escenario del Tacón, el violinista Ernesto Sivori y el pianista Henry Herz. El trío Arditi, Bottesini y Desvernine se presenta en los Estados Unidos.

-          (3 de 4) (Disponible el 18 jun. 2021) Arditi y Bottesini La Habana o La Fiesta de los Gitanos según el Diario de la Marina (1846-1851)

Los solos de Arditi en Los Lombardos llaman la atención del público y la prensa. Se estrena un Himno de Bottesini en el Tacón y se bailan las danzas de Arditi por toda la Habana. Bottesini viaja a Londres y desde allá le escribe una carta a su amigo Arditi.

Bibliografía:

Arditi, Luigi. 1896. My Reminiscenses. Edited and compiled whit introduction and notes by the Baroness von Zedlitz. Second Edition. London: Skeffington and Son.

Nelo Vetro, Gaspare. 1989. «Elenco delle composizioni e delle edizioni», en Giovanni Bottesini, Centro Studi e Ricerche dell`Universita degli Studi di Parma, 165-184

Publicaciones periódicas en bibliotecas digitales

Diario de la Marina. 1844-1961. [En línea] [Fecha de consulta 11 de jul.  de 2020] Disponible en:

https://www.dloc.com/UF00001565/06350/allvolumes?search=cuba


[1] 30 sep.

[2] 12 oct.

[3] 12 oct.

[4] 22 nov.

[5] 17 mar. 1850

[6] 19 mar.

[7] 23 mar.

[8] Coincidieron en La Habana los hermanos César (C) y Federico (F) Badiali

[9] 1 ene. 1851

[10] 18 feb.

[11] 22 feb.

[12] 21 mar.

[13] 27 mar.

[14] 3 abr.

[15] Ídem

[16] 9 abr.

[17] 1 ene. 1852

[18] DM, 12 nov. 1854

[19] 27 dic.

[20] Cf.: Elenco en DM, 12 nov. 1854

[21] Olavarría de, Enrique. 1895. Reseña histórica del teatro mexicano. 2ª e. México: La Europea. 147

[22] «Belletti también se asoció con Lind, tocando solos en sus conciertos en 1851 en Nueva York y otros lugares. Todavía actuaba en Nueva York en 1853, pero después se fue al sur a Charleston, Nueva Orleans y La Habana». The Clarinet. Vol. 43. Nº. 2, mar. 2016, p. 42.

[23] DM, 20 feb. 1855

[24] 22 feb.

[25] 24 feb.

[26] 10 mar.

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