lunes, 19 de mayo de 2008

LAS TRANSFORMACIONES EN CUBA O EL CUENTO DE LA BUENA PIPA

Los cambios en Cuba 

Desde que sucedió lo inexorable hace más de un año, los analistas de temas cubanos tienen nuevas y briosas esperanzas. Más cargadas de deseos que de realidades. Más visionarias que objetivas.

Raúl Castro
@ Fuente externa
El freno más contundente que se interpone en el examen ponderado, de cualquier cosa que suceda en Cuba, es el simple y llano hecho de que Cuba no se rige, desde hace más de medio siglo, por ningún modelo económico, político o social conocido. De hecho, en el párrafo anterior, cuando Ud. leyó “analistas de temas cubanos”, dio por sentado que me refería a quienes miran la isla desde afuera, porque dentro no está permitido comunicar, por ningún medio, otro análisis que no sea el oficial. Tampoco valen historias comparadas, y aunque no pretendo fundamentar en pocos caracteres las múltiples y profundas causas que provocaron esta situación, vale decir que las premisas más importantes están casi en nuestras narices.

Castro, no dejó piedra sobre piedra en ningún segmento y subvirtió de tal modo sus predios, que anuló el significado de los parámetros que valen para analizar cualquier suceso en el resto del mundo.

El desastre económico, que se vislumbraba en cada acción del castrismo desde el primero de enero de 1959, y que medio mundo vaticinó que no admitirían los cubanos, y mucho menos los socios comerciales de la isla, fue la piedra angular de la victoria del castrismo, fue precisamente mediante el desastre económico, que Castro consiguió la permanencia vitalicia en el poder, y los cubanos y sus socios comerciales se cogieron el dedo con la puerta.

Tales catástrofes, en cada una de sus campañas, le permitieron un amplio espectro de ganancias políticas, colocándolo siempre en posición de impulsar cambios, de revolucionar. Pero cuidado, todos y cada uno de los virajes fueron promulgados por él, y quien se adelantó o atrasó fue decapitado literal o metafóricamente.
Se declaró anticomunista hasta abril de 1961, y quienes le acusaron de comunista antes de esa fecha fueron molidos, como también lo fueron quienes se negaron a compartir esa doctrina a partir de entonces. Quienes no estuvieron al tanto de sus decretos, comenzaron a ser estigmatizados con el epíteto de “contrarrevolucionarios” o “gusanos”.

Esta no fue una acción aislada, sino el modo de operar durante casi medio siglo. Luego vinieron infinitas campañas, en las que el estatus de “revolucionario” pasó por tantos meandros que se convirtió en castrismo; entonces, en consecuencia, ser anticastrista se hizo sinónimo de “contrarrevolucionario” y “contrarrevolucionario” se convirtió en una figura jurídica, prevista y sancionada por la ley.

Durante la preparación y realización de la zafra azucarera de 1970, conocida como de los 10 Millones, quienes se opusieron a semejante dislate y acusaron las calamidades que provocaría en la población, fueron eliminados; sin embargo, cuando sucedió lo inexorable, nadie fue restituido. Entonces, anunció nuevos planes y nuevas proezas, que nuevamente encontraron opositores, que él volvió a desbrozar.

Cuentos sin fin, tantos que algunos se quedan en la memoria, como el Mercado Libre Campesino, la Operación Pitirre en el Alambre, el Cordón de La Habana, La Campaña de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, la penalización y despenalización de la tenencia de dólares, y el antológico: “¡Ahora sí que vamos a construir el socialismo!”, una consigna que profirió en un altruista discurso, cuando apenas unos días antes, todos creíamos que era eso lo que se había hecho en la isla durante los treinta años anteriores.

Queremos que Cuba sea otra y a veces no podemos dominar nuestras ilusiones, pero si nos ajustamos a la cordura y a una visión sensata de las noticias que nos llegan desde allá, todo no es más que el mismo cuento sin fin, o cuento de la buena pipa, porque nada trascendental sucederá en Cuba hasta que no se restituyan la propiedad privada, la democracia pluripartidista y exista una Moneda Nacional capaz de pagar justamente el trabajo de los cubanos.

Nada mejorará en Cuba, mientras el poder siga en manos de quienes la devastaron.

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