¿Serán las anunciadas excarcelaciones un paso de avance para la oposición o un escape para el régimen?
En 1952 Fulgencio Batista suspendió las garantías establecidas en la Constitución de 1940, y por esa causa fundamental la sociedad cubana trató por todos los medios de sacar al dictador del poder, suceso que se produjo en 1959 por las presiones internacionales y las derrotas militares ante un ejército irregular.
Durante todo el período republicano, entre tiras y jalas, el derecho a oponerse al gobierno estuvo consagrado en las cartas magnas que se dio el pueblo cubano. Fue para defender el derecho a estar en contra que desde los más diversos estratos de la sociedad cubana se construyó la resistencia a la dictadura batistiana, y fue uno de los argumentos más sólidos de los movimientos que se manifestaron en contra del régimen de facto.
Sin embargo, cuando Fidel Castro se hizo con el poder, comenzó a desbrozar todos los derechos constitucionales, fundamentalmente por la vía de las expropiaciones que le permitieron controlar absolutamente todos los medios de información. Se hizo dueño absoluto de todos los poderes del estado, prohibió todos los partidos políticos, la libertad de asociación y controló hasta hoy la opinión pública; entonces, el derecho a oponerse pacíficamente quedó suprimido por ley en 1975.
“Con la revolución todo, contra la revolución ningún derecho”, el axioma castrista que capeaba contra la sociedad cubana desde 1961, fue incrustado en la Constitución de 1975, quedando suspendidas todas las libertades civiles, toda posibilidad de disentir, toda libertad de expresión contraria a los dictados de una revolución que se convirtió en la más larga dictadura del hemisferio occidental.
La legalización del derecho a la oposición pacífica es el único medio para impedir nuevas olas represivas en Cuba, nuevas primaveras negras. El derecho a expresarse en contra de un sistema que provocó la ruina económica, la descomposición social y el empobrecimiento de la gran mayoría de los cubanos debe ser restituido para impedir nuevos atropellos.
De nada servirán estas excarcelaciones si mañana, el aparato represivo, que está en magnífica salud, vuelve a secuestrar a cientos de ciudadanos por toda la isla y los vuelve a acusar de violar una la ley que obliga a los cubanos a permanecer en silencio, que les permite “debatir con respeto” pero no a estar en contra. Si mañana vuelven cientos a las cárceles cubanas por estar en contra y expresarlo pacíficamente, estas excarcelaciones anunciadas por todos los medios, menos por los medios oficiales dentro de Cuba, no servirán de nada, serán solamente una válvula de escape para el castrismo, un paso al lado para salirse de las cuerdas. De todos nosotros depende lo que de aquí en adelante suceda.
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