Disimulando el crimen
El
atolladero de ideas está muy bien compuesto en el artículo que publicó La
Jiribilla, en él se proclaman al mismo tiempo la libertad de regresar a Cuba y
la imposibilidad de expresarse en contra de quienes ostentan el poder allí.
El arroz con mango que hay
en “la batalla de ideas” que “libra la revolución cubana” es a veces tan obvio que
resulta patético. El uso de falacias, medias verdades, retruécanos y callejones
sin salidas en el discurso oficial se han establecido como la norma, o como la
fundamentación de un cuerpo de ideas en el que cuesta saber quien ha muerto
primero, si el ser o la conciencia. Y todo esto, claro está, se dibuja y
desdibuja en los medios de información, los que están “destinados” por el castrismo
a “legitimar la verdad”.
En un artículo firmado por
Pedro
de la Hoz y publicado por la página La Jiribilla, aprecio una magnífica lección de todo esto, y si bien
es cierto que en toda la prensa oficial cubana se siguen las mismas pautas,
este trabajo tiene la maestría de un sobreviviente de la época de la hoz y el
martillo, de un periodista de largo oficio, capaz de sintetizar las normas,
descifrar las señas que emanan del poder y transmitirlas como “verdades
legítimas”.
En los primeros dos párrafos
se lee, cual si no pasara nada, que hoy debería tener el mismo significado que
un cubano emigrara a los Estados Unidos, como que un norteamericano lo hiciera
a Suiza. He aquí un señuelo para que el lector “descubra” un postulado que no
se compadece con la realidad; entre otras razones, porque el lector sabe de sobra
que Estados Unidos y Suiza no están confrontados políticamente, pero Cuba y los
Estados Unidos sí.
En el párrafo siguiente el
articulista nos descubre que ese diferendo político existe y, “diciendo las
cosas por su nombre” -es decir, con la “legítima verdad”-, nos revela “que esa
divergencia ha estado instigada por los enemigos del “Estado revolucionario”,
y concluye contundentemente estableciendo que esos enemigos lo han hecho “con
la intención de regresarnos al pasado”.
He aquí tres falacias duras;
la primera, se puede establecer porque el articulista no es dueño de la verdad,
sino en todo caso de sus propios criterios y opiniones; la segunda, porque el
diferendo no ha sido ni es instigado por los enemigos del “Estado
revolucionario”; y tercero, porque la intención de quienes en realidad lo que
hacen es oponerse a la política de un caudillo no puede regresarnos al pasado.
La otra gran falacia que se
desprende de todo este andamiaje de ideas es la que trata de afirmarnos que ha
sido desde los Estados Unidos de donde salieron todos los males de los cubanos
que residen en la isla. Pero no fue en el país del norte donde surgió la idea
de expropiar todas las empresas nacionales y extranjeras que apuntalaban la
economía en Cuba, no fue el vecino del norte quien impuso a la isla durante más
de medio siglo los dislates políticos y económicos que han llevado a la sociedad
cubana al deplorable estado en el que se encuentra hoy. Lo que ha sucedido en
Cuba es de la absoluta responsabilidad del llamado “Estado revolucionario”.
Pero además sucede que el
llamado “Estado revolucionario” no debería ser más que Estado, el adjetivo sale
sobrando porque es ese adjetivo, precisamente, el que mantiene a Cuba como país
fuera de toda modernidad, es el llamado “Estado revolucionario” el que desprecia
con violencia a todos los que no están de acuerdo con sus dictados, es el
llamado “Estado revolucionario” el que denigra y persigue a los ciudadanos que
reclaman su derecho a expresarse libremente, es el llamado “Estado revolucionario”
el que pretende ejercer todos los poderes hasta las calendas sin dar el menor
espacio a la oposición, ni siquiera el espacio del reconocimiento, es el
llamado “Estado revolucionario” el que estigmatiza, descalifica y empareja a
los opositores con el enemigo extranjero, como lo hace en su artículo el señor
de la Hoz.
Fue el ex máximo líder el
gran creador de todo ese mar de olvidos y descalificaciones, fueron las
persecuciones que se derivaron de sus palabras en la Biblioteca Nacional en
1961 y las pronunciadas diez años después en el Congreso de Educación y Cultura
las que sepultaron a miles de artistas cubanos, fue de sus ideas y acciones
caprichosas de donde surgieron los crímenes de lesa cultura, fueron sus “palabras
orientadoras” las que compelieron a una parte de la sociedad fanatizada a deplorar
a los artistas, a temer sus opiniones y a aplaudir cuando eran cortadas,
encarceladas y desterradas.
Gracias a la llamada
"revolución cubana", en Cuba no hay manera de salir del atolladero
ideológico. Quien manda ahora, adelantado seguidor del Dr. Moreau, no está en
la menor disposición de acatar las normas de la convivencia en libertad, algo
que está por descontado en Suiza. Para quien hace las normas de conducta en la
isla, su misión divina es dictar y los demás están obligados, so pena de ser
irrespetados -es decir, sufrir la violación de todos sus derechos-, a copiar y
repetir. Así nos lo hace saber una vez más el sobreviviente de la Hoz, pero
trata además de pasarnos gato por liebre -en un intento abyecto de profanar
nuestras inteligencias-, al comparar las
libertades que se gozan en Suiza con las que se gozan en Cuba.
El atolladero de ideas está
muy bien compuesto en el artículo que publicó La Jiribilla, en él se proclaman al mismo tiempo la libertad de
regresar a Cuba y la imposibilidad de expresarse en contra de quienes ostentan
el poder allí. Y así lo dice el articulista: "Nadie les va a pedir a
aquellos que se retracten, ni una militancia impostada, solo se les demandará
respeto". Y no hay que ser muy listo para comprender que en este contexto
"respeto" es sinónimo de SILENCIO.