El Capitolio de La Habana, el más lujoso obsequio que recibió la capital cubana por sus 500 años de fundada, fue el envase restaurado que alguna vez contuvo uno de los poderes del Estado democrático, donde se engendraron efímeras dictaduras y largas libertades, donde radicó el Congreso de la República de Cuba, mismo que Fidel Castro demolió después de 1959.
Capitolio de La Habana, espectáculo de clausura de las celebraciones del 500 aniversario de la fundación de La Habana |
Por más de medio mundo las
publicitarias que manejan las cuentas del departamento de propaganda del
Partido Comunista de Cuba (PCC), han divulgado durante los últimos meses una
estupenda campaña por la celebración del quinto centenario de la fundación de
la ciudad de La Habana, una campaña que, a juzgar por la calidad y tiempo en
pantalla que ocupó en CNN en
Español y otros medios,
debió costar una millonada de dólares.
La celebración fue a todo
trapo, como dicen por allá, con decenas de conciertos, actividades artísticas y
culturales de todo tipo, con la legendaria vuelta a la ceiba de El
Templete, la real visita de los Reyes de España y
cientos de invitados de un montón de países, y, como prenda suprema en la
corona de la Noble
Habana, la reapertura de una joya arquitectónica que en Cuba se conoce
como El
Capitolio de La Habana a los pies de la cual se presentó una súper producción sin
parangón en la isla, y tanto o más elegante, costosa y perfecta que las
habitualmente presentadas en Hollywood, París, Londres o New York.
Y es ahí donde la lista no me juega
con el billete, donde la Historia se me encabrita, donde las doctrinas, las
ideologías, las glorias que se han vivido se me retuercen, se me agolpan unas a
otras y la realidad se me vuelve truculenta más que mágica, pero como no es
literatura sino la vida en vivo, directo y a todo color, yo, lo que me siento
es estafado una vez más, como cuando los cerdos de Rebelión cambian a
escondidas las normas.
Para un turista desprevenido o
para un cubano que nunca supo el significado de El Capitolio de La Habana en la
Historia de la República quizás pase inadvertido el hecho de que después de «56
años de República mediatizada (1902-1958)», como le han calificado los
historiadores del régimen, y «60 de revolución socialista (1959-2019)», sea
elegido un símbolo de la «seudo república» para celebrar el cumpleaños de La
Habana.
A mí este obsequio me parece otra estafa porque el Capitolio de La Habana es el símbolo de todo lo que destruyó la «revolución cubana», porque en Cuba se adoctrina con la especie de que antes de 1959 en Cuba hubo una seudo república, una república mediatizada, una «república neocolonial burguesa» propiedad de los yanquis, que los yanquis se meaban en el monumento a Martí del Parque Central y que intervenían en nuestro país cada vez que les daba la gana gracias a la bendita Enmienda Platt y todo esto sucedía porque había en Cuba unos políticos corruptos, venales y chanchulleros que se los permitían, y todo esto sucedía dónde, pues en El Capitolio de La Habana, que fue «construido en 1929, bajo la dirección del arquitecto Eugenio Raynieri Piedra por encargo del entonces presidente cubano Gerardo Machado y estuvo destinado a albergar y ser sede de las dos cámaras del Congreso o cuerpo legislativo de la república de Cuba»[1].
Ya los muy diestros ideólogos
del PCC, como siempre y antes de que surjan las dudas que ellos saben van a
aparecer inmediatamente después de sus acciones, aclararon que no era el
cumpleaños de la revolución, sino de La Habana. Sin dudas un buen intento,
tanto así que es el mejor argumento para justificar que no sea una obra de la
revolución la que festeje a La Habana en sus 500 años de fundada, sino una creación
de una época que los revolucionarios desprecian, denigran y que afirman fue
«borrada, cancelada»[2], «abolida, liquidada,
anulada, derogada, archivada y borrada de la memoria»[3].
Pudieron, para festejar a la
noble Habana, concluir algunas de las obras fallidas de la revolución, proyectos
que fueron ruinas antes que obras; entre ellas, la tan mentada Escuela Nacional
de Arte, el proyecto arquitectónico más fantástico concebido jamás y nunca
llevado a término; o el magnífico edificio del CAME que iban a instalar frente
al Ministerio de Comunicaciones y al lado de la Biblioteca Nacional; o el metro
de La Habana, que hubiera sido de más utilidad para los habaneros que el
Capitolio; o cualquiera de las obras de una larga lista que recordar no puedo.
La única línea conductora
entre El Capitolio de La Habana y La Habana de los revolucionarios es la
dictadura, la prórroga de poderes, la violación de las Constituciones. Así como
Machado quiso llevar su mandato más allá de lo que le permitían las leyes y «presionó
al Congreso en 1928 para que autorizara una reforma de la Constitución que
legalizara la prórroga de poderes, de la que resultó reelecto sin contrario»[4], los revolucionarios,
comandados por su máximo líder, arrasaron con todo vestigio de democracia en
Cuba y han superado con mucho a aquella efímera dictadura.
Machado se mantuvo en el poder
desde 1925 hasta 1933, y la dictadura del proletariado o revolución socialista,
ya dura seis décadas, el Partido Comunista de Cuba se autoproclamó vanguardia
de toda la sociedad y ejerce la hegemonía sobre toda la sociedad, abatiendo por
adoctrinamiento y/o la fuerza a cualquier otro partido, idea, gesto o signo que
contradiga en parte o en todo sus dictados, y así lo hizo consignar en su
Constitución en el artículo 5 del Título I, en el que dicta que el PCC (único) es
la «fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza
y orienta los esfuerzos comunes en la construcción del socialismo y el avance
hacia la sociedad comunista y que trabaja por preservar y fortalecer la unidad
patriótica de los cubanos y por desarrollar valores éticos, morales y cívicos»[5].
El Capitolio de La Habana, el más
lujoso obsequio que recibió la capital cubana por sus 500 años de fundada, fue
el envase restaurado que alguna vez contuvo uno de los poderes del Estado
democrático, donde se engendraron efímeras dictaduras y largas libertades,
donde radicó el Congreso de la República de Cuba, mismo que Fidel Castro
demolió después de 1959.
Ojalá que antes de que sea
necesario demolerlo por la incapacidad, la desidia y el desinterés de la
«fuerza superior de toda la sociedad» para mantenerlo operando y en óptimas
condiciones, resurja allí el espíritu de la libertad, el pluripartidismo y la
restauración de una nación con todos y para el bien de todos. Ojalá que este
Capitolio nacido y renacido entre dos dictaduras, vea algún día realizados los
sueños de todos los cubanos y no el de una parte de ellos.
[1] Cfr. Capitolio
de La Habana, [En línea] [Fecha de consulta 21 de noviembre de 2019] Disponible
en: https://es.wikipedia.org/wiki/Capitolio_de_La_Habana
[2] Cfr. R.
Rodríguez. 2002. «La República nació en Guáimaro», Granma, edición del 7
de mayo. [En línea] [Fecha de consulta 21 de noviembre
de 2019] Disponible en: http://www.granma.cu/granmad/2002/05/07/nacional/articulo03.html
[3] F. C.
Sáinz de Robles. 1978. Diccionario español de sinónimos y antónimos. La
Habana. Citado por Armando Cuba de la Cruz, y Hernel Pérez Concepción en: Abreu
Cardet, José y otros. 2013. Historia de Cuba. Santo Domingo: Archivo
General de la Nación Vol. CLXXXVI, 183.
[4]
Portuondo, Fernando. 1950. Historia de Cuba. La Habana: Minerva. 606
[5]
Constitución de la República de Cuba. [En línea] [Fecha de consulta 21 de
noviembre de 2019] Disponible en: http://www.granma.cu/file/pdf/gaceta/Nueva%20Constituci%C3%B3n%20240%20KB-1.pdf