martes, 13 de julio de 2010

LA REAPARICIÓN DE FIDEL CASTRO EN LA TELEVISIÓN CUBANA

Mi país me importa un pito y las personas valientes me aterran, así que les vaticinaré una guerra, pensó el tirano sentado en el retrete.

Después de escuchar la primera media hora de la “entrevista” de Fidel Castro en la Mesa Redonda que pacientemente transmitió CNN el 11 de julio, no tengo la menor duda, este acto fue una muestra de que al dictador le importan un pito sus compatriotas y teme profundamente a quienes le adversan.

Así lo demostró cada día de su vida, y hoy, mientras la isla se hunde en la más inimaginable pobreza, mientras la sociedad cubana padece una descomposición nunca vista, mientras las ciudades parecen recién bombardeadas a pesar de no tener una guerra desde hace más de medio siglo, mientras en Cuba un grupo de hombres y mujeres le dan la pelea y le tuercen el brazo al castrismo, Fidel se pone a hacer murumacas para desviar la atención de los indecisos, para que no miren el verdadero desastre, para que no descubran a Las Damas de Blanco, la muerte de Zapata y la prolongada huelga de hambre de Guillermo Fariñas, para que no puedan ni imaginar que esa misma noche un grupo de presos políticos eran desterrados.

No sé si después de la primera media hora alcanzó otros niveles, pero escucharle revelar la inminencia de una guerra nuclear, en su voz craquelada, de anciano golpeado por la demencia senil me sonó grotesco. Sus palabras, antaño llamadas “orientadoras”, se quedaron en el siglo pasado, hoy es incapaz de descubrirnos nada nuevo, quizás cualquier escolar norteamericano tenga más argumentos que él para exponer las probabilidades razonables de una guerra nuclear a corto plazo.

Es comprensible que en Cuba, donde nadie tiene cable ni Internet, él aun quiera hacerse pasar por el brujo dueño de todas las noticias, el único capaz de revelarnos todos los misterios del Universo y vaticinar desastres apocalípticos provocados por “el imperialismo yanqui”, pero la causa que le arrancó de su obligado retiro no tuvo nada que ver con revelaciones, sino con el gran miedo que han sentido los castristas ante la última avalancha opositora, ante la posibilidad cierta de la pérdida definitiva del poder absoluto.

El objetivo de su reaparición en público no puede ser filantrópico, porque él azuzó como nadie la crisis de los misiles, único momento en el que verdaderamente la humanidad estuvo al borde del exterminio por una guerra nuclear. El objetivo de su regreso ante las cámaras fue atemorizar a los indecisos, fortalecer a sus partidarios, exorcizar sus propios temores y los de su círculo, desviar la atención de la debacle que está pasando el castrismo ante sus opositores, tratar de volver a la ofensiva y quitarse el jab de la cara. Pero nada de eso podrá conseguir a estas alturas.

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