Nunca agradeceremos lo suficiente a los músicos y empresarios capitalistas que hicieron regresar a los mercados los productos de la música popular cubana. Gracias a ellos el pueblo latino sigue teniendo una identidad en su música.
En el blog DESMEMORIADOS, Historias de la Música Cubana,
Rosa Marquetti ha publicado un artículo titulado: 201 canciones
de Fania que no sabías que eran cubanas (ni tampoco Fania te lo dijo) el que quiero comentar aquí, porque entiendo
que son varias las fintas que hace la articulista para no chutar directamente y como que de Historia de la
Música se trata, vale la pena despejar en defensa de la Memoria.
Según nos dice Marquetti, «la desconexión que sufrieron los músicos de la Isla a partir de 1961 respecto a los mercados internacionales [...], creó una situación única dejando en el limbo la gestión de los derechos de los autores cubanos»; sin embargo, ateniéndome a los hechos, la ausencia de cientos de músicos cubanos y sus obras en los mercados internacionales a partir de 1961 fue causada por el expolio de todos los medios de producción, incluidos los de la música, lo que provocó la cancelación de todos y cada uno de los contratos firmados y por firmar tanto dentro como fuera de la Isla.
El daño contra la música cubana, y la cultura cubana en general, comenzó cuando Fidel Castro expolió las empresas y las industrias que intervenían en la creación de los productos de la música cubana. Expoliar de la noche a la mañana y a punta de fusil a los propietarios de los estudios de grabación, las fábricas de discos, las academias de música, los teatros, los cines, los cabarés, las emisoras de radio, las revistas, los periódicos, las agencias publicitarias, las imprentas, las tiendas de música, los canales de televisión y todas las fuentes de empleo que tuvieron los músicos en la Mayor de las Antillas, fue un verdadero genocidio cultural y fue perpetrado por Fidel Castro y todos los que le acompañaron en la larga noche de los «discos rotos».
Nos dice también Marquetti que «los ejecutivos de Fania se encontraron de pronto en un terreno fértil para la imaginación»; sin embargo, lo cierto es que se encontraron con un nicho de mercado que Castro había vaciado gracias a la imposición en Cuba de una economía (planificada) no capitalista, que había abolido las leyes de la oferta y la demanda y la propiedad privada. Y si bien es cierto que «Masucci era abogado y sabía la gran oportunidad que Fidel Castro» le había puesto delante al devastar el mercado de la música cubana, nada debió importarle el embargo que John F. Kennedy decretó contra el régimen del entonces nuevo dictador cubano a través de la Proclamation 3447.
Pero mucho más patético que «Las irregularidades en los
créditos de los discos, la complicación en la identificación real de una
canción cubana, el tratamiento editorial, o de copyright, y la modificación sin
autorización del autor», ha sido la censura de cientos de artistas cubanos por
disentir del régimen comunista. Sería demasiado extensa la lista, pero estoy
seguro que la autora del artículo conoce a cientos de ellos. Filmes, discos,
libros, telenovelas, radionovelas, revistas, pinturas, esculturas, partituras, etc., que habiendo
sido creadas por quienes disintieron del Partido Comunista, con palabras o con
el hecho «imperdonable» de ir a vivir al exilio, fueron borrados de la cultura
cubana, sin el menor derecho, porque el arte en Cuba desde 1959 «es un arma de
la dictadura» y «contra la dictadura los ciudadanos no tienen ningún derecho».
Durante las últimas seis décadas, cientos de artistas en Cuba han sido censurados por disentir de las políticas del Partido Comunista y sus vidas y obras han sido borradas de todos los medios.
Nunca agradeceremos lo suficiente a los músicos y empresarios capitalistas que hicieron regresar a los mercados los productos de la música popular cubana. Gracias a ellos el pueblo latino sigue teniendo una identidad en su música, ellos nos recordaron las canciones que el castrismo nos hizo olvidar. Pocos recuerdan hoy los géneros musicales creados en Cuba durante casi dos siglos, aquellos que se convirtieron en marcas hegemónicas en los mercados de medio mundo, pocos recuerdan hoy el cha-cha-chá, el mambo, el bolero, el son, la guaracha, la rumba, la pachanga y tantos otros; sin embargo, todos fueron regresando a sus nichos a partir de 1973, solo que, gracias a la industria capitalista, con un nuevo significado y con un nuevo nombre de marca: SALSA.
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Este articulo es una maravilla, a mi me ha encantado, era lo que oia en La Isla antes del triunfo de la Revolución
ResponderEliminarGracias
EliminarMuy buen articulo, sobre todo para los desmemoriados.
ResponderEliminarGracias
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