lunes, 30 de mayo de 2016

ARREMETER CONTRA VAN VAN EN MIAMI ¿A QUIÉN LE CUADRA?

Cada vez que un político se interesa en los votos de algún sector, acude, entre otras cosas, a poner de su lado a los individuos admirados por esos votantes. Esta afirmación, que por conocida puede parecer una perogrullada, es la que no observan algunos sectores del exilio cubano cuando de ganar adeptos dentro de la isla de Cuba se trata.

Cuba es cada vez más un mundo aparte, una sociedad fuera de este universo, y no es una metáfora sino pura realidad. Por las calles de La Habana, tan paupérrimas como las de cualquier barrio haitiano, no se escucha a nadie hablando de política, casi nadie pone el tema, curados por medio siglo de trampas que pueden conducir, por un quítame allí esta paja, a entuertos inimaginables, todos somos cautos al hablar en cualquier rincón de La Habana; sin embargo, cuando suenan los Van Van, orquesta que como todas las demás nunca se anuncia por ningún medio salvo por transmisión oral, no se queda un bailador sin acudir a la cita.

Su líder, Juan Formell, tiene la virtud de ser uno de los más importantes creadores de música bailable en nuestra patria, es decir, es el favorito de casi todos los cubanos de la isla. A pesar de que su vida y milagros no aparecen en ningún medio porque las revistas y programas radiales y televisivos dedicados a regodear el ambiente farandulero dejaron de existir hace casi medio siglo, y se los llevó el castrismo junto a la libertad de expresión, Formell, a base de trabajo se convirtió en un orgullo para los isleños.

También es una perogrullada afirmar que el exilio, sobre todo en La Florida, ha sido el blanco predilecto de los espías de Castro, allí se cuentan por decenas los conocidos y acudiendo a la lógica, deben ser cientos los desconocidos. Sembrar cizaña, más que traspasar información a un país extranjero ha sido la ocupación de muchos de ellos, si no, recordemos al que penetró a Hermanos al Rescate y propició la voladura en pleno vuelo de dos avionetas civiles, el tipo que se las puso a tiro de escopeta, un falso anticastrista que había realizado la “hazaña” de “robarse” en la isla un destartalado Mig 21 y aterrizó en La Florida para convertirse en miembro activo de la prestigiosa y caritativa organización anticastrista.

Cuando a Ricardo Alarcón se le preguntó una vez por los actos de repudio en Cuba, su respuesta, hecha, meditada y en el sutil estilo de quienes sufren el síndrome del desenmascaramiento, respondió que el único acto de repudio que recordaba en ese momento era el que habían sufrido en Miami un grupo de artistas de la isla. Aunque parezca una elucubración sin motivos, estoy convencido de que fue una respuesta premeditada, tal como si hubiera participado en los hechos que le permitieron elaborar esa convicción.

En Cuba no hay fuentes de información, sino de adoctrinamiento, por lo que los ciudadanos no se informan sino que se fanatizan, así que es demasiado fácil desvirtuar cualquier realidad, y si para eso el castrismo cuenta con la ayuda desinteresada de un sector del exilio, entonces me parece que hay algo que se disloca, algo que no cuadra, un billete que no viene con la lista. Aquí hay algo que enmendar.

El hecho de que podamos vivir en una sociedad con límites de tolerancia amplísimos en comparación con los de Cuba, la posibilidad de llevar nuestras ideas al tamaño de una valla gigantesca, tan gigantesca como la que adversa la presentación en Miami de la orquesta Los Van Van, no debe hacernos olvidar esa perogrullada de que para conseguir votos y seguidores en cierto grupo humano es bueno ganarse a los preferidos por ese grupo.

Siempre ayuda también en estas disquisiciones saber qué le conviene a quien. Y en este caso, me parece tan obvio que catalogar de asesino a Juan Formell, uno de los ídolos más conspicuos de los cubanos en la isla, es grotesco por lo desproporcionado. Pienso que da una señal que ofende a nuestros paisanos en la isla, que ataca al ícono, que siembra más cizaña y pone distancia entre las dos orillas. Y eso, ¿a quien le cuadra? ¿A la democracia o a la dictadura?

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