Este
juego tan abierto, con frentes tan diversos y distanciados, puede ser
definitivo, y no cabe dudas de que la clase dominante cubana está segura de
eso.
Si
la oposición sale fortalecida de ésta, y las propuestas consiguen llegar al
conocimiento de más ciudadanos, estaría en condiciones, muy probablemente, de
convocar a un referendo
La eficiencia con la que ha
manejado la dictadura cualquier oposición ha sido proverbial. Desde siempre han
sido cazados y puestos a buen recaudo tanto quienes se opusieron
destempladamente, como los que estuvieron a punto de hacerlo, e incluso quienes
crearon la percepción de que allá en el futuro lejano podrían cruzarse en el
medio. Todos fueron arrasados, fueran civiles o militares, nacionales o
extranjeros.
De tal modo que propios y
extraños fueron adoctrinados –porque la letra con sangre entra- en la idea de que en la isla no podían existir
más que “revolucionarios”, allí las calles, las universidades, el aire, el agua
y la tierra eran solamente para los “revolucionarios”, allí todos eran
“felices” con su único partido y su único tribuno.
Sin embargo, ese panorama es
bien distinto hoy. De aquella “revolución” no queda más que el recuerdo, queda
el desencanto provocado por las promesas que nunca se cumplieron, y el
despertar violento de unos sueños que nunca se convirtieron en realidad.
Acontecimientos duros
cimbraron la conciencia nacional; entre ellos, el éxodo de Mariel en el 80, el
caso Ochoa en el 89, la Primavera Negra en los albores del siglo XXI, y la
disponibilidad -mínima aun-, de medios tecnológicos para comunicarse, capaces
de evadir el cerco oficial que durante décadas asfixió la información que se
producía en la isla. Estos y otros sucesos cambiaron definitivamente el
panorama de la política cubana, y propiciaron que la correlación de fuerzas
comenzara a favorecer a la oposición.
Hoy existen voces que
consiguen dibujar una imagen más real del sueño comunista. Las Damas de Blanco,
Guillermo Fariñas, Oswaldo Payá, Yoani Sánchez y muchos otros opositores tienen
la capacidad de denunciar y registrar en tiempo real lo que acontece en Cuba
desde otra óptica distinta a la oficial, algo impensable hace unos veinte años
atrás, cuando la clase dominante cubana era dueña de todas las mordazas.
Incluso, la aparición y permanencia de un espacio público, aunque malamente
tolerado por la oficialidad, en el que se realizan debates de ideas, como el
llamado Estado de SATS, hacen que el panorama ideológico cubano sea bien distinto
en estos días.
El susto tan grande que esa
clase dominante se llevó en 2010, cuando las fuerzas de la oposición se
tensaron y la condena internacional contra el régimen fue contundente como
nunca antes, propició que desde entonces y hasta ahora, se embarcara en una
campaña de contraofensiva que cubre varios escenarios: Primero, para ordenar la
casa por dentro, mandó al destierro a la mayoría de un grupo de 130 presos de conciencia -más de cincuenta de ellos
detenidos durante la Primavera Negra de 2003-, quienes constituían la punta del iceberg, arreció la represión contra todos los grupos
de la oposición y le dio a la Iglesia, en la voz del Cardenal, un espacio para
que le ayudara a desplegar la cortina que necesita para tapar el crecimiento y
las acciones de la oposición y el recrudecimiento de la violencia oficial
contra ésta; y para ordenar la casa por fuera, de manera inédita, ha invadido
los territorios del “enemigo del norte”.
Este juego tan abierto, con
frentes tan diversos y distanciados, puede ser definitivo, y no cabe dudas de
que la clase dominante cubana está segura de eso. No está en condiciones de
errar el tiro, tiene que arrebatar o se le acaba el partido. Para recuperar lo
perdido y eternizarse en el poder apuesta fuerte a los grupos de “amigos” que
allende los mares le hacen el trabajo de obnubilar a la opinión pública
internacional, propician que el dedo se aparte de la llaga y la atención caiga
en otros asuntos, que se defiendan los derechos de otros y se tapen las
violaciones que se comenten contra los derechos de los ciudadanos en la isla.
Si la dictadura en esta
campaña -en la que cuenta con aliados recientes como la Iglesia Católica y
algunos grupos de intelectuales y académicos propios y extraños-, consigue el
súper objetivo de pasarle por encima nuevamente a la oposición, desmembrarla, denostarla
y aniquilarla, las posibilidades de democracia en Cuba serán inciertas; ahora,
si la oposición sale fortalecida de ésta, y las propuestas consiguen llegar al
conocimiento de más ciudadanos, estaría en condiciones, muy probablemente, de
convocar a un referendo en el que los cubanos respondan, finalmente, si quieren
o no ser gobernados eternamente por un solo tribuno y un solo partido.
No se si es la última data, pero parece ser de las últimas y en cualquier momento esta data se puede trancar. Una forma de ganar la data es que la oposición interna y externa se manifieste unida, como lo está haciendo la oposición a Chávez en Venezuela. El gobierno no solo puede perder la data por omisión sino también por acciones desmesuradas. Debemos apoyar decididamente a nuestros líderes internos y denunciar cualquier abuso o atropello contra ellos.
ResponderEliminarRolando, me disculpo por la respuesta tardía, pero me vino bien, porque ahora, al pasar de los años y resueltos todos los acertijos, le puedo remitir a mis conclusiones acerca de las posibilidades que tienen las resistencias pacíficas en las dictaduras. Puede leer en este blog mis artículos Yanquis go home, dice Maduro, y La intervención de los cascos azules en Venezuela. No veo otra salida a excepción de una implosión, como en los países de Europa del este.
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